martes, 15 de noviembre de 2022

Mensaje de Felipe González a los halcones

 Por Gustavo González

Es un primer paso: casi todos los políticos, sindicalistas, empresarios y periodistas dicen, tanto en público como en privado, que se debe cerrar la grieta. Y los que no piensan así guardan silencio ya que entienden que hoy puede ser “piantavotos” decir lo contrario.

Solo en los últimos días, hicieron declaraciones en contra de la grieta Alberto Fernández, Sergio Massa, Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal, Facundo Manes y los gobernadores Gustavo Bordet, Arabela Carreras, Sergio Uñac y Gerardo Morales. Y Juan Schiaretti y Juan Manuel Urtubey anunciaron una alternativa electoral “superadora de la grieta”.

Más allá de la lógica económica y social detrás de la necesidad de encontrar consensos, ya es políticamente correcto mostrarse alineado en ese sentido. Y a medida que se acerca la campaña electoral, incluso los extremos intentan parecer prudentes y dialoguistas. Aunque no siempre lo logran.

Es razonable que sean los empresarios y sindicalistas los más urgidos por alcanzar acuerdos que aceleren inversiones y contratación de personal:

*El último coloquio de IDEA buscó explícitamente ese objetivo. Se tituló “Ceder para crecer” y algunas de las palabras más mencionadas por los expositores fueron diálogo, consenso, acuerdos y grieta.

*Los principales líderes sindicales acaban de inaugurar Espacio Laborar, una suerte de think tank multisectorial con el objetivo de “buscar acuerdos para el desarrollo, la productividad y el trabajo”.

*El martes pasado, el G6 (bancos, cámaras de Construcción y Comercio, UIA, la Rural y la Bolsa) trajo al país a Felipe González para explicar si es posible replicar aquí el Pacto de la Moncloa: “Para que haya diálogo –dijo González– debe haber reconocimiento del otro. La palabra no debe ser el puñal. Pactar no significa dejar de competir ni ponerse de acuerdo en todo”. Además de empresarios, lo escucharon sindicalistas como Hugo Moyano y Rodolfo Daer. Después se reuniría a solas con Cristina Kirchner.

*El jueves, en el Congreso de la UIA, se calificó de “obsoleta” la grieta y el eje de las conversaciones fue la relación entre diálogo y crecimiento.

Es que la grieta pasó de ser una metáfora que representa la polarización de las diferencias políticas a revelarse como el hilo conductor que une el fracaso argentino de la última década, cruzando distintos liderazgos y modelos económicos.

En la semana se conocieron dos encuestas. Una, de Zuban Córdoba, señala que la grieta marcó a una generación que elige amar o hacer negocios solo con personas que piensan igual. Otra, de Giaccobe, se tituló “Grietómetro” e indica que casi la mitad de las amistades se rompieron por las posiciones extremas.

Cada vez más, en el círculo rojo crece el malestar frente a lo que parece incomprensible. Si la grieta dejó de ser un simple debate intelectual para convertirse en un tema diario de conversación que deriva en que una amplia mayoría comparta la vocación de cerrarla, ¿por qué los dirigentes políticos no terminan de concretar un diálogo multipartidario que acuerde medidas básicas que puedan asumir este gobierno y los siguientes?

La primera respuesta podría ser más filosófica, en el sentido de que los dirigentes harán la historia después de que la historia los haga a ellos. O sea, los dirigentes recién moverán después de que sus dirigidos los muevan a ellos, cuando exista el caldo de cultivo social suficiente para producir un cambio de ciclo.

La segunda respuesta es más de coyuntura. Es probable que ese “mandato social” ya exista, pero todavía no sea el momento para que las cosas sucedan. De hecho, las dos grandes coaliciones atraviesan procesos internos que, justamente, reflejan el duelo entre confrontación y consenso. Y ese duelo está en pleno proceso de resolución.

Por eso, esta será una campaña electoral atípica. Porque no solo competirán distintos modelos políticos y económicos, sino que estarán en juego dos tácticas opuestas para llevar adelante esos modelos.

Tanto en el oficialismo como en la oposición conviven los que están convencidos de que la única forma de gobernar con éxito es imponer su modelo y quienes creen que ya no hay forma de imponer nada que no cuente con el apoyo de una mayoría ampliada (superior a la mayoría que pueda arrojar un triunfo electoral del orden del 45%).

La primera incógnita a revelar es cuál de esas dos corrientes se impondrá en cada coalición después de las PASO. La segunda es si luego, en las generales, competirán halcones vs. halcones, palomas vs. palomas o si será un duelo mixto de halcones vs. palomas. Y si el resultado final dará un próximo presidente moderado o extremo.

Ese duelo ya llegó.

Es el de un Presidente o un Massa, más proclives a negociar con los centros del poder mundial y con las corporaciones nacionales, y un cristinismo que los critica por ceder demasiado (ya sea frente al FMI o el campo) y perjudicar la economía nacional y popular.

Es un duelo similar al que se da entre un Larreta o un Manes, que entienden que los cambios más importantes solo pueden realizarse a través del consenso; y los Macri o Bullrich, que piensan que al peronismo solo se lo convence venciéndolo definitivamente.

Las respectivas luchas de fondo se expresan también a través de las luchas de formas. Los más proclives al diálogo tienen formas más medidas, menos explosivas. Las formas de quienes creen en la confrontación son más taxativas, menos concesivas.

En su visita, Felipe González recordó la reacción del viejo caudillo comunista Santiago Carrillo cuando se comenzó a negociar en aquella Moncloa de 1977. Carrillo había sido uno de los protagonistas de la Guerra Civil, involucrado en episodios violentos en los que fue víctima y victimario, y por aquel entonces regresaba de un largo exilio.

González contó que fue ese combativo dirigente quien más deseos mostró por acordar: “Dónde hay que firmar, decía Santiago”.

Es el mensaje que Felipe González les dejó a los halcones.

Las posiciones irreconciliables pueden dejar de serlo. Hasta los más extremos pueden moderarse. Lo que parece imposible puede pasar. Pero eso ocurre después de tocar fondo, tras haber probado hasta el agotamiento el fracaso de la confrontación.

La España que hoy conocemos comenzó cuando se aprendió esa lección.

© Perfil.com

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