Por Guillermo Piro |
En una entrevista concedida el año pasado por Emmanuel Macron a la revista Politico, el presidente francés citó a Antonio Gramsci. Hablando de la larga crisis política y económica libanesa (poco antes una enorme explosión había devastado el puerto y parte de la ciudad de Beirut), Macron dijo: “Lo nuevo no puede nacer y lo viejo persiste. Debemos encontrar otro camino, esto es lo que estoy tratando de hacer”. A su modo, estaba parafraseando a Gramsci, quien en uno de los pasajes de los Cuadernos de la cárcel dice: “La crisis consiste precisamente en que lo viejo está muriendo y lo nuevo no puede nacer: durante este interregno surgen los más variados síntomas mórbidos”.
Se trata de una frase que en los últimos años fue muy citada, sobre todo en su versión inglesa, por periodistas, políticos y académicos, para explicar el presente y las crisis que lo atraviesan. Pero también fue usada en contextos muy distintos e inofensivos, como para promover en 2019 una muestra colectiva de arte en Roma. Un buen día aparecieron en las calles de la ciudad unos extraños afiches verdes y rojos con la frase de Gramsci levemente cambiada: “Lo viejo está muriendo, lo nuevo tarda en aparecer y en este claroscuro nacen los monstruos”. La obra en cuestión se llamaba, justamente, Claroscuro, del artista chileno Alfredo Jaar.
Un libro que acaba de aparecer, La piedra de la locura, de otro chileno, Benjamín Labatut, lleva como epígrafe la misma frase de Gramsci. Es una buena frase. Pero la recurrencia a ella es solo uno de los muchos ejemplos del éxito internacional de Gramsci, no tan común en otros intelectuales italianos, exceptuando a Umberto Eco y a Pasolini. Se trata de un éxito que como cualquier éxito tiene diversas causas, en parte ligadas a la biografía misma del personaje y en parte a las características de su pensamiento y del modo en que circularon sus ideas durante la segunda mitad del siglo XX.
Gramsci fue un intelectual, político, filósofo y periodista que sin duda se encuentra entre los que más influyeron en la historia de cualquier pensamiento italiano. Nacido en Ales, en Cerdeña, en 1891, en 1921 se encontró entre los fundadores del Partido Comunista Italiano. En 1924 fundó el diario L’Unità, que fue el órgano de prensa oficial del PCI hasta 1991. En 1926, con Mussolini en el poder, Gramsci fue arrestado, a pesar de que contaba con inmunidad parlamentaria. Fue procesado acusado de conspiración e incitación a la violencia y condenado a veinte años de cárcel con una frase dicha por el fiscal que se volvió célebre: “Hay que impedir que este cerebro siga funcionando durante al menos veinte años”.
Pero como ocurre a menudo, el intento falló, porque en la cárcel Gramsci produjo sus obras más importantes e influyentes, las Cartas desde la cárcel y el ya citado Cuadernos de la cárcel, dos obras monumentales, conformadas por escritos densos, que indagan todos los aspectos de la sociedad y que introdujeron paradigmas y categorías que entraron en el léxico de muchas disciplinas.
En abril de 1937 Gramsci fue excarcelado gracias a una amnistía, pero su estado de salud era deplorable. Murió pocos días después de su liberación. Sus restos descansan en el Cementerio Protestante de Roma, que está al lado de la Pirámide de Cayo Cestio. Cada vez que ando por Roma paso a visitar la tumba de Wilcock, y nunca deja de llamarme la atención que la única tumba de todo el cementerio que siempre está rebosante de flores es la de Gramsci.
© Perfil.com
0 comments :
Publicar un comentario