Por Nicolás Lucca
Ahora que Cristina alcanzó la paz mental tras ver al país incendiado creo que es momento de aclarar algunas cosas. Más de una vez hemos leído o escuchado que Cristina es una figura política brillante, o que es una gran oradora y cosas por el estilo. Que tales afirmaciones provengan de sus acólitos no es algo que deba sorprender.
Sin embargo es casi un latiguillo también a la hora de criticarla. “Es una gran oradora, pero…” se ha repetido por años. Y en los últimos tiempos hemos escuchado un “es brishante, pero no sabe elegir a sus candidatos”. Y como decía La Carli, mi profesora de literatura de la secundaria, un “pero” desvirtúa tanto el inicio como el final del enunciado sin que nadie sepa cuál es la parte que es real para quien lo dijo.
La carrera política de Cristina no se inició en 2003, comenzó de la manito de su marido. Y puede que hayan vivido todos en un universo paralelo las últimas décadas, pero el consenso sobre que “su segundo gobierno fue caótico” coincide con la desaparición de su consorte.
Lo siento si es que he herido alguna susceptibilidad, pero agregaré algo más: el fanatismo por Néstor Kirchner es post-mortem. Y al igual que con toda figura fallecida, se le acredita una dimensión que en vida nunca tuvo o se reinterpretan sus pensamientos para justificar una bestialidad.
No soy, precisamente, de los que se caracterizan por decir “el gobierno de Néstor Kirchner fue una gran gestión”, tan en boga entre los más furibundos anti kirchneristas de hoy en día. Lo desprecié desde el día uno por ser una continuidad del programa económico de Duhalde, algo que en aquel entonces para mí significaba una sola cosa: empobrecerme.
Basta con ver cuáles son los nombres que se mantuvieron de una presidencia a la otra: Ginés Gonzáles García, Aníbal Fernández, Daniel Scioli y un listado ampliado de personajes que abrazaron al kirchnerismo como si Duhalde fuera la mancha venenosa. Formaron también parte del gabinete de Duhalde Jorge Capitanich, José Pampuro, Carlos Soria y siguen las firmas.
Lo que sí me llamó la atención es la nueva mutación del peronismo discursivo. De pronto, Martín Sabbatella y Majo Lubertino eran peronistas, mientras que Duhalde era la mafia gorila. Con la excusa de “Él”, el innombrable por su condición de Santo Patrono de la demagogia, Cristina justificó cosas que Néstor Kirchner habría repelido con un lanzallamas. O sea: durante el gobierno de Néstor se apuntó al superávit fiscal, se administró un dólar competitivo, se aumentaron las reservas, se desreguló buena parte del comercio internacional y se fomentó el consumo como forma de reactivación económica mientras el gasto del Estado se redirigía a obras de infraestructura.
En el medio se chorearon todo, pero si vamos punto por punto, Néstor cumplió con más de la mitad del decálogo del Consenso de Washington. Linda ironía, ¿no?
Cristina justificó la debacle deficitaria, el aumento indiscriminado de los planes sociales, la ampliación de derechos que andá a saber cómo se financia, la impresión de billetes como si no hubiera mañana y el desdoblamiento cambiario. O sea, mientras levantaba la bandera de Néstor, llevaba adelante un gobierno absolutamente anti kirchnerista. Si el kirchnerismo hubiera existido con Néstor vivo, claro.
Lo de ser una gran oradora se desarma cuando vemos a quiénes les habla. Ya en sus tiempos de legisladora destacaba por su oratoria, es cierto. ¿Pero qué esperaban de nuestro Congreso donde tres o cuatro legisladores superarían una prueba Pisa? Comparada con el burraje promedio del legislador argentino, cualquiera que pueda cerrar una idea es un líder nato de masas. Y Cristina no logra cerrar una oración. Nunca. Si no me creen, repasen por escrito sus discursos.
