Por Luciana Vázquez
Mientras Alberto Fernández se dedicó a construir amistad con uno de los grandes perdedores seriales de elecciones presidenciales en Chile, Marco Enríquez-Ominami, el fundador del Pro chileno, el Partido Progresista vale aclarar, y uno de los impulsores del Grupo de Puebla, Cristina Kirchner busca contacto estrecho con el éxito de la nueva izquierda chilena representada por la coalición de Gabriel Boric en alianza con el Partido Comunista.
Cristina Fernández hizo propio el mensaje del sacerdote chileno de Valparaíso Óscar Zamora, del viernes 31, que rescató la figura de Boric, criticó los miedos que despierta el rol del Partido Comunista en la coalición triunfante y cuestionó sin vueltas a la clase dirigente chilena de los últimos 40 años. “El mensaje de este sacerdote también aplica a Argentina”, tuiteó Kirchner. La cuestión es: ¿en qué sentido?Se trata al menos, por el lado de la vicepresidenta, de generar identidades simbólicas y legitimaciones ilusorias cuando la realidad local, la concreta y la electoral, es esquiva. Como si el éxito electoral de un proyecto que se quiere progresista, el de la nueva izquierda chilena, estuviera emparentado con el proyecto kirchnerista y su autopercibida superioridad popular. Esto contrasta con la realidad. El punto central es este: desde 2001, la Argentina es el segundo país de la región que mayor inversión en gasto social hizo, pero el que menos logró reducir la pobreza. Las diferencias con Chile son notables, a favor del país vecino.
El tuit con el que la vicepresidenta cerró el año es revelador en el sentido de los artilugios de la palabra de la expresidenta a la hora de analizar su propio legado, además de resultar una jugada diplomática cuestionable en la medida en que asume como propia una opinión discutible sobre el escenario político de otro país. “¿Quiénes son los que nos han cagado durante 40 años?”, se preguntó el cura en su sermón viralizado en Twitter y compartido por Kirchner, donde trazó una línea divisoria de responsabilidades entre quienes nunca accedieron al poder, los comunistas chilenos, y los que sí accedieron. El sacerdote dio su respuesta: “Empecemos por la Democracia Cristiana, que vendió al país. Y después todos los de la derecha y los inclinados pa’ la izquierda que no eran comunistas son los que han engañado a Chile, los que nos tienen sin vivienda, sin educación, sin salud”.
El balance de la gestión de la democracia chilena que propuso el cura Zamora le conviene a Cristina Fernández, pero es falsa. Con un 12,6%, Brasil es el único país de la región que supera a la Argentina con respecto al porcentaje del PBI dedicado a protección social. En 2018, el gasto argentino en protección social representaba el 11% del PBI y, a pesar de eso, el nivel de pobreza medida en porcentaje de población que vive con menos de 5,5 dólares diarios alcanzaba al 9,56% de los argentinos.
Chile, en cambio, dedicó 5,8% de su PBI a protección social, la mitad de lo que gastó la Argentina, pero el nivel de pobreza en 5,5 dólares diarios era de apenas del 3,72%. Y Uruguay es el que tiene mejores resultados: con un gasto del 7,3% del PBI, el nivel de pobreza es del 2,85%.
“Chile y Uruguay gastan entre la mitad y dos tercios, respectivamente, en protección social en comparación con la Argentina, pero tienen índices de pobreza que representan un tercio de los niveles argentinos”. El diagnóstico y los datos surgen de un trabajo de investigación recientemente publicado por la Fundación Fundar y del Centro de Investigación y Acción Social (CIAS), elaborado por el sacerdote jesuita y doctor en Ciencia Política por la Universidad de California en Berkeley Rodrigo Zarazaga y los politólogos Andrés Schipani, también doctor en Ciencia Política por esa misma universidad, y Lara Forlino. El informe, titulado “Mapa de las políticas sociales en la Argentina. Aportes para un sistema de protección social más justo y eficiente”, analiza el gasto social y su composición desde 2002, cuando la pobreza alcanzó al 54,3% de la población, hasta 2020, es decir, cubre las consecuencias de la crisis de 2001, los años kirchneristas hasta la administración presente y la gestión de Cambiemos. En 20 años, a pesar del gasto, el piso de pobreza nunca bajó del 27%.
