El tiempo dirá. Pilar Rahola definió a Bullrich como “la siguiente presidente del país”.
Por Sergio Sinay (*)
El medio digital elDiarioAR describe, en una crónica firmada por Alejandro Seselovsky, una entrevista de la periodista española Pilar Rahola a Patricia Bullrich ocurrida en el Palacio Balcarce, de Recoleta, ante un público selecto. Rahola definió a Bullrich como “la siguiente presidente del país” y ésta, además de agradecer, lo dio por sentado. En un tramo avanzado de la conversación Bullrich afirma que “con las mafias no hay nada que consensuar”.
Y Rahola le echa más combustible con esta frase: “Esta actitud, Patricia, la que tienes, es la única que puede vencer al peronismo. O les plantas cara o ellos te arrasan”. La precandidata del PRO, ya en confianza, da un paso más: “Voy a hacer una definición un poquito tajante: si vos querés dialogar y tenés enfrente un guanaco que te escupe, entonces no hay diálogo posible”.
Enfrente, tanto la familia Kirchner, madre e hijo, como su delegado no reconocido en la Presidencia de la Nación, suelen amenazar de tanto en tanto con la necesidad de un diálogo, mientras simultáneamente descargan una pesada artillería de insultos sobre la oposición, su supuesta interlocutora. Y Javier Milei, quien últimamente pareciera entre sedado y desconcertado, ya se despachó con todo tipo de invectivas contra propios y extraños, esa “casta” con la cual se niega a dialogar y de la cual aprendió a imitar rápidamente algunos de sus peores aspectos.
Martín Buber (1878-1965), filósofo existencialista israelí nacido y criado en Viena, basó su filosofía del diálogo en dos palabras esenciales: Yo y Tú. Ese es el título del libro que publicó en 1923, en el que enfatiza que aquellas dos palabras son, en realidad, una. La llama “palabra primordial”. Uno de sus términos es inconcebible sin el otro. “La palabra primordial Yo-Tú establece el mundo de la relación”, escribe Buber. “Cuando el hombre dice Yo quiere decir uno de los dos”. Siempre, por lo tanto, se es quien se es entre otros. Cuando el otro, el Tú, es suprimido desaparece también el Yo. “Me realizo en el contacto con el Tú; al volverme Yo, digo Tú”, revela el filósofo con enorme belleza. Explica, además, que las palabras primordiales no describen cosas, sino que indican y crean relaciones. Desde esta perspectiva la relación Yo-Tú es fundacional de la experiencia humana.
¿Sería posible que los políticos argentinos, la masa crítica e influyente de ellos, entendiera estos conceptos? ¿Sería posible que los entendiera la sociedad, una masa crítica de ella enfrentada en diferentes y profundas grietas, y dedicada a cavar nuevos fosos a partir de cualquier motivo? Son dos preguntas retóricas. Es decir, llevan incluida la respuesta. Y la respuesta es: no. Lo que el Tú significa como representación de lo diverso y como condición de existencia del Yo (tanto en el orden personal como en el colectivo) es aquí una noción perdida hace tiempo. Los Yo efímeros, inconsistentes, que temen no existir si no es negándole la palabra y la existencia a los otros, se multiplican, son plaga, y es posible encontrarlos en todas partes.
En este acelerado proceso de intolerancia, decadencia y descomposición se enfrentan miserablemente incluso dentro de los espacios que supuestamente comparten. La grieta ya no separa a oficialistas de opositores, sino que las más importantes empiezan a enfrentar a oficialistas con oficialistas y a opositores con opositores. Como las barras bravas que, desaparecidas de los estadios las hinchadas visitantes, comenzaron a desgajarse en facciones que chocan violentamente (y a muerte) entre sí.
No hay dialogantes para abordar los graves, grandes y viejos problemas de un país que se ve cada vez más lejos del mundo, incapaz de integrar los Yo y los Tú en visiones que los contengan y que generen un progreso colectivo. Mientras se insulta, se rechaza o se ignora al otro esos problemas fermentan, agravándose. Los guanacos “que te escupen” ya no están solo del otro lado de la fosa. Se reproducen de este lado. Dice Buber que la palabra Yo puede golpearnos “cuando sale de una boca caótica, que da a su contradicción íntima una expresión violenta, brutal y estúpida”.
(*) Escritor y periodista
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