Por Nicolás Lucca
Cuando contaba con 11 años, una madrugada del 1° de enero de 1994 se produjo una batalla campal de botellas de vidrio. Los beligerantes: los jóvenes del complejo Cardenal Samoré vs. los del complejo Nágera. Locación: la avenida Escalada, conmigo presente. No pasó a mayores.
A los 16 años quedé atrapado en un tiroteo. Dos bandas que disputaban vaya a saber uno qué, se corrieron con autos a los tiros. Yo estaba en la calle. Algún que otro herido, ningún muerto.
Poco después ocurrió otro tiroteo con medio barrio en la calle. Uno murió. Cayeron todos en cana porque a la policía se le ocurrió ir a chusmear al velorio.
A mis 17 años, a pleno mediodía, este pelotudo que escribe descendía de un interno de la línea 36 con el uniforme del colegio, la mochila al hombro y, como corresponde a la edad, papando moscas. Me bajó a tierra el inconfundible ruido de neumáticos y quedé paralizado mientras se cagaban a tiros entre la policía y dos hombres. Uno de los canas me gritó en medio de la balacera “rajá a tu casa”. Creo que no sentí las piernas.
No recuerdo cuándo fue que me quisieron cortar el cuello con un vidrio roto para robarme el celular en una formación del Belgrano Norte, pero ya era un boludo grande. Cortar, cortaron. Poco profundo, pero lo intentaron. ¿Carátula del expediente? Robo simple. Archivado.
Si mal no recuerdo, la última vez que me quedé en medio de un tiroteo no tenía forma de moverme. Avenida Vélez Sarsfield y las vías, tránsito detenido, yo arriba de un auto, a media tarde. Dos patrulleros corrían a un vehículo desde el que respondían a los tiros. Uno por la vereda, otros por la mano contraria. Los conductores atrapados en el medio. Si no fue hace cinco años, le pega en el palo.
Lo que relato arriba no es más que una serie de escenas a las que más de uno está acostumbrado. Puede parecer un montón leerlo todo junto, pero esos hechos se dieron a lo largo de mis treinta y diez años de vida. Y ninguno tuvo que ver con mi laburo.
Pero no se dan una idea de lo salvaje que fue todo a partir de 2014. Cosas turbias que daba más miedo denunciarlas y cualquiera que haya laburado por aquellos años fue víctima o tuvo un compañero de redacción que sufrió algún hecho delictivo totalmente vinculado al ejercicio del oficio. ¿Quién fomentaba ese clima? ¿Hay culpables? O sea: si agrupaciones oficialistas arman una kermese para disparar gargajos de saliva a imágenes de periodistas, ¿eso puede llevar a que un loco comience a amenazar o golpear a periodistas?
En 2016 realicé una denuncia por amenazas de muerte. No fue tan solo “sentirme amedrentado”, sino que la frase “vas a aparecer en una zanja” no me dejó demasiado margen de interpretación. Al volver de realizar la denuncia tenía un correo electrónico que rezaba “así que hiciste la denuncia, putito”. Creo que pusieron una consigna policial y tiempo después, como corresponde, se archivó el expediente.
Igual la saqué barata. Imagínense que, si ni mi perro me reconoce cuando entro a casa, qué puede ocurrir con los grandes investigadores de esta bonita profesión.
Cierta ocasión, Nicolás Wiñazki tuvo que pedir ayuda para poder abrir el auto: se lo habían envuelto en alambre de púas. También estuvo con custodia personal por largo tiempo, ,de ese tipo de vigilancia que no te deja ir al baño en soledad. ¿Su pecado? Haber encontrado una ruta de lavado de guita.
Y los ejemplos se repiten hacia el infinito y más allá.
Pero ahora que hasta la titular del Inadi propone “regular los discursos de odio” –de la oposición– en lugar de iniciar un expediente por la comunicación estigmatizante oficial hacia sectores tan definidos como amplios, quiero que alguien se anime a preguntar en alguna conferencia qué carajo entiende un funcionario por “discurso de odio” y a qué se refiere con “medios, justicia y política”. Que den nombres, hagan las denuncias y se muevan en el marco republicano y democrático que tanto pregonan.
Más que nada porque yo, hasta ahora, solo veo a matones de la palabra que se creen que nos olvidamos de lo que fue 678 y su sana costumbre de dedicar una hora por día a señalar a quién había que hacer mierda y dar los argumentos a utilizar.
