Joaquín Sabina
Por Renato Salas Peña (*)
En el año 91, la Universidad de San Marcos fue asaltada por militares armados que la ocuparon por un tiempo perdido ya en el olvido; lo que sí recuerdo de ese mediodía de la toma es que un amigo ahuyentado por la requisa de salida me entregó un casete para que lo ocultara de la supervisión militar (hasta el día de hoy no entiendo el porqué). Se trataba de Mentiras piadosas de un tal Joaquín Sabina, que hasta ese momento me resultaba un total desconocido en la banda sonora de mi vida.
Este Joaquín Ramón Martínez Sabina que a sus 70 y tantos años le ha dado por negarlo todo tras casi 20 discos que religiosamente compré al lado de mi compañera desde ese encuentro casi subversivo en las aulas sanmarquinas se transformó en el cantante oficial de nuestra historia, en la historia de Cultivo-Arte, en la historia de mi compañera, en la historia de las historias.
Nació por Úbeda (de donde es hoy, hijo predilecto) de un ama de casa y un policía, raro resultado de mestizaje cultural, y tras su mejor obsequio paternal: una guitarra, parte a envejecer sin dignidad alguna, haciendo hipérbaton de su apellido, encarcelado por su padre, inventor de molotovs, París y luego okupa etarra en Londres. Es aquí donde se reafirma cantor, más poeta, o cantor poeta o algo así y tras oleadas de quiméricos proyectos: cine-clubs, grupos teatrales, fallidas revistas va armando lo que será Inventario, su disco primero.
Al volver a España, tras la muerte de Franco, y casado ya en serio con Lucía Correa; aunque también irá en serio con Isabel Oliart o más en serio con Paula Seminará, y más precisamente en serio, con mi compatriota Jimena Coronado, o lo que sí es en serio sin discusión alguna, los hijos, en su caso, sus hijas: Carmela y Rocío, va ganando ese poquito de fama que lo lleva a dejar la Mandrágora, y luego a Viceversa, de donde sale ese disco en vivo que terminó rayado de tanto escucharlo: En directo.
Será a partir del 87-88 donde se viene una descarga de discos: Hotel, dulce hotel, El hombre del traje gris y varios proyectos ad-hoc, el más interesante de todos Ripio, una suerte de editorial personal. Será en el 92, cuando yo cachimbo sanmarquino, compre mi primera cinta del Joaquinito: Física y Química, de donde años más tarde extraeremos sin permiso de autor la banda sonora de nuestro matrimonio, y de paso la banda sonora de los años más vitales de mi juventud, cuando uno es aun pobre exquisito, indocumentado, pero feliz. Luego, Esta boca es mía y años después Yo, mí, me, contigo, discos con los cuales arma su primer concierto en Lima en el 96, y al cual me abstuve de ir para invertir ese dinero en más botellas de ron.
Por esos años, cuando uno pisaba el acelerador y las amigas se alucinaban chicas Almodóvar, y tambaleábamos por los bares de las noches perdidas y no queríamos vivir cien años y no hablábamos de Madrid sino de Lima siendo piratas todos sin pata de palo, creo que fuimos lo más cercanamente felices, y cuando aun existía un parque llamado Colchón, Sabina nos dio los mejores conciertos de su vida en esa grabadora que robaba luz de un poste de alumbrado público.
Sabina con Páez, con Calamaro, con el genio de Charly García, con Serrat, con Milanés, con la Chavela, con Miguel Ríos, con nosotros a coro siguió grabando, y tras sus 19 días y 500 noches, ya cincuentón conoció a esa pálida dama que anda rondando por los bares pero también por los templos, y tras esos golpes en la vida tan fuertes, yo no sé; aunque él sí lo supo, llega a burlar un infarto cerebral que le aconseja esa prudente calma y como aun sobran los motivos para no cortarse de un tajo las venas siguió cantando letras de la calle y rodeado de todas las mujeres.
Y así se fueron pasando los años, Sabina volvió al Perú, y ya no he tenido que abstenerme de ir a sus recitales para comprar más botellas de ron. Mi compañera en su fanática actitud le ha levantado una especie de altarcito en donde están todos sus discos, poemarios, biografías, cancioneros, souvenirs y cuanta extrañeza sabinera exista. No hay fin de semana que no volvamos a repetir algún vídeo musical, entrevista, documental en donde casi de memoria repitamos a coro lo que se dice en este. Y hoy que arranca un nuevo año, iniciamos la cuenta regresiva de la aparición de su último concierto con el disco Lo niego todo, del cual ya nos dejó el vídeo del mismo nombre, y a estas alturas de mi vida siento que lo compuesto ha sido para mí.
(Ciudad de Palomino, día de Lima tomada)
(*) Lima-Perú 1971 - Docente universitario, Licenciado en Educación con especialidad en Lengua y Literatura, asimismo llevó una Maestría en Docencia
a Nivel Superior y Gestión Educativa y actualmente un Doctorado en Humanidades. Renato Salas Peña
Ha publicado los poemarios Desde el Colchón, Lima-Vitarte y Corsé. Posee inéditos Mamani, el timador y Mariposa de carne.
Sus artículos han sido publicados en diversas revistas latinoamericanas y de España (Las nueve musas, Ritmos 21, Ínsula Barataria), guarda aun con vergüenza un disco con sus composiciones musicales.
Fundó en la década de los 90 el grupo de arte Cultivo, con el cual trabajó diferentes proyectos de arte integral.
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