Por Martín Dinatale
Ya no hay espacio posible en el Gobierno para reflotar el sueño del albertismo. El Presidente quedó atrapado en el esquema político de Cristina Kirchner y la salida de Matías Kulfas con sus denuncias de presunta corrupción no hicieron más que acelerar una realidad de la Casa Rosada: que Alberto Fernández se deberá alinear en adelante a la dialéctica del kirchnerismo duro como único antídoto de subsistencia.
El Presidente rompió el silencio y admitió ayer que "no me gustan los off y lo que piensa Matías (Kulfas) no lo comparto, por eso tomé la determinación que tomé", expresó en relación a la renuncia del ahora ex ministro de Producción. Inmediatamente destacó tajante: "es un tema superado". Punto.
Alberto Fernández no hablará más del tema. Está muy enojado con quien hasta hace menos de una semana era su ministro favorito y expresaba, junto con el canciller Santiago Cafiero; el ministro de Economía, Martín Guzmán; el de Desarrollo Social, Juan Zabaleta; el ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, y el secretario de la Presidencia, Julio Vitobello la expresión de un albertismo con proyección al 2023. Nada quedó de esto en pie.
En el mensaje cifrado a Kulfas se esconde mucho más que un malestar por un funcionario. La respuesta presidencial a la dura carta de renuncia en la que el ahora ex ministro de Producción ratificó sus denuncias sobre supuestas irregularidades en la licitación del gasoducto Néstor Kirchner va en línea con el mensaje del cristinismo duro que encerró el comunicado de Enarsa. Allí hay hay fuertes expresiones contra Kulfas y habla de sus "pésimos resultados" en Producción y de la "cobardía" por lanzar denuncias en off the record.
Alberto Fernández se alineó ayer al tuit de Cristina Kirchner que el sábado desató la renuncia de Kulfas. No es el único alineamiento automático que mostró en las últimas horas el jefe de Estado y la hoja de ruta que se fijó en lo inmediato para evitar mayores descalabros en la interna oficialista.
Empresarios y agenda legislativa
Por lo pronto, ayer el Presidente no sólo coincidió con Cristina Kirchner en objetar la conducta de Kulfas. También arremetió contra los empresarios reunidos en AEA y en particular Federico Braun de los supermercados La Anónima por admitir la remarcación de precios para enfrentar la inflación.
"No es responsable como empresarios remarcar precios", acotó el Presidente en una nueva señal de alineamiento con Cristina Kirchner.
También el jefe de Estado pidió a los empresarios que "comprendan que estamos en un contexto de guerra en el mundo y que hay serias dificultades", en relación al conflicto en Ucrania que afecta al abastecimiento de productos. Lo hizo para sustentar otra de las medidas en línea con la vicepresidenta: el proyecto de ley de renta inesperada que presentó anteayer y que envió al Congreso.
Hacia el futuro inmediato, Alberto Fernández se fijó una hoja de ruta en el Congreso que también va atada a los deseos de la vicepresidenta. Ayer, el jefe de Gabinete, Juan Manzur, se reunió para delinear esa hoja de ruta con el presidente de la bancada de diputados del Frente de Todos, Germán Martínez.
Según pudo saber El Cronista, el Gobierno le pidió a Martínez que avance con una "agenda social". Se trata de los proyectos que tienen que ver con la redefinición de escalas del monotributo, el monotribuo inclusivo, la renta inesperada y los proyectos que tienen que ver con el reclamo de los gobernadores por los subsidios a la energía y el transporte.
Esta también es la agenda que le reclama Cristina Kirchner. Se entiende entonces que el Presidente ya no quiere enfrentarse con la vicepresidenta. Optó por una tregua permanente. "Tenemos diferencias y todo el mundo lo sabe. No escondemos nada", dijo ayer Alberto Fernández cuando le preguntaron por las críticas de Cristina Kirchner a medidas del Gobierno.
En el plano de la política exterior el Presidente viaja a Estados Unidos con los reclamos de Cristina Kirchner bajo el brazo. Participará desde hoy en la cumbre de Las Américas en Los Angeles donde hará un planteo formal ante la administración de Joe Biden por excluir de esa cumbre a Venezuela, Cuba y Nicaragua.
Todo ello se compensa también con los alineamientos históricos que fijó Cristina Kirchner con Rusia y China.
La salida de Kulfas marca un antes y un después en la relación de Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Ya no habrá espacio para fogonear desde la Casa Rosada el albertismo puro. Ese sueño ya forma parte del pasado.
© El Cronista
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