Por Carlos Gabetta (*) |
Hay instituciones cuya especialidad no es aquella por la que se las conoce, sino ocultar maniobras clandestinas e ilegales. Es el caso de la Iglesia Católica. Según el presidente de una comisión investigadora en Francia, Jean-Marc Sauvé, solo en ese país “hubo entre 2.900 y 3.200 pédocriminels desde 1950” (Le Monde, 3-10-21). Estos son solo los casos comprobados en el informe preliminar de la comisión, ya que llegarían hasta diez mil, según sus estimaciones.
Y el asunto está, por supuesto, generalizado en todos aquellos países donde opera la Iglesia. “Desde finales de los años 80, en Alemania se registraron 3.600 casos de pedofilia eclesiástica; 4.444 en Australia; mil solo en Pensilvania, Estados Unidos, y la lista es más larga, ya que en varios otros países se han verificado numerosos casos de abuso a niños por sacerdotes. Entre los “otros países” están por supuesto los latinoamericanos, incluyendo escándalos masivos que habrán espantado al mismo Diablo, como el “caso Próvolo” en Argentina, donde varios curas violaron y torturaron a unos sesenta niños sordomudos a su cargo. Con algunas excepciones, todos esos casos se han registrado en los países occidentales. ¿Alguien imagina lo que debe ocurrir en aquellos de África, donde el catolicismo tiene arraigo y en los que la sujeción “al Padre”, reforzada por mitos de adoración y tabúes milenarios, es absoluta?” (“Delitos vaticanos 2”, PERFIL, 3-3-19).
América Latina, donde reside una enorme proporción de fieles, se destaca por ser la que tiene la menor tasa de denuncias, apenas un millar, según una investigación de la ONU. O sea que del Tercer Mundo poco se sabe, pero es posible imaginar lo peor, por no hablar de todo lo que debe haber ocurrido con niños, niñas y “hermanas” en los siglos previos a la Ilustración y luego, hasta finales del siglo pasado, cuando el cambio de costumbres acabó dando paso a las denuncias masivas.
El encubrimiento eclesiástico es histórico y está probado; reconocido incluso por algunos sacerdotes y obispos. No obstante, la Iglesia sigue encubriendo a miles de pedófilos en todo el mundo. Las declaraciones del presidente de la Conferencia de Obispos de Francia, Eric de Moulins-Beaufort, respecto de las conclusiones de la comisión investigadora, de que “el secreto de confesión es más fuerte que las leyes de la República”, suscitaron un escándalo (Le Monde, 8-1021). Pero las investigaciones se basaron en denuncias de las víctimas, no en violaciones al “secreto confesión”… Resulta evidente, además de necesario, que la Justicia republicana debe intervenir en todos los casos, incluso de oficio. La ONU y otros organismos internacionales deberían ir más allá de declaraciones de condena. ¿Acaso el Vaticano no es un Estado y la Santa Sede no es reconocida por la ONU?
Ante el recrudecimiento de las denuncias y el escándalo mundial, el actual “Santo Padre”, el argentino Francesco, dispuso otorgar más poder a la repartición que las investiga, reformando la Congregación para la Doctrina de la Fe, pero de inmediato asociaciones de víctimas de agresión eclesiástica lanzaron una campaña en Italia para pedir una investigación independiente, ya que “el tema sigue siendo tabú para la Iglesia” (Clarín, 15-2-22 y 16-2-22).
Así, y según un estudio realizado por el Pew Research Center en 18 países latinoamericanos, el principal reservorio del catolicismo, entre 1970 y 2014 los católicos pasaron del 92% al 69%. En el mismo período, los protestantes subieron de 4% a 19%. (…) el 66% de los católicos latinoamericanos propone permitir el divorcio y los anticonceptivos (https://bit.ly/cambios-religion-america-latina). Y así en todo el mundo.
A corto o mediano plazo, la encrucijada de Francisco será el tapabocas y la decadencia, o asumir los hechos y actuar en consecuencia. La razón y el sentido de libertad sexual y personal avanzan…
(*) Periodista y escritor
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