"Mejor ni calentarse y que todo nos chupe un huevo..."
Por Nicolás Lucca
Me he dado cuenta, estimado, que ya poco me importa lo que pase o deje de pasar. Es como si la Argentina tuviera un sistema inmune que nos protegiera de sí misma, no sé si me explico.
¿Recuerda que cuando era chico y los adultos comenzaban a hablar de política usted se levantaba y se iba a jugar para no comerse el aburrimiento? Bueno, ayer habló un empresario brasileño. Dijo que “debería existir una estatua de Cristina Fernández en cada rincón de Uruguay”. Y como toda humorada esconde algo de razón, esta no fue una excepción a la regla. Entre tantas oportunidades perdidas se nos van la mayoría de los empresarios que generan ingresos genuinos. Tan solo cruzan el charco.
Yo creo que tenía doce años cuando no hacía otra cosa que escuchar que estábamos mal. Y eso que era 1994, pleno 1 a 1 y sarasa.
Un día estábamos de camping en Colón, Entre Ríos, y mi viejo nos cruzó a Paysandú, Uruguay. Para quien no esté al tanto, es lo más parecido que puede estar de romper Miami un chico clase media atada con alambres. El tipo de cambio era divino, si mal no recuerdo, dado que un peso argentino equivalía a cinco pesos uruguayos. Y eso que ellos también venían de sacarle cuatro ceros a la moneda hacía poquito.
Hoy un peso uruguayo vale cuatro pesos argentinos. Casi nos dan vuelta el partido y ellos no hicieron nada: nos metimos todos los goles en contra.
Cabe hacer un paréntesis, si me lo permite. Cuando uno repasa la historia argentina se da cuenta de que realmente nos creemos el centro del universo. No registramos nada de lo que sucede más allá de la frontera. Me refiero a que en 1930 el mundo analizaba el canibalismo para sobrevivir a la crisis financiera internacional. Entre tanto, acá nos cargamos al Presidente. No sería la primera vez y viene a cuento, ya que le mencioné a Uruguay de pasada.
En 1998 la Argentina entró en recesión. No sé si recuerda que estaban todos los adultos en llamas. Pero la recesión era regional y comenzó en Brasil, mientras que acá tratábamos de reponernos a la borrachera de las crisis financieras con nombres de bebidas alcohólicas: el efecto Tequila, el Sake, el Vodka y, obviamente, el Caipirinha. Un par de años después explotó la burbuja de las puntocom, la región seguía totalmente resentida y, como aplicamos un corralito, los que tenían depósitos en Uruguay los retiraron en masa.
Los hicimos pomada. Pero mal, eh. La moneda uruguaya vio como el dólar se le iba de 13 a 30 pesos orientales. ¿Qué hicimos nosotros? Nos cargamos al Presidente. Y nos subimos a la nueva ola de la izquierda latinoamericana. Ahora, podríamos haber adoptado una izquierda racional y pragmática como la de nuestro vecino, pero como somos extremistas y, por sobre todas las cosas, bien hipócritas, abrazamos a los peores populistas demagógicos del continente. Y lo hicimos de la mano de un matrimonio presidencial que de izquierda solo tenían las manos con la que sostenían los fajos de billetes para poder contarlos.
¿Puede explicarme usted, estimado, cómo es que desde 2002 el dólar en Uruguay solo subió nueve pesos mientras que acá subió 221 pesitos al cierre de esta nota? Si nuestra economía es muy superior en recursos, cantidad de habitantes, extensión, infraestructura, industria y multiplicidad de rubros.
El análisis podría iniciarlo ahora mismo y da para terminar en un texto del tamaño de una Enciclopedia Británica. Pero ya ni ganas me quedan. Es lo maravilloso de la Argentina: que todo termine por chuparnos un huevo. Es un mecanismo de supervivencia divino en el que no importa la tragedia que ocurra, no importa lo mal que se encuentre la situación general: llega un punto en el que todo, absolutamente todo nos chupa un huevo.
Me da exactamente igual si Berni aprieta a los camioneros que cortan la Autopista La Plata-Buenos Aires o si una invasión ovni se apodera de Villa Tesei.
