Por Roberto García |
Fecha: 10 de abril. Si no está de licencia por el parto de su mujer Fabiola (tiene prevista esa facultad, recluirse en Olivos y cederle el Ejecutivo a Cristina por unos días), Alberto Fernández podría anunciar una solución parcial al catastrófico desabastecimiento de gas. Le llueve del cielo una solución. Costosa pero eficaz, para evitar en parte la futura sucesión de cortes a la industria y a los consumidores comunes.
Al lado del mandatario, se supone, la fotografía incluirá a dos de los gestores principales en este operativo reparación de faltantes inevitables: Martín Guzmán y Daniel Scioli. Al parecer han sido ellos los ejecutores de un ruego a Bolsonaro para que le ceda a la Argentina el gas que Bolivia se comprometió a entregarle este año a Brasil.
Estas dos participaciones quizás no agraden a los intereses políticos de la viuda de Kirchner, tan pertinaz en su voluntad por desplazar al equipo económico como en evitar atenderle el teléfono a Alberto.
La trama
Parece que Scioli y Guzmán han actuado luego de conocer informes privados y técnicos que advertían antes de la guerra en Ucrania sobre el disloque energético argentino. Luego, esos mismos informes acentuaron la inminencia de la crisis. Del lado estatal, por supuesto, se desconocían estos pronósticos para el complicado invierno de 2022.
Se preocupó el ministro de Economía –ansioso por recuperar una sustentación que Cristina le quita todos los días con el propósito de echarlo– al “ponerse el dilema de la energía al hombro”, según sus propias palabras, auxiliando al disminuido Alberto y tocando timbres precisos en el exterior. Por ejemplo, se reunió en París con el titular de Minas y Energía brasileño, el escaso de nombres Benito Costa Leite Albuquerque Lima Junior, con quien cerró el traslado de gas boliviano a la Argentina que le correspondía a Brasil.
El poderoso vecino, frente a la crisis mundial, procede con generosidad: sus reservas hidroeléctricas son abundantes, sostenibles las de petróleo, puede prescindir del gas importado. Habrá, por supuesto, compensaciones.
A su vez, dicen que Scioli terció con Bolsonaro para que autorizara el favor: singular sintonía del embajador con el presidente de Brasil, al que también le habría arrancado el consentimiento para que ese país votara a favor del acuerdo de la Argentina en el FMI. Más curioso ese vínculo cuando Scioli, al mismo tiempo, realiza tertulias cordiales con el mayor candidato opositor, Lula.
Mañana, quien está más en Buenos Aires que en Brasilia, circulará por las calles porteñas, luego de visitar el fin de semana Chubut y Río Negro, en apariencia para atenuar problemas de exportación pesquera y frutícola.
Amoroso con Alberto, con idénticas afinidades y amistades, Scioli no padece las contrariedades de Cristina. Aunque ella no lo recibe ni parece registrarlo, ha dejado trascender una expresión presunta de su autoría: “Habrá que reconocer que Daniel nunca nos traicionó”. A pesar, claro, de que el matrimonio Kirchner procedió contra él como si los hubiera traicionado desde el primer día que lo aceptaron como vice de Néstor, sea por agravios, juicios, denuncias, marginación y quita de dinero.
Al desnudo
Si se consuma el operativo del embajador con Guzmán –quien viaja a San Pablo en quince días– quedarán expuestas y parcialmente a salvo las ineptitudes de las políticas energéticas del cristinismo, sea en las áreas específicas o en YPF, dos de sus cotos de caza.
Además pondrá en evidencia otro par de corazones rotos del kirchnerismo: el amateur contrato de Néstor con Bolivia por la compra de gas y la nula solidaridad de aquellos países hermanos latinoamericanos que juran pertenecer a una misma causa. Bolivia, por limitaciones en la extracción gasífera (agotamiento terminal) no puede cumplir con los envíos comprometidos con la Argentina. En ese sentido, está en default.
Gracias al gesto de Bolsonaro, podrá atender la obligación e incrementar las cantidades a entregar. Pero incluye en este ejercicio una picardía adicional del Altiplano: cobra un precio excepcionalmente caro por lo que había prometido y no satisfizo, lo extiende además al resto de las cantidades fuera del convenio. Ni los fondos buitres se atreven a tanto. Todavía hasta son capaces de reclamar, Evo y sus compañeros, por un agradecimiento épico del gobierno argentino, un homenaje público.
Y no faltará La Cámpora para justificarlo, sea por aquel improvisado contrato de Néstor o la pésima política de tutela que implementaron en el área energética. Sea porque las tarifas, como diría Prat Gay, cuestan lo mismo que una pizza, impusieron restricciones a la exportaciones y dispusieron medidas que no solo inhiben la reinversión, también la ahuyentan.
Cristina no puede alegar desconocimiento de las dificultades: cuando debió conceder o negociar, hasta firmó un contrato secreto con Chevron. Copió al Perón que antes de que lo derrocaran había celebrado convenios con la Standard Oil. Se despiertan cuando el agua les llega al cuello.
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