“Las imágenes que me tocó ver este fin de semana largo, aquí en la República Argentina, casualmente en Semana Santa, siempre Semana Santa ha sido emblemática para los argentinos, y como si fuera una señal pegada, en esta oportunidad, a la memoria de una de las peores tragedias que tiene la historia Argentina, y que fue la del 24 de marzo de 1976. Son señales tal vez que se toma la historia, la casualidad, pero lo cierto es que en estos cinco días, el último día fue 24 de marzo”.
Semana Santa 2008
“Por eso, él, yo estoy segura, él vive en cada uno de los jóvenes, él vive en cada uno de los trabajadores, él vive en cada una de las mujeres, de los estudiantes, de los docentes, de los científicos que han vuelto a creer que la construcción colectiva de la Argentina, no solo es necesaria, sino que además es posible”.
Publicidad de Elvive, diciembre de 2011
“Cuando hoy me levanté y como todas las mañanas leí los diarios, en un ejercicio militante, leer los diarios es también un ejercicio militante, y leí que, a raíz de una iniciativa de la Universidad Nacional de La Plata, una joven, que estudiaba en los años ’70, en la Facultad de Astronomía, en el Observatorio como le decíamos nosotros, los que somos de La Plata, y que desapareció el 25 de septiembre de 1976, este último 25 de septiembre, el Decano de esa Facultad y la Universidad, se presentaron ante la Unión Astronómica Mundial, que es la organización que le da el nombre a las estrellas en el universo, y que por primera vez, hace 5 días apenas, el 5 de diciembre, a 5 días también de hoy, que además les recuerdo de ser la asunción de esta Presidenta el nuevo período gubernamental, es el Día Internacional de los Derechos Humanos, esa asociación internacional, que da la nomenclatura del universo, algo así como el catastro del universo, impuso el nombre de Ana Teresa Diego, a un asteroide”.
Ensayo sin puntos. Discurso de asunción, 2011.
Una oradora de la hostia. Si a eso le sumamos el sadismo de querer hablar siempre los fines de semana para cagarnos literalmente la vida, no creo que sea normal que yo sea el único que crea que su brishantez es un síndrome de Estocolmo.
Sin embargo, lo que más me preocupa es el segundo “pero”. Realmente me intriga. ¿Cómo es que una gran figura política, una persona brishante, no sabe elegir? Sabe elegir. Siempre eligió bien. Tienen que ser serviles, gente que no la minimice intelectualmente, y lo suficientemente estúpidos como para no dar nunca una idea propia.
Hay dos tandas. Julio De Vido, Guillermo Moreno, Anibal Fernández quedaron en el gabinete por necesidad. El primero por caja registradora, el segundo por patotero y el tercero por defensor de lo indefendible.
La elección de Boudou como ministro de Economía se hizo en base a la obediencia. A diferencia del resto de los miembros del Gabinete, no había trabajado con Néstor. Y esto no es un dato menor: Cristina siempre despreció a todos los que tuvieron que ver con su difunto esposo. Y es más que obvio para cualquiera al que le pinte ver los vaivenes judiciales de los exfuncionarios que desfilaron por tribunales. ¿Acaso le fue a Boudou tan mal como a Luis D’Elía, Lázaro Báez, Julio De Vido o Ricardo Jaime?
Obediente, sumiso y con ganas de fama sin opacar a la jefa. Así se eligió al Vicepresidente. ¿Cómo van a decir que Cristina no sabe elegir si obtuvo de Boudou todo lo que esperaba? Es como que digan que eligió mal al pelotudo de Hernán Lorenzino como ministro de Economía cuando su función era elemental: dibujá lo que te pido.
¿Quién puede ser tan terco como para no reconocer que Axel Kicillof era el candidato ideal a reemplazarlo? Un tipo que se cree mucho más de lo que realmente es, tanto académica como profesionalmente. Un pibe de los mandados excepcional capaz de inmolarse por su jefa sin otra aspiración que darle la razón.
Y todo para que hoy escuchemos que Alberto es producto de que Cristina no sabe elegir. Mirá si sabrá que no solo recuperó el Poder sino que se garantizó tener al más obediente funcionario que el kirchnerismo haya visto. Sí, mucho más obediente que cualquiera.