Le agradezco al gobierno la constancia en la debacle económica dado que también han dejado de importarme los números. ¿Para qué quiero saber la cotización del dólar si no puedo pagar ni el billete ni los productos atados a él? No consiguieron que apostemos al peso, pero tampoco que podamos acceder a una moneda de verdad. Ahora vivimos del amor. Quizá ese fue el plan para congelar el dólar de una vez por todas: que no podamos comprarlo. Tampoco parece dar resultados.
¿Sabe cuántos ministros tuvo Uruguay desde la crisis hasta aquí? Ocho. Nosotros acumulamos dieciséis si es que aceptamos como ministros paralelos los desdoblamientos de funciones que han tenido las gestiones de Macri y de Fernández para evitar tener lo que acá se dan el tupé de llamar “superministros”.
Pero vuelvo al punto del sistema inmune de la ciudadanía para sobrevivir a la Argentina. Lo mejor es no ilusionarse más. Como con los mundiales de fútbol, ¿vio?. Si ganamos, mejor que sea una sorpresa y a otra cosa, mariposa.
Por otro lado, hace ya demasiado tiempo que ser ministro de Economía dejó de ser un laburo solo para masoquistas y/o sociópatas. En su fascinación por reescribir la historia, el kirchnerismo ha celebrado a Axel Kicillof como “el único ministro de economía que junta multitudes después de abandonar su función”. Eran tiempos de convocatorias en Parque Lezama.
¿Cómo se hace para explicarles que Álvaro Alsogaray salió tercero en las presidenciales de 1989? ¿Cómo se les dice que Domingo Cavallo era tan presidenciable que la mitad del grupo Calafate que llevó a la presidencia a Néstor Kirchner trabajó para que llegara a la Rosada el candidato con mayor imagen positiva antes de la crisis de 2001? O sea: ni siquiera registraron que Amado Boudou pasó del Palacio de Hacienda a jugar al Sudoku en la Vicepresidencia. O que a Roberto Lavagna, cada dos por tres, se le da por jugar a salir tercero en las presidenciales.
Repito: mejor ni calentarse y que todo nos chupe un huevo. Básicamente, porque a la militancia del oficialismo le pasa exactamente lo mismo. Creo. O sea, no hay forma de que vivan en esta realidad distópica y que, al mismo tiempo, agradezcan que “no gobierna la derecha”. La única forma de llegar a tamaña distorsión de la realidad es que no registren nada. O que estén entongados, claro.
Kicillof… Uno cree que no puede haber mayor payaso con ganas de hablar. Sin embargo hay que reconocerle el mérito de que el hombre tiene una competencia feroz, brutal y despiadada. No es moco de pavo: el gobernador del haiga, el del pudió, dice que la Real Academia Española “no nos va a venir a decir cómo tenemos que hablar”. “Va a venir a decir” y “tenemos que”. Todo en una misma oración. Un erudito.
Pero el gobernador tiene tanto, pero tanto ojete que a Alberto se le había ocurrido hablar también y tiró sus conocimientos sobre el séptimo arte al mencionar a Garganta Profunda.
Quisiera pedirle a Alberto que nos deje algo para nosotros, que ya no está bueno no tener con qué pegarle, que no nos empuje al aburrimiento. Sin embargo, nuevamente deja la duda de si estamos ante un estratega que, para evitar que lo castiguemos, se pega solo. Debería haberlo visto, pobrecito, al día siguiente en otro acto cuando pidió suspender su discurso porque “todo lo que tenía para decir ya lo había dicho en la jornada anterior”. Y uno que esperaba alguna nueva recomendación, tipo Behind the Green Door o Devil in Miss Jones.
Pobre hombre. Encima ganó Petro en Colombia y pasó a valores su sueño de convertirse en el ajedrecista geopolítico latinoamericano. Petro no anduvo con vueltas y ya anunció que visitará La Habana y que se abren las fronteras con Venezuela. Alberto condenó en un lado, lo desautorizaron en otro, voto a favor aquí, en contra allá y terminó convertido en un correveidile de los dictadorzuelos bananeros, absolutamente desdibujado y sin que lo tome en serio ni Dylan cuando lo llama para jugar.
Y ya que hablamos de pichichos, el desembarco de Daniel Scioli también contribuye a reforzar nuestro sistema inmune. ¿Qué mejor que una buena capacitación al Presidente para sobrellevar este momento? Si hay alguien que puede asesorar a un impotente incapaz en cómo sobrellevar una gestión de mierda con Cristina en llamas, ese alguien es Daniel Osvaldo Scioli, señores, el gurú del todomechupaunhuevismo.