Los datos desmienten tanto al cura Zamora como a Cristina Kirchner, y en relación con la vicepresidenta, en dos sentidos. A diferencia de los comunistas en Chile, el kirchnerismo y el peronismo han estado en el poder más años que cualquier otra coalición. Es decir, son responsables de las deudas sociales construidas. “Enterremos los fantasmas y recemos por la patria”, propuso Cristina Kirchner, citando al cura, como deseo para 2022. El tuit es osado por el modo abierto en el que trastoca los hechos y crea un paralelismo falso. Si se sigue literalmente la comparación que propone la expresidenta, los temores argentinos a superar no son meros fantasmas, sino reparos más que razonables ante una historia comprobada de gestiones kirchneristas, aunque no solo kirchneristas, que crearon más problemas que soluciones. Los “fantasmas” a los que se refiere el cura tienen que ver con un temor al comunismo chileno que nunca gobernó. El kirchnerismo, en cambio, va por su cuarta gestión presidencial.
La evolución de los niveles de pobreza muestran que el balance del bienestar social de 40 años en Chile que Cristina Kirchner cita como análisis posible para la Argentina, una historia de traiciones al pueblo, tampoco se comprueba. Mientras que la Argentina tenía en 2005 un 21% de su población viviendo con menos de 5,5 dólares diarios, Chile tenía entonces al 19,64%.
“El Estado argentino no ha logrado reducir los índices de pobreza. Este desempeño va a contramano de lo que ocurre en la región: prácticamente todos los países de América Latina lograron hacerlo de forma sostenida. Las dificultades para combatir la pobreza en nuestro país no se originan en un gasto público insuficiente. La Argentina es el segundo país de América Latina que más invierte en protección social”, plantea la investigación de Zarazaga y su equipo, que define a la Argentina como “caso atípico” a partir del contraste entre su nivel de pobreza, altísimo, y su nivel de gasto en protección social, también altísimo.
En esa historia de gasto social, de acuerdo con la investigación, el gasto de planes de cooperativas es una muestra clara de su ineficiencia para reducir la pobreza. En 2010, el kirchnerismo alcanzó el pico de gasto en programas cooperativos destinados a trabajadores informales: en ese momento, había 657.090 beneficiarios de planes. Cuando Cristina Kirchner dejó el poder, los había reducido a 253.939. La presidencia de Mauricio Macri los aumentó en un 37,94%. El cuarto kirchnerismo de los Fernández los llevó de 641.761 en 2019 a 760.664 en 2020, un aumento del 199%, y a 1.223.537 en septiembre de 2021, es decir, un aumento de casi el 382% respecto de 2015. Como inversión, entre 2015 y 2020, el crecimiento del gasto en planes cooperativos fue del 60,36% en términos reales.
El año argentino cerró sin un debate serio sobre la pobreza y sobre la educación y un plan para salir de esa crisis endémica. Diciembre fue intenso en polémicas políticas, más precisamente, en polémicas en torno a la dirigencia política, su conducta y financiamiento. Desde el pacto fiscal hasta los intendentes bonaerenses y su reelección, pasando por los diputados turistas, ausentes de las sesiones, las discusiones excluyeron los temas de fondo. Las discusiones impositivas no plantearon nunca qué gastos se privilegiarían. El tuit de Cristina Kirchner es significativo también en ese punto.
En cada silencio, pero sobre todo en sus apariciones, Cristina Kirchner domina el tempo de la opinión pública. Que haya elegido ese mensaje es significativo por el nivel de sesgo que encierra el balance: a la hora de los diagnósticos, aun cuando se mencionan al pasar los temas de las deudas sociales pendientes de la democracia, la vicepresidenta interviene para falsear la realidad. El problema no es retórico, sino de plan hacia el futuro. ¿Cómo encontrar respuestas si los diagnósticos esquivan la realidad y las preguntas están mal formuladas? No es un problema de un kirchnerismo sin poder real el que crea demandas insatisfechas en la Argentina, como lo sugiere el tuit. Al contrario, la pregunta acerca de la falta de eficiencia del Estado es una pregunta que en general podría sintetizarse sin perder precisión en la pregunta acerca de la incapacidad del “Estado presente” kirchnerista. Si se trata de niveles de pobreza, está claro que el Estado de bienestar kirchnerista es más bien pura ausencia.
Otra pregunta está pendiente y es: ¿por qué? ¿Por qué tal nivel de ineficiencia para resolver un problema aunque el gasto para solucionarlo sea creciente desde hace dos décadas? Detrás de esa pregunta se abre una duda válida que conecta la ineficiencia del Estado kirchnerista con la corrupción en la Argentina. ¿Cuánto de esa ineficiencia en el gasto podría trazarse hasta la corrupción estructural de la Argentina? Las comparaciones con Chile también son elocuentes en este punto. En enero de 2021, el ranking de corrupción global elaborado por Transparencia Internacional a partir de su Índice de Percepción de la Corrupción ubicó a Chile entre los 4 países mejor posicionados del continente. La Argentina se ubicó 14a entre los 32 países evaluados.
© La Nación
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