¿Quién define qué es un discurso de odio a la hora de la comisión de un ilícito por parte de un tercero? ¿El gobierno? ¿Donda? ¿Guazzorra? ¿Quién popularizó el “te odio, te odio a vos y a todo lo que representás? ¿Fui yo mientras agarraba de las mechas a Cabandié o fue Luis D’Elía en la FM más escuchada del país al ser entrevistado por Fernando Peña?
¿Quién escrachó a un jubilado marplatense que se quejó por no poder comprarle diez dólares a su nieto para fomentarle el ahorro? ¿Quién lo hizo por cadena nacional? ¿Qué esperaba esa persona al decir lo que dijo? ¿Quién rompió diarios en una conferencia de prensa? ¿Yo, señor? No, señor. ¿Es ese un mensaje de construcción de armonía? ¿Creen que eso no generó consecuencias? Hace unos años hice un video con los insultos recibidos en un par de días. Solo para joder. Ahora, si alguien me ataca personalmente, sería un idiota si denuncio a cualquier persona que no sea el atacante.
Siempre dije que “si les garantizaran la impunidad hay un grupo de locos que nos mataría a todos”. Nunca lo habían dejado tan en claro. Me harté de escuchar y leer lo mismo mil veces: “si la bala salía, hoy estamos en guerra civil”. El tema es que hasta el propio titular de la Agencia Federal de Investigaciones habló del accionar de un “lobo solitario”. ¿No se entiende? ¿Hay que explicarlo con dibujos? ¿Por qué insisten en culpar a los que no hicieron nada? ¿Por qué abogados con cargos de funcionarios insisten en inventar figuras penales que no existen? ¿Y por qué nos someten a todos al escarnio por no tener absolutamente nada que ver con algo que podría haber pasado?
Ahora existe una sospecha de que el detenido no actuó solo. Encanaron a la novia. Y aunque pertenezcan a una organización armada, no somos todos, ni la mayoría, ni la mitad ni una parte.
Pero aún hay que escuchar la amenaza de guerra civil de algunos, la de “no queda piedra sobre piedra” de otros. ¿Qué piensan hacer si existe una condena efectiva aunque la Presi no tenga ni media chance de ir en cana?
Es interesante esta novedad de blanquear que se mueren de ganas de salir a cazar a los que piensan distinto. También es interesante que ningún fiscal actúe de oficio ante cada uno que garantizó una guerra civil si la bala salía. ¿Saben algo que deberíamos saber todos? ¿Qué organización tienen en mente? ¿Tan solo son unos opas que sueñan con un baño de sangre? Que vayan y expliquen por qué tanto amor vestido de amenaza.
Por lo escuchado y leído, no sólo no quieren que Cristina vaya presa –algo que nunca ocurrirá ni aunque la condenen ya que cumple 70 en febrero– sino que hay personas que tampoco tendrían pruritos en matar al que no le cae bien. ¿O acaso la repetición de “guerra civil” se refiere a una batalla de bolitas de papel mojado?
Los que no contamos con la sabiduría ancestral de adorar teológicamente a la Vicepresidenta también hicimos el cálculo “qué hubiera pasado sí”. Y claro que alcanzamos el mismo resultado. La diferencia radica en que nosotros damos por sentado que el que comienza es algún grupo delirante del oficialismo. Y algún que otro grupo delirante del oficialismo da por sentado lo mismo respecto de ellos. ¿Quién sería el enemigo con el que se enfrentarían en una guerra civil? ¿O tan solo amenazan con salir a cazar al que piensa distinto? La argentina tiene experiencia en eso. De hecho, el oficialismo construyó todo un discurso épico sobre esa experiencia.
Obvio que no voy a generalizar, pero ¿por qué el que no piensa eso no le pone un freno al que dice esas cosas mientras se queja del odio de los demás? ¿Tantas ganas de sangre pueden tener? ¿Cómo mierda se atreven a decir que “el peronismo no odia” cuando solo se han matado literalmente entre ellos durante décadas? Pareció madurar y solo amenazar con meterse presos unos a otros para después ir a elecciones. Y ahora esto.
