El Mundial de fútbol trajo la oportunidad comercial que supone el fanatismo
por la albiceleste en Asia y la ocasión de mejorar la imagen en occidente.
Por Fernando Gutiérrez
No es el mundial que Alberto Fernández haya soñado: para todo presidente argentino, la situación ideal es estar en el partido final, saludarse con los jugadores en la ceremonia de premiación y luego participar en el saludo en el balcón de la Casa Rosada.
No pudo ser: la invitación a Doha fue rechazada por en consideración del momento de crisis económica, y para evitar que la población viera esa presencia como un privilegio de la "casta política". Pero tampoco se producirá la foto en la Casa Rosada, al menos si se tiene en cuenta la información que ha circulado hasta el momento -de hecho, han sido desmontados los vallados de protección en la Plaza de Mayo-.
Por decisión de los propios jugadores, se hará un acto de celebración en el obelisco, pero se buscará que el festejo tenga la menor dosis de política posible. Esto hará que la conquista de la copa FIFA del mundial de Qatar sea, posiblemente, una de las que menos rédito político les dejó a los gobernantes de turno.
Las celebraciones anteriores habían sido, en mayor o menor grado, aprovechados para contagiar la alegría deportiva a la gestión de gobierno. Pasó con la dictadura militar en 1978 y Raúl Alfonsín en 1986, pero también en los dos subcampeonatos, el de 1990 con Carlos Menem y el de 2014 con Cristina Kirchner. En esa última ocasión tampoco hubo un acto en la Casa Rosada pero sí un homenaje en el predio de la AFA, donde la entonces Presidenta hizo discurso.
¿Se puede interpretar, entonces, que el Mundial le dejará un sabor agridulce a Alberto Fernández? No necesariamente. En primer lugar, si bien existe la tentación de ocupar un rol protagónico en los festejos, también es cierto que se trata de celebraciones no exentas de riesgos.
El primero de ellos es el de desmanes, algo casi natural en concentraciones multitudinarias. El Gobierno tiene en cuenta el antecedente caótico del funeral de Diego Maradona hace dos años, cuando se descontroló la afluencia de público para dar el último adiós al ídolo y se produjo una verdadera invasión vandálica a la Casa Rosada, que debió ser evacuada de urgencia. Es por eso que estaba previsto un operativo especial de seguridad.
Pero, además, hay riesgos de tipo político en estos festejos. El gobernante comparte el espacio con un ídolo deportivo, que puede deslizar alguna frase crítica o que pueda incomodar. Ya en los festejos de los partidos hubo declaraciones ampliamente celebradas por la oposición, como la de Emiliano "Dibu" Martínez, que hizo referencia a las dificultades de la población por la crisis económica que atraviesa el país.
De manera que el no compartir un acto público no necesariamente sea una situación que perjudique a Alberto Fernández. De todas formas, hay gestiones para un encuentro del plantel con el Presidente, como es de norma en todos los países.
Nuevas oportunidades con hinchadas lejanas
Sin embargo, la posibilidad de beneficiarse de un éxito deportivo no se limita al panorama político interno. Es, también, una ocasión para que un país que habitualmente no está entre los de mayor influencia a nivel geopolítico global pueda levantar su perfil ante los ojos del mundo.
Después de todo, la imagen de Lionel Messi con la copa estuvo en las portadas de los principales diarios del mundo, incluyendo estadounidenses de la talla del New York Times y el Wall Street Journal, que rara vez tienen a la Argentina en su radar informativo.
La final del Mundial es, por lejos, el evento más televisado del planeta, con más de 1.000 millones de espectadores de todos los continentes. Y en tiempos de smartphones y redes sociales, el fútbol se ha globalizado más que nunca, de manera que se han visto imágenes impensadas: festejos en latitudes distantes, en culturas muy disímiles a la argentina, pero donde personas de todas las razas vistieron la camiseta albiceleste y celebraron con la misma pasión con la que se hizo en la avenida 9 de Julio.
Festejos apasionados y multitudinarios en Haití, Indonesia, Pakistan, Bangladesh, Ghana, Australia y en prácticamente toda América latina y varias ciudades de Estados Unidos circularon ampliamente, en una situación de la que se empezó a tomar nota en el ámbito diplomático.
Es así que, para el Gobierno, se abrió una ventana de oportunidad: recurrir a una agenda de "diplomacia deportiva" para mejorar el perfil internacional de un país que, en ese ámbito, ha tomado decisiones que lo ha expuesto a críticas. El apoyo otorgado a regímenes dictatoriales donde se violan los derechos humanos, como Venezuela y Nicaragua, o la recordada reunión de Alberto Fernández con Vladimir Putin justo en vísperas de la invasión rusa a Ucrania fueron los ejemplos notorios.
Un Mundial no hará que súbitamente cambie la inserción diplomática del Gobierno argentino, pero supone la posibilidad de mejorar la imagen internacional, así como la apertura de oportunidades en los rubros comercial, turístico y cultural.
Un ejemplo claro es el del sudeste asiático. Ya desde el inicio del Mundial, había llamado la atención el fanatismo y la masividad de los simpatizantes de Bangladesh. Y el canciller Santiago Cafiero anunció la próxima reapertura de la embajada en la ciudad capital, Dacca, que se había cerrado en 1978.
