Por Eugenio Paillet
Hay una frase que, de tanto repetida de boca en boca entre funcionarios, voceros y periodistas, se ha hecho carne en la mente de todos, o casi todos, los que acompañan al presidente Alberto Fernández en esta etapa de su durísimo cometido, con cascotes cruzados que van y vienen para mantener a flote la gestión: “Pegá un frenazo y meté todo el auto a boxes”.
Los más cercanos al Frente Renovador dicen que en efecto esa fue la recomendación que Sergio Massa le hizo a su jefe de Estado durante un encuentro que mantuvo el pasado fin de semana en Olivos. Charla con quitas y agregados que se completó al menos un par de veces en la soledad de la primera clase del Tango 01 que los llevó a Los Ángeles para asistir a la Cumbre de las Américas a la que convocó el presidente norteamericano Joseph Biden.
No hay nadie en estos tiempos que corren -y con los actores a la que esa recomendación de Massa a Fernández para que ingrese el auto a boxes para modificarlo de manera de hacerlo más eficiente- que no coincida en que lo que se propone es más renovador que el despido forzoso de Kulfas.
El presidente de la Cámara de Diputados, que se ha vuelto tal vez el miembro más influyente dentro de la coalición gobernante y que escucha -como cada tanto deja caer algún consejo- al Presidente y a su vice, es el primer convencido que no hay parches que sirvan para enderezar la administración sino se adoptan antes medidas de fondo y que articulen para superar la grieta.
Es probable que la salida de Kulfas solo sirva para satisfacer otro pedazo del ego de Cristina que le hace morder otra vez el polvo a su delegado en la Rosada. No es menos cierto que Guzmán nunca tuvo a Kulfas entre los santos de su devoción.
¿El desembarco de Daniel Scioli en reemplazo de Kulfas supone una “oxigenación” hacia el interior de la grieta que tiene paralizado hace dos años al gobierno? “No necesariamente”, desconfía un albertista. Dice saber que, para el año que viene, el exembajador tiene en sus alforjas planes parecidos a los que guarda Massa en sus escritorios.
El hombre de Tigre cree que ha llegado la hora de jugar algo más que algunas fichas ara posicionarse hacia 2023. Y si bien ha demostrado ese ahínco con una fuerte actividad parlamentaria y en mantener a salvo al resto de la coalición de la dura grieta entre Cristina y Alberto, como por caso mantener las riendas de la gobernanza en la cámara baja, siente que no alcanza.
Voceros parlamentarios creyeron ver en esos movimientos del jefe renovador un armado para su propio posicionamiento en el gabinete al frente de un renovado ejercicio de la gestión. “Sergio nunca dijo y nunca avaló a quienes dijeron que quería ser jefe de Gabinete. Y si lo dijo fue en un momento tratando de aportar al fin de la crisis que envolvía a Guzmán con Cristina Kirchner que en un momento amenazó con llevarse puesto a todo el gobierno, que terminó con el desembarco de Juan Luis Manzur en la Casa Rosada”, dijo un observador de los pasillos del Congreso.
Otros observadores recuerdan que el titular de la Cámara baja tiene en sus cajones y no de ahora una amplia reforma del funcionamiento del gabinete, tal vez con una mega secretaria que englobe a todas las áreas de la economía y el ministerio de Economía dedicado exclusivamente a sus funciones centrales.
Como al pasar, funcionarios que conocen de estos enjuagues y de las conversaciones privadas que han mantenido en los últimos días Fernández y Massa recuerdan que hay un claro ejemplo de hasta donde en alguno de los puntos cruciales de la pelea interna hay cierta coincidencia entre Cristina y Alberto que Massa acompaña desde afuera: la cuestión Guzmán. Los tres, casi por las mismas razones cuando se miran los resultados en materia económica en áreas muy puntuales del gobierno, querrían ver a Guzmán fuera de la grilla de ministros.
Falta el plan que lo sustente, de lo contrario solo quedará como otra cabeza rodando mientras el futuro queda cada vez más cerca…
© La Nueva (Bahía Blanca)
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