Los leo, los escucho y veo un mensaje perverso de exigir disculpas por lo que hizo un loco por la supuesta culpa de otros. Es como si cagaran a trompadas a alguien que está pancho en su casa para que entienda que está mal ser violento.
Respecto de las reacciones desmedidas por parte de los que son señalados por el oficialismo, primero hay que diferenciar a los que no les queda otra que agachar la cabeza. Y está perfecto, porque entre ser feliz y tener razón, siempre hay que elegir lo primero: el que solo quiere tener razón la tendrá y así y todo no será feliz.
Funcionarios, diplomáticos, referentes políticos, digan que sí como a los locos, que nadie pierde nada. Podrían emitir comunicados institucionales, pero no: hay que hacer listas negras a la inversa, difundir solicitadas y comunicados para ser firmados. El que non uien no firme, queda expuesto.
Ahora, los que no estaban obligados ni presionados… ¿con qué necesidad? ¿Tienen miedo de que los puteen quienes los van a putear de todos modos?
Hasta influencers de moda fueron puteados porque no se pusieron tristes ni condenaron en sus redes lo ocurrido. Gente: el grueso de la población está en otra. No es que no se ponga mal por ver lo ocurrido, simplemente se dedica a otras cosas o no le interesa. ¿Es delito?
Lo que ocurrió con la Vice es un delito. Y como todo delito, es repudiable. Pero ni mamado me tengo que hacer cargo de lo que haga un chabón totalmente desquiciado. De hecho, quienes buscan culpables en terceras personas están más cerca de la psicopatía que de cualquier otra actitud bien intencionada.
¿Discurso de odio? No jodamos, no hay nada mas subjetivo que decir que algo que no es de nuestro agrado es un discurso de odio. En 1969, cuando la policía llegó al 3301 de Waverly Drive en Los Ángeles, encontró dos cadáveres apuñalados hasta el cansancio, al igual que habían encontrado la noche anterior a Sharon Tate y tres de sus amigos. Con la sangre de las víctimas, los asesinos escribieron “Helter Skelter” en la heladera.
Manson se había sentado unos días antes con toda su banda y les puso la canción a todo volúmen. Luego de 4.29 gloriosos minutos, el delirante les dijo “¿Se dan cuenta de lo que pasa? Se viene el Helter Skelter”. Manson hasta relacionó a los Fab Four con los cuatro jinetes del Apocalipsis, así como antes había delirado que Blackbird era una canción que predecía el alzamiento de los negros contra los blancos.
Cuando declaró, Manson culpó a los que provocaron la reacción de la banda y culpó a otros por incitarlos. Puntualmente, a John Lennon y Paul McCartney: “¿Es acaso una conspiración que la música diga a los jóvenes que se rebelen porque la sociedad lo destroza todo? La música habla, pero ustedes están demasiado sordos y ciegos para escucharla. No es mi conspiración ni mi música. ¿De qué me culpan? Yo no escribo esas canciones, fueron The Beatles y lo que editaron. Los chicos la escuchan y entienden el mensaje subliminal”.
Lennon contestó con prudencia: “Está loco. ¿Qué tiene que ver una canción con matar a personas?”
Sólo un imbécil o alguien con mucho miedo a tener que buscar un laburo honesto se atrevería a culpar a Paul McCartney por haber escrito ”una canción que incita al odio” solo porque alguien dijo que otros mataron influenciados por lo que se les antojó interpretar de esa canción.
¿Alguien tiene a mano un artículo periodístico firmado y publicado por cualquier medio de comunicación en el que se exprese que hay que matar a Cristina? ¿Algún político dijo eso? ¿Alguien dijo, literalmente, “maten a Cristina” y lo firmó? Qué se yo, demasiadas preguntas pero porque no hay otra forma de procesar todo este delirio. Igual, ya pasará. Como todo en este país. Por eso, estimados que se encuentran presionados o pasan por una discusión: elijan entre ser felices o tener la razón. Total, pasa rápido. Y en cuanto al temor de qué pueda ocurrir con una eventual condena: dejemos de prestar tanta atención que es todo lo que desean en la vida. Como si no tuviéramos cosas realmente importantes para hacer.
Después de todo, no existió presidente en toda la democracia con mayor poder real que Carlos Saúl y, cuando terminó recluido en la Quinta de Gostanián, también le armaron marchas en apoyo.
¿Pasó algo más?
© Relato del Presente
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