¿Recuerda que el hombre se preparaba para ser Jefe de Gobierno en 2007 y Néstor Kirchner, aconsejado por Alberto Fernández, decidió que vaya a la Provincia? Qué plato. Cristina hizo todo para volverlo loco y el hombre no reaccionaba. Baradel le hacía paros eternos, nunca iniciaban las clases a tiempo, no le giraban el dinero que le correspondía ni para pagar sueldos y hasta llegó a evaluar la impresión de bonos tipo Patacones. En 678 lo presentaban como el candidato de los fondos buitres junto a Massa y a Macri. Lo atendían todos los días y la única defensa que tenía era la de los medios del cholulaje que siempre lo consideraron parte del inexistente Jet-Set vernáculo.
Volvió con todo y ya es tapa de la Revista Caras con un titular que invita a la reflexión: “Scioli enamorado”. Y uno que esperaba verlo en la tapa de Noticias con una pregunta del tipo “qué puede saber de desarrollo productivo un sujeto que jamás hizo nada productivo”.
Mientras tanto, en la Gran Ciudad, sigue la interna de la interna de la interna de la internita. Massa que presiona, Cristina que critica a su delegado presidencial por no solucionar el tema de los piquetes del Movimiento Evita; compañeros piqueteros enemistados con la mitad de los compañeros sindicalistas por no hacer paros, estos enemistados con otros sindicalistas por irse con Cristina. Y por si fuera poco, estos últimos están enemistados con los “planeros por vivir del piquete”. Y después los gorilas somos nosotros.
¿Para qué hacer una huelga si está todo bien? ¿Para qué dejar de piquetear si tener a los líderes de los movimientos en cargos ministeriales no es un motivo contradictorio?
Y Cris se desentiende de todo. Creo que su plan era poner un gobierno tan, pero tan pedorro con el fin de que extrañemos su patética presidencia. Así es que celebra uno de esos delirios de Guillermo Moreno –sí, parece que todos son buenos a la distancia– como lo fue obligar a un fabricante tecnológico que necesita importar partes a que exporte truchas.
Recuerda cómo era eso, ¿no? Usted se había especializado en un sector productivo, supongamos que el de los televisores. Sí o sí necesitaba importar microchips del único país en el mundo que los produce –Taiwán– y el gobierno lo obligaba a exportar la misma cantidad de dólares gastados. Usted intentaba decirles “banquen a que exporte las teles y les ingresará el dineror”, pero no. Así es que usted salía a buscar algo para compensar y a nadie le importaba que se haya capacitado para los productos tecnológicos: a exportar salamines.
Todos blanquean. Cristina dice que este es un gobierno de mierda solo porque no le solucionan las causas. Cada día que le sale una contra judicial ella carga más fuerte. Alberto llora en posición fetal mientras mira el calendario judicial a la espera de que llegue la feria de invierno para tener quince días sin ligar sopapos.
En fin. Le decía que todo me chupa un huevo. Pero a nivel extremo. Es como si ya hubiera recibido mil dosis de refuerzo contra el virus argentinum. Eso lleva a que uno considere la solución más factible por sobre la deseable con tal de tener algo de paz. ¿Cristina quiere impunidad? Negociemos: ¿se va a regar los malvones a su balcón de Recoleta y no jode más? Si quiere hasta le pagamos un último viaje en avión a dónde se le cante el upite. Pero sólo de ida.
Y la que se llevó que se la quede, ¿o acaso alguna vez se recuperó algo de alguna causa de corrupción? Además, para lo que padecemos, ya ni me importa que se haya robado todo ya que hay cosas que nunca voy a recuperar:
Los casi veinte años que lleva arruinando cualquier plan a futuro que supere este fin de semana.
Después de todo, a los 40 años tengo el mismo poder adquisitivo, la misma capacidad de ahorro y el mismo acceso al crédito que tenía a los 20.
Y después dicen que no hay estabilidad en la Argentina.
Lo mejor de todo es que, mayormente, también comenzó a chuparme un huevo esta situación extrema porque hace rato que ingresé en una nueva etapa: que me dejen vivir en paz. Aunque puede que eso se consiga también cuando todo comienza a chuparte… Bueno, usted me entiende.
¿Y usted cómo se siente?
© Relato del Presente
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