sábado, 15 de octubre de 2022

Todos los dolores

 Por Carlos Ares (*)

Como si fueran pocos, hay catorce dolores más. El oficial no se consigue. Dicen que no les duele nada. No escuchan los pedidos de socorro. El reclamo de las tripas. El rechinar de los dientes. El raspado de los pies detrás de los carros. La caída de los cuerpos que se abandonan en los umbrales. El golpe duro de las tapas de los contenedores de basura. El gimoteo de fondo de la congoja contenida. El crack de la droga que parte el alma. Los disparos nocturnos. Los gritos.

Si querés ahorrar dolor, te niegan el alivio de unos pocos. Sospechan. Andá a saber si esas penas que te sobran no las ganaste a causa del odio. Si necesitás un repuesto para el ánimo, querés cambiar, importar una idea que en otro lado funciona, probar algo mejor, no te dejan. Dicen que, así como vamos, como seguimos, como venimos desde hace casi un siglo, ellos están bien. Que en relación con su peso histórico el dolor va a bajar. Que un día llegaremos a olvidar esto que sienten los más jóvenes. Que acá lo único que te venden es dolor a futuro.

Cuando empiece la campaña electoral van a prometen reducir el dolor en constante alza a un ligero malestar, una mera derrota circunstancial contra las fuerzas del mal que impiden la felicidad del pueblo. Dirán entonces que estamos ahí nomás de la liberación definitiva. De calmar, al menos por unos años, la sensación de que este país es inviable. Van a pedir que renovemos los votos de adhesión incondicional en una boleta rellena de caras y sonrisas. El sobre se deposita a mano alzada con dos dedos en v.

Los punteros que administran planes sociales convocarán gente a la plaza para demostrar que la lealtad no tiene límites. Al terminar el acto, después de recitar las consignas, de cantar la marcha, los aspirantes a optar por un favor, un subsidio, un carguito público, a recibir tal vez una cantidad de dolor que puedan soportar, tendrán que arrodillarse, rogar, agradecer la limosna, descontando el diezmo para evitar todo juicio a la santa que cobra cuatro millones de jubilación.

En caso de haberse atrevido a boludear con otra cosa, a dudar aún sin querer, los tibios vomitados por los dioses deberán reconocer que fue por su grandísima culpa, y obligados a purgar todo pensamiento extraño al sentir nacional. Una vez confesado, expiado el pecado, rezarán a diario el prólogo del credo. Creo que los capos de los sindicatos no son millonarios, no viven de la plata del Estado, ni de la que aportan los trabajadores. Creo que los Kirchner no robaron. Creo que eran defensores de los derechos humanos. Creo que Boudou, De Vido, los Fernández, Cerruti, Insfrán, Manzur, Rodríguez Saá, Gerardo Martínez, Andrés Rodríguez, Recalde, Cafiero, no son la derecha. Creo que Massa no está haciendo un ajuste.

La opción dolor blue es más costosa. Por lo que se sabe, los pocos que pudieron vender todo para comprar un pasaje con la ilusión de partir, comenzar de cero en un lugar decente, tranquilo, donde criar hijos independientes, de espíritu libre, con criterio propio, sin que los adoctrinen los maestros, ni los gobiernos, parece que no la pasan tan bien como cuentan. Arrancarse de un tajo seco, o embebido en alcohol, los abuelos, los padres, los amigos, los nietos, el barrio, los amores, no es para cualquiera. Estamos hechos de sueños, sí, pero también de sentimientos formateados en la infancia.

De última, queda el dolor que dan en llamar “contado con liquidación”. Es una propuesta extrema, de fanático desbocado, tipo Milei. Recuerda a “cirugía mayor”, como mintió Menem cuando remató con la complicidad de empresarios y dirigentes gremiales las empresas del Estado. Es demoledor, terminal, cargar de una con tanto dolor acumulado para soportarlo ya, ahora, todo junto, sin descuento, sin cuotas. Te liquida, te deja sin aire, muerto. Habrá, hay, debe haber, quien pasado el tiempo reacciona, quien todavía respira, se levanta y sigue después de eso, pero la mayoría ya sabe que no hay forma de pagar tanta deuda en dolores de un día para el otro.  

Es mejor repartir las cargas hasta bajar la inflamación del peso. Un poco de verdad hoy, un poco de justicia mañana, y así. Lleva tiempo, pero al final el dolor afloja.

(*) Periodista

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