Por Marcos Novaro |
Pasó lo que muchos pensaban que no iba a suceder jamás, o si sucedía, iba a generar un enorme despiole. Pero salvo un renunciamiento inesperado, que puede ser el peor error de su carrera y va en dirección al repliegue más que al combate, los efectos están fuera de control para el kirchnerismo
El kirchnerismo es, antes que nada, un movimiento estético, así que hay que juzgarlo por sus cantos, carteles y remeras. Porque si se atiende a su eficacia política, la verdad, siempre dejó mucho que desear.
Cantaban que eran los ‘pibes para la liberación´ y desde hace tiempo se vienen bancando muy modositos el acuerdo con el Fondo y tener a Massa de gran timonel de la administración. Cantaban “si la tocan a Cristina qué quilombo se va a armar” y solo D’Elía se animó a marchar, y encabezó una manifestación por demás acotada, casi triste, como suele ser todo lo que lo involucra.
Finalmente hubo fallo, y no pasó nada. Mentira, pasó que Cristina lanzó otra de sus peroratas mediáticas que esta vez incluyó, es cierto, un anuncio importante, pero de retirada más que de combate.
En ese anuncio, a contramano del efecto que ella pretendía, quedó aún más a la luz el escaso control que está teniendo de la situación y del proceso político en curso. Ante todo, porque él desmintió el mensaje principal que la rea por corrupción quiso instalar el día de su condena.
La idea con que machacaron días y días, ella y sus colaboradores, era que el fallo del tribunal no cambiaba nada ni era una novedad, porque ya estaba escrito desde un principio, y ellos ya sabían lo que se venía, así que no significaba absolutamente nada, ningún cambio respecto a la situación preexistente. Sin embargo, tras ir y venir un buen rato en su alocución del martes pasado con esta idea, Cristina la desmintió, y ella misma ayudó a convertir la condena en el disparador de un descomunal cambio político, al anunciar su renunciamiento. Con lo cual se invalidó todo el esfuerzo anterior. Sí, terminó siendo una fenomenal novedad, generando profunda conmoción, gracias en parte a que la condenada sintió la necesidad de reaccionar anunciando ipso facto su repliegue de la lucha política, o al menos de la competencia electoral.
Es cierto que algún gesto que la invistiera como protagonista y no como pasiva perdedora de la jornada le convenía dar, necesitaba cambiar o al menos matizar la agenda pública del día de su condena, y en parte lo logró. Pero al precio de invalidar todos sus esfuerzos por quitarle hierro a la decisión de los jueces, y encima con un repliegue que puede ser para ella irreversible, y para su sector el inicio del fin.
Todo un indicio de lo limitado de su poder, que la única forma que encontrara de influir en la agenda fuera tocando la trompeta de retirada.
En suma, si buscó mostrar que, aún en su peor momento, sigue siendo capaz de armar la tapa de los diarios, de ordenar la escena, hay que decir que está gastándose los últimos cartuchos, y gastándolos bastante mal, porque, ¿qué le queda después del renunciamiento?, ¿hay un papel aún protagónico para ella en la política nacional que la esté esperando, o es una estrella en irremediable declive?
Entre los que destacó ese efecto equívoco del renunciamiento cabe destacar a Guillermo Moreno, tal vez por eso que se dice de los niños y los locos. El ex secretario sostuvo que ‘ella debía un reconocimiento por el garrafal error de haberlo puesto a Alberto’. Algo de eso debe haber.
Es interesante ver cómo hilvanó en su discurso distintos recursos para distraer la atención y difuminar la sensación de impotencia que, a pesar de todo, transmitió.
Para eso contaba, ante todo, con la ayuda del viaje a lago Escondido tan meneado en estos días, aunque hasta ella sabía que con eso no iba a alcanzar. Las réplicas del estilo ‘yo seré corrupta pero no soy la única que tiene trapos sucios que esconder’ no sirven para correr el eje, ya se vio con todas las operaciones lanzadas contra Macri y su entorno en los últimos años.
