Por Pablo Mendelevich |
Tal vez sea injusto que la aparición de Fernando Vaca Narvaja en la inusual entrevista que le concedió la semana pasada a Tomás Rebord para su canal de YouTube solo quede asociada al escándalo que produjeron sus disparatados dichos sobre la Contraofensiva. Durante tres horas y cuarto uno de los sobrevivientes de la cúpula de Montoneros –junto con Mario Firmenich y Roberto Perdía– desgranó de manera cautivante para un público considerable episodios de su intenso pasado.
También contó intimidades familiares domésticas con relación a su “consuegra” (su hijo Camilo es el padre de la nieta de Cristina Kirchner) y vertió opiniones sobre economía que sonaban calcadas de las que suele dar la vicepresidenta. Dijo que con ella hablan de política. No aclaró quién influye sobre quién.
Tal vez muchos seguidores de El método Rebord, como se llama este videopodcast, no sean consumidores habituales de libros de los setenta, de modo que habrán podido deslumbrarse con hechos de película protagonizados por Vaca Narvaja que a lo mejor desconocían. Por ejemplo, la fuga de la cárcel de Rawson de 1972, prolegómeno de la Masacre de Trelew, en un avión previamente secuestrado, junto a Mario Roberto Santucho, Enrique Gorriarán Merlo, Domingo Mena, Roberto Quieto y Marcos Osatinsky. Solo él vive para contarla. “Nosotros lo trajimos a Perón”, factura antes de sugerir que la democracia también se la debemos a los Montoneros.
En un momento Rebord, de 29 años, dice de sí mismo que es muy ignorante acerca de la época sobre la que le toca preguntar. Al comienzo se revela que Camilo Vaca Narvaja fue el gestor de la entrevista y que le “pasó mucha data” al entrevistador para prepararlo. El veterano líder guerrillero podrá explayarse tranquilo, no habrá repreguntas. Nadie advertirá, tampoco, que el líder montonero habla de Jorge Masetti, el guerrillero guevarista desaparecido en Salta en 1964, llamándolo César Mascetti.
En ese marco Vaca Narvaja va a poder decir, entre infinitas anécdotas sobre la lucha armada no exentas de resonancia heroica, que la Contraofensiva fue un éxito y que Perón no echó a los Montoneros de la Plaza sino que se fueron, con él al frente, porque quisieron. Solo evitará responder si alguna vez mató. El usuario de YouTube deberá deducirlo solo. Al uso de la violencia lo explicará diciendo que del otro lado, del antiperonismo, había comandos civiles. Al relativismo histórico no lo inventaron los K.
Es bien sabido que cuando se produjo la Contraofensiva la dictadura no solo estaba vigorosa, sino que tenía el aparato de represión ilegal intacto. Alrededor de 80 guerrilleros fueron asesinados. Varios de ellos ni siquiera llegaron al país, fueron interceptados en el camino. Entre otros, Ana María Montoto Raverta, la madre de la titular de la Anses, Fernanda Raverta, secuestrada y asesinada en Lima. Hace tiempo ya que una parte de los sobrevivientes y familiares sostiene que los Montoneros que en 1979 y 1980 “decidieron” regresar (en realidad, los oficiales montoneros no tuvieron opción) lo hicieron en base al “derecho constitucional de resistir a la dictadura”, pese a que la organización también había combatido con las armas al gobierno constitucional peronista. Se glorifica a los guerrilleros caídos en consonancia con la reivindicación general de los Montoneros (no así del ERP) que el kirchnerismo viene instalando como historia oficial a paso sostenido. El discurso ponderativo de quienes participaron de la Contraofensiva, que aparece incluso en sitios oficiales, es funcional a la versión de los jefes montoneros que sin moverse del exilio mandaron a los combatientes a una misión casi suicida. Pero ese discurso no se sostiene si se reconoce que la dictadura los estaba esperando, como lo confirman muchísimas pruebas, y que la mayoría de las operaciones montoneras fracasaron. Ahí aparece el triunfalismo de utilería: con la Contraofensiva vencimos a la dictadura, la vuelta de los militares a los cuarteles no se debió a la desastrosa Guerra de las Malvinas, sino a nuestros heroicos combatientes (pese a que un gran número de ellos fueron asesinados antes de llegar a combatir).
Vaca Narvaja se refiere dos o tres veces a “la época democrática”, pero extrañamente dice que fue “de 1973 a 1975″, como si no supiera que Isabel Perón gobernó hasta marzo de 1976. Por supuesto, acerca de que los Montoneros asesinaron a José Ignacio Rucci en “la época democrática”, más precisamente cuando Perón ganó las elecciones, ni una palabra.
“El error nos envolvió a todos”, suelta de repente: lo mismo que no hacerse cargo de nada. De lo que sí se arrepiente con todas las letras es de haber aceptado el indulto de Menem. Es la única autocrítica que formula en las tres horas y cuarto. “A Perón nosotros lo seguimos reivindicando”, afirma cuando niega la ruptura, tras calificar al discurso de estúpidos e imberbes de “muy agresivo”. Por suerte, todo quedó saldado el 12 de junio de 1974 con el último discurso (“llevo en mis oídos la más maravillosa música que es para mí la palabra del pueblo argentino”), no se sabe muy bien cómo. Al mismo tiempo Vaca Narvaja dice que Montoneros tenía cinco gobernadores (Bidegain, Obregón Cano, Martínez Baca, Cepernic y Ragone) y que los cinco fueron destituidos. Pero no parece estar al tanto de quién pudo haber acabado con ellos.
La matriz analítica que Vaca Narvaja al parecer ahora comparte con su “consuegra” se ve que era sólida. El paso de medio siglo no le hizo mella.
© La Nación
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