Si bien Cafiero aclaró que desde abril se habían iniciado las gestiones, no dejó de resultar sugestivo el momento en que se anunció la decisión política de reabrir la embajada: en pleno Mundial, y con millones de nuevos hinchas bangladesíes manifestando su amor por Argentina, atentos a los partidos que se transmitían en pantallas gigantes en plena madrugada asiática.
Según la información oficial, la balanza comercial con esa nación es superavitaria para Argentina, que el año pasado compró la cifra récord de u$s876 millones, principalmente en soja y derivados, maíz y trigo.
Pero, a partir del Mundial, ha surgido la inquietud por la posibilidad de que, con la Selección como emblema, acaso con una gira de partidos amistosos en esa región, se pudiera explorar la posibilidad de nuevos negocios. Después de todo, con 167 millones de habitantes súbitamente interesados por la cultura argentina, se abre una veta para la venta de productos no tradicionales.
El caso de Bangladesh es el más paradigmático, pero no el único vinculados con esa zona del mundo. También hubo multitudinarios celebraciones por el triunfo de Messi y compañía en Pakistan, India e Indonesia.
Fue elocuente en ese sentido el mensaje de felicitación que le envió el primer ministro indio, Narendra Modi, a Alberto Fernández. "Millones de fanáticos de Argentina y Messi en India se regocijan por la magnífica victoria", escribió en Twitter el mandatario indio, uno de los gobernantes más poderosos del mundo. Con 1.400 millones de habitantes y un PBI de u$s3,173 billones, la potencia asiática se ubica cuarta en el ranking de mayores economías del mundo.
La felicitación más incómoda
Claro, no todos los mensajes de felicitación por el triunfo son una buena noticia para el Gobierno. Algunos pueden hasta traer incomodidad, como el de Vladimir Putin. El mandatario ruso habló por teléfono con Alberto Fernández, toda una demostración de la importancia global de la victoria mundialista. Luego, la cancillería rusa se encargó de difundir la noticia sobre esa conversación.
Para el Presidente, suponía una situación incómoda. Sería un desaire a toda Rusia si no contestara la felicitación de Putin, pero un exceso de tono amistoso podría llegar a interpretarse como un alineamiento con Moscú o una simpatía por la postura rusa en el conflicto con Ucrania.
Como ha hecho en otras ocasiones, Alberto recurrió a una frase ambigua, con una formulación que dejara en claro la distancia de Argentina con la causa beligerante: "Gracias por este saludo presidente Putin. Que la alegría que hoy une a la Argentina con tantos pueblos del mundo sirva como ejemplo: nuestras sociedades necesitan unidad y paz".
Lo cierto es que para Alberto no podía haber peor "timing" para una felicitación rusa, justo cuando el país intenta un reacercamiento a las potencias europeas occidentales y hacer olvidar la controvertida frase sobre que Argentina podría convertirse en la "puerta de entrada" de Rusia en América latina.
Precisamente, parte de ese realineamiento consistió en un acercamiento a Francia: en su nueva agenda internacional el Presidente se ha visto varias veces con su colega Emmanuel Macron, tanto en Paris como en las reuniones del G-20. Y, naturalmente, la final ante "Les Bleus" fue una ocasión en la cual revalidar ese nexo ante los ojos de la diplomacia internacional.
Reacción variada entre los vecinos
Finalmente, la consagración en Qatar también sirvió para reforzar los lazos con los gobiernos de la región: una gran cantidad de mandatarios hicieron llegar sus mensajes de felicitación a Alberto Fernández. Aunque claro, los de aquellos gobiernos que manifiestan mayor sintonía política denotaron un mayor entusiasmo, tanto en el saludo como en la respuesta.
Fue el caso de la respuesta al mandatario boliviano Luis Arce, quien había calificado el triunfo argentino como "la victoria de la Patria Grande". "Así es amigo Lucho. En equipo, con esfuerzo y trabajo hasta el último segundo, la gloria eterna es posible", respondió el mandatario argentino, en un mensaje en línea con su último discurso sobre la negativa a aceptar como inevitable una derrota oficialista en las elecciones de 2023.
En el otro extremo, fue llamativa la ausencia de felicitación por parte del presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, que en la última cumbre del Mercosur mantuvo una controversia respecto de si la voluntad uruguaya de firmar acuerdos con otros países podía ser considerada como una infracción a las normas del bloque regional.
Sin embargo, sí hubo una felicitación uruguaya, aunque en nombre del ministerio de turismo, que en su cuenta oficial posteó una foto de la célebre escultura de "los dedos de Playa Brava" en Punta del Este, pintados -en retoque digital- con los colores de la bandera argentina.
Probablemente uno de los mensajes que Alberto haya recibido con mayor satisfacción haya sido el del presidente electo de Brasil, Lula Da Silva, quien está mostrando reciprocidad con el explícito apoyo brindado por el Gobierno argentino en la reciente elección ante el mandatario Jair Bolsonaro, un apoyo que incluyó la visita relámpago a Brasilia para reforzar la alianza. Lula ya había tenido un gesto para con el Gobierno, al sumarse a los mensajes de condena al "lawfare" y de solidaridad con Cristina Kirchner tras su sentencia judicial.
© iProfesional
0 comments :
Publicar un comentario