Así que necesitaba algo más. Y anunciar que no sería candidata le servía también para otros dos objetivos complementarios. Por un lado, mostrarle a la sociedad que no se iba a seguir refugiando detrás de los fueros, ‘si quieren meterme presa, vengan, atrévanse’ dijo casi textual, en una suerte de demostración de que ella efectivamente es el polo débil de una confrontación contra el ‘sistema’ montado por ‘oscuros poderes concentrados’. Y desmentir el hecho bastante más concreto y efectivo de que el fiscal y los jueces son simples empleados públicos que hacen su trabajo, de un sistema de aplicación del derecho que los trasciende y que está demostrando que, si le dan la oportunidad, puede poner en caja hasta a los más poderosos.
Por otro, hacerle una advertencia al peronismo territorial, que hasta aquí es el gran beneficiario del Frente de Todos, pues gracias a él toda su dirigencia ha logrado conservar los cargos que ostentaba en 2019, sumar unos cuantos más, y tal vez siga lográndolo el año que viene. Mientras que quien lo inventó, e invirtió en él todo su capital político, parece ser la única que no recibirá beneficios. Y no solo eso, va a terminar presa, contra la premisa en que el FdT se fundó, que las causas de corrupción no iban a tardar en desaparecer si él gobernaba.
Esto se lo ha estado reprochando a Alberto desde hace tiempo, y ahora que el presidente ya no cuenta y no tiene sentido reclamarle nada, le traslada la factura al resto del peronismo, como diciendo ‘si el juego consiste en que todos ustedes zafan y se aprovechan, mientras yo la pago, no cuenten conmigo para seguir jugando’. En su alocución le hizo una advertencia a Magnetto en esta clave, ‘no voy a ser tu mascota’, pero en verdad fue el tono que usó en general y contra todos quienes Cristina detesta sentir que pueden estar manipulándola. Más todavía si lo hacen para extraer ventajas políticas, como las que habitualmente saca de todos los demás la dirigencia pejotista, los rentistas más exitosos del país, a quienes ella sigue despreciando profundamente.
En ese aspecto, y solo en ese, lo que le está pasando es ciertamente una injusticia. Pero el problema es que tal vez su situación no tenga remedio, porque, así como su voluntad ha chocado contra el muro férreo del sistema republicano, también está chocando contra el no menos férreo del pejotismo, que sobrevive a todos sus líderes. Y en su desesperación por buscar de todas formas una salida para ella airosa, puede que termine empeorando aún más su situación.
Cabe en ese sentido preguntarse, su renunciamiento, su repliegue de la lucha electoral, ¿es una jugada maestra o un error garrafal?, ¿le da chances de salirse con la suya, corriéndose de la elección va a forzar al peronismo a defenderla con más ahínco, o lo está empujando a buscar una nueva conducción nacional, además de otros candidatos?
Tal vez ella apuesta, o ya descarta, que los resultados electorales del año próximo serán muy malos, y si se corre los responsables serán otros, y podrá decir entonces ‘¿vieron lo mal que les fue sin mi ayuda?’. Pero sería como repetir, en peores condiciones, lo que ha venido haciendo con la gestión en curso, con lo que provocó un gran daño y de lo que sacó poco o ningún provecho. Diferenciarse de la gestión no la ha volvió inmune a sus costos, porque pocos creen que no sea una de las mayores responsables del fracaso. Y encima el fracaso se agravó, porque se intensificó la incertidumbre general y perdieron aún más eficacia las políticas de gobierno.
Puede también que esté esperando un operativo clamor, y que pronto sus adláteres lo impulsen. Pero tal vez confía demasiado en que esa activación de los fanáticos tenga la fuerza necesaria, y pasa por alto el hecho de que ella misma está desinflándola, al dar la impresión al menos, de que está inclinada a tirar la toalla, de que los fracasos le han hecho mella, y ya no es la de antes.
O puede que no haya pensado muy bien nada de esto, y lo que primó en su anuncio fuera la furia y la necesidad inmediata de hacer un gesto heroico para tratar de escapar de la condición de ‘rea de la Justicia’. Es lo más probable, visto cómo concluyó su discurso, en un arrebato descontrolado. Y lo contradictorio que él fue para sostener la tesis de la supuesta ‘intrascendencia’ del fallo.
Es mala señal que la jefa del movimiento, todavía la persona que detenta más poder en nuestro país no tenga la cabeza fría, actúe impulsivamente, y se deje llevar por la rabia. Aunque es bueno para nuestra democracia que su capacidad de daño haya quedado en gran medida limitada a su propio espacio político. No está haciendo tan mal su trabajo el sistema republicano si logró semejante milagro.
© TN
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