Por Nelson Francisco Muloni
“…ese ya no es, aunque parezca cierto, / es un Manuel Castilla que se ha muerto / y en esa casa está resucitando”.
Este poeta que “está resucitando”, es una tierra enorme que renace en esas palabras que se mantienen vivas, alimentadas en voces que entran, andan y resurgen en las pieles o en las canciones. Depende del lugar de esa tierra donde se esté.
Manuel J. Castilla es ese gran asimilador del paisaje, pero no el simple paisajista, sino el hombre en toda su esencia, rodeado de esa “tierra hermosa” que no es, solamente, la Salta a la que huele en cada mañana, sino la territorialidad que excede su localía para hacerse, definitivamente universal.
Porque, ¿no es Castilla, acaso, el que imbrica el paisaje de La Pomeña con la orilla del mar en No te puedo olvidar, sólo por hablar de sus canciones?
¿No es un profundo semblanteo humano de algún pueblo español cuando dice:
Yo estuve viendo al hombre cuando alzaba
la sombra de su casa
de hebra en hebra como un barracán tibio,
vi sus manos lamiendo dócilmente trozos de piedra y barro.
y sin embargo, es su propia tierra salteña con que comienza su poema “Iruya”, de Cantos del Gozante?
Este es entonces, Manuel J. Castilla: el poeta que extendió la dimensión del verbo en un abanico continental, latinoamericano, de un regionalismo que, creciendo, va volviéndose necesariamente universal.
Cuando en sus versos Castilla transforma su propio espacio, sabe que la palabra ha adquirido su propia dimensión humana. Castilla es la palabra. Surgen en él los verbos y los adverbios. Él les da piel y estatura, contenido. Y pone y modifica, con gerundios y sustantivos que le van dando al poema un ritmo especial, único con el que, después, incluso, encarará las coplas que darán vida a las emotivas y trascendentes canciones.
Y Castilla, en tanto tierra y hombre, es el determinante enunciador de los más pobres porque sus versos no son meramente contemplativos. La Pomeña, Pastor de Nubes, Chaya para Toconás o Juan Panadero, entre algunas de sus canciones, hace referencia clara al sacrificio del superviviente del paisaje.
En el ya mencionado “Iruya”, Castilla dice:
Yo estuve viendo al albañil arrodillado. Su sombra iba pensando.
Lo he visto entre campanas que soltaban sus pájaros sonámbulos,
medio enterrado casi por sus dioses brutales…
O cuando en Hombre entre las cumbres de Lizoite, refiere:
Esta carne de Dios, esta aterida
carne sagrada y quieta entre las cumbres,
este bulto que mira su infinito bajo los ventarrones
es, sin embargo, un hombre.
El 19 de julio de 1980, el verbo de Castilla se silenció. Pero 36 años después, “en esta casa está resucitando”.
De La niebla y el árbol (fragmento)
Tú buscabas la tierra,
pero una tierra negra y desolada
y brutal y confiada.
Tú buscabas el hombre de esta tierra
con una amplia canción en la garganta.
La canción es del aire,
pero en el aire vuelan pájaros de hojas secas.
La canción es del aire y en el aire
ruedan los remolinos de la tierra.
Porque sabías de las aguas turbias
y de olvidadas tardes de ladrillo,
la tierra te llevaba a sus riberas
porque vieras la sangre desbordada
de sus ríos crecidos.
Pero la tierra se prolonga en la tarde
como es prolongación tu voz que cae a veces
más hermosa que la tarde, en la tierra.
Tú buscabas el agua
sin saber que tus ojos
recién habían salido de las aguas;
tú buscabas el viento
cuando el viento nacía en tu cabello,
tú buscabas el árbol y soltabas
pájaros para los árboles.
(...)
Si te hubieras quedado,
tal vez no te encontrara
para cantarte en medio de tantas hojas secas.
Tú buscabas la tierra.
La casa
A María Angélica de la Paz Lezcano
y a Juan Antonio Medel
Ese que va por esa casa muerta
y que en la noche por la galería
recuerda aquella tarde en que llovía
mientras empuja la pesada puerta,
ese que ve por la ventana abierta
llegar en gris como hace mucho el día
y que no ve que su melancolía
hace la casa mucho más desierta,
ese que amanecido, con el vino,
se arrima alucinado al mandarino
y con su corazón lo va tanteando,
ese ya no es, aunque parezca cierto,
es un Manuel Castilla que se ha muerto
y en esa casa está resucitando.
© Agensur.info
(Nota publicada originalmente el 18 de julio de 2016 en Agensur.info)
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