Durante su única gestión relevante –Jefe de Gabinete– sólo cumplió órdenes. Más que Jefe de Gabinete era un secretario especial de Néstor Kirchner. Y al que me venga a vender moderación le recuerdo que en la Jefatura de Gabinete funcionaba la USINA –Unidad del Sistema Informativo de la Nación Argentina– un ente que hasta 2015 operaba como una central de inteligencia de información abierta y proporcionaba al Presidente de la Nación un listado de datos de quién dijo qué cosa y en dónde, quién se reúne con quién y en dónde, y demás cuestiones que, luego, el Presidente utilizaba para condicionar.
Fue el moderado el que le rapiñó un diputado al PRO en las legislativas de 2005, como así también fue el que defendió hasta último momento la resolución 125/08 de retenciones móviles a la producción agropecuaria. Fue el moderado el que operó hasta cualquier hora de la madrugada de aquel 17 de julio de 2008 para conseguir votos a cambio de prebendas. Tan obediente y moderado resultó que al día de hoy sigue sin haber visto nunca nada del dinero que circulaba por el despacho del Presidente, ese que tenía puerta abierta de por medio.
¿Cómo van a decir que Cristina no lo eligió bien? ¿Tan atrofiado quedó nuestro lóbulo frontal? ¿En serio alguien esperaba que el tipo se despegara de Cristina cuando es obvio que lo tiene agarrado de las tarlipes? Imaginen que el pelmazo se saca fotos y se deja filmar en un cumple en medio de una cuarentena extrema decretada por él mismo. ¿Se imaginan todo lo que nosotros no sabemos y ella sí?
La bronca de Cristina hacia Alberto no tiene nada que ver con haber elegido mal. Ella estaba profundamente enojada con Cobos, pero no lo eligió ella sino que surgió del acuerdo entre Néstor Kirchner y Alfredo Cornejo. Con Alberto está recaliente por algo que Alberto no puede hacer y Cristina no logra entender por qué: salvarle las causas judiciales a ella y a sus hijos. ¿Por qué no lo entiende? Y bueno, basta con ver sus presentaciones ante los tribunales para poder dimensionar que la exitosa doctora no tiene mucha destreza en Derecho Procesal Penal.
Brishante. Qué ganas de hacerme mear de risa. Brishante. Que esté adornada con tanta bijouterie que parece que saliera de su casa con destino a una ceremonia ritual subsahariana no quiere decir que realmente sea brishante. Y si creen que todo se resume al poder de convencimiento de masas están confundiendo seriamente carisma con inteligencia. Se puede ser profundamente carismático y un burro marca ACME.
Casi todos los economistas avisan de un riesgo de hiperinflación. Cristina no lo registra hasta que le hacen llegar un libro sobre la gestión de Sourrouile sobre el final del gobierno de Alfonsín. Sigue sin comprender demasiado y se reúne con Melconián. Tres horas para que comprenda. Ahora Grabois dice que Cristina le contó sobre un riesgo de hiperinflación. Brishante.
De todas las elecciones en las que tuvo que rosquear desde la muerte de su marido, solo consiguió ganar en 2019, cuando detrás de ella venían los dos grandes rosqueros del kirchnerismo histórico: Alberto y Sergio Massa. Ella, por sus propios medios, ha sido un desastre de brishantez. Perdió en 2013 frente al intendente de Tigre –¿?–, en 2015 logró la triple derrota en un solo día, en 2017 perdió frente a Esteban Bullrich. Brishante como pocas, una política que es tan exitosa como abogada.
Hagamos cualquier diagnóstico, pero a bajarla del pedestal. Si no lo hacemos –si no lo hacen– seguiremos en el pánico atroz de “qué querrá Cristina” o “cuidado que Cristina se puede enojar”. Así salen los análisis que publican después, en el que nadie se escandaliza porque el pelmazo del Presidente no consigue que un funcionario de tercera línea desocupe un escritorio porque Cristina no lo deja.
Si quieren ver cosas brishantes, lustren sus zapatos que no hacen tanto espamento.
© Relato del Presente
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