Por Nicolás Lucca
Una concentración masiva de un solo espacio político para un acto de un solo espacio político en homenaje a la Democracia. Un hombre que da un discurso en otro idioma y lo aplauden en masa. Una señora que agravia a la oposición, compara una derrota electoral con un Golpe de Estado y a sí misma con los desaparecidos. Un tipo que se suma a los agravios y da el “sí, querida” más largo de la historia en formato de discurso. Y todo en presencia del tío uruguayo al que tienen que despertar para que aplauda.
Todo esto ocurrió a tan solo días de que volvieran a correr análisis sobre “las muestras de autonomía de Alberto”.
Quisiera hacer una suerte de desagravio hacia las encuestadoras. Durante años les hemos dicho de todo por embocar menos pronósticos que el Servicio Meteorológico de Venus. Y la realidad nos ha dictado que las encuestas pueden fallar, después de todo –siempre que hablemos de las honestas– juegan un partido en el que tienen que tener fe en que el encuestado no les mienta. Sin embargo, los analistas políticos…
Meses de futurología basada en el deseo. Alberto el moderado, Alberto se sacará a Cristina de encima, los gestos de Alberto, la lapicera de Alberto, el liderazgo de Alberto para enfrentar la pandemia, negociar la deuda externa y cerrar con el FMI. ¿Qué pasó de todo eso?
Había que esperar dos años para comenzar a soñar con otros dos años del Alberto que soñaron algunos. Es una cuestión más onírica que otra cosa. Un deseo. Primero vinieron “los gestos de Alberto”. Una serie de hechos que llevaban a que el macho alfa contestara a una carta incendiaria con una foto. Así lo hizo para respaldar a sus ministros y le rajaron a la mitad.
Sus ministros. ¿Alguien alguna vez notó, cráneos del análisis político, que todos los ministros son del Presidente en un sistema presidencialista? Pero sí, Alberto tenía que defender a sus ministros porque tiene otros que no son de él, que son de alguien que no es Presidente. Igual, no alcanzó y ahora su mesa chica alcanza para un velador.
Luego vinieron las “estrategias geopolíticas” de un tipo que no entiende que hasta en el barrio los vecinos se enteran de lo que uno dice en público. La estrategia geopolítica consistió en alejarse de Bolsonaro por facho y acercarse a AMLO por progre. Las supermentes del análisis político vieron una “modificación en el eje del Poder Norte-Sur”. No recordaron que los Presidentes no son los dueños de los países y que deben mantener políticas de Estado aunque el mandatario de otro país no te caiga bien. Vamos, que no es un club de amigos: es política. Se supone que un político entiende de eso, ¿no?
La estrategia geopolítica del ajedrecista que nos quisieron vender como estadista terminó de detonar cuando trascendió un mail en el que nos mostraban que se jugó al Estanciero con Rusia en función de intereses ideológicos y no de la administración de la salud. Y AMLO, el progre, el zurdo, el loquito, compró todas las vacunas que se le cruzaban sin fijarse el laboratorio o la bandera.
Al final, en lo único que coincidió Alberto con su par mexicano es en ser parte de los únicos siete presidentes de toda América Latina que no mostraron un solo contrato de compra de vacunas para que sepamos cuánto se gastó y cómo.
Empujamos la demanda contra Venezuela en La Haya, nos retiramos, no condenamos a Venezuela, no condenamos a Nicaragua, pedimos mediación política para Venezuela, nos retiramos de la mediación política a Venezuela. Pero qué pedazo de estratega geopolítico, man. Que el administrador del consorcio invite a Lula Da Silva a un acto es para cagarse de risa de todas las mentes superiores que celebraron el acercamiento a Brasil “a pesar de las diferencias”.
Y mejor ni hablar del “volumen político” ante cada cabeza de funcionario que Alberto le entregaba a Cristina en bandeja de plata para colocar a un ignoto “con volumen político”. Ignotos, fanáticos, incapaces o todo junto, pero también eran “gestos de Alberto” para descomprimir la tensión con Cristina.
Hace unos días leí por ahí un análisis que determinaba que ahora hay señales de autonomía del Presidente. Leves, tenues, pero señales al fin. Y la única señal es que, desde el kirchnerismo, le tiraron la responsabilidad del fracaso nacional mientras se atornillan en la provincia de Buenos Aires.
Convertido en mariscal de la derrota por portador de lapicera, Alberto ve cómo en la provincia de Buenos Aires Axel Kicillof se agiganta en la derrota. Kichi modificará la ley de ministerios para darle un cargo a Florencia Saintout –la Filmus bonaerense en performance electoral y afición por el cinismo– que ocupará un instituto con rango ministerial: el de Cultura. Sí, la cultura bonaerense quedará en manos de la más kirchnerista de este lado de la Vía Láctea. No alcanzó para convertir en ministerio la Dirección de Educación. Ni siquiera en subsecretaría.
Ahora, si Alberto se quedó con Nación pero Cristina se quedó con la totalidad de la provincia. ¿Quién va a controlar a los intendentes que se acercaron a Alberto pero dependen de la cajita feliz de Ronald Kicillof?
“Arreglamos con el Fondo y salimos” es otro clásico que repiten como loros sin parar desde hace un tiempazo. Ahí lo tenemos al tipo con sus señales hacia el exterior: reunido con los piqueteros y puteando ante multitudes. ¿Qué hay que consultar? Misterios de un hombre que cuando no es humillado por Cristina se humilla solo.
Si negociás con el FMI y les consultás a los piqueteros, a una de las dos partes les mentís. Lo único cierto de esa reunión es que se buscó endulzar a los líderes de los movimientos sociales para tener un diciembre en paz. Solo el masoquismo explica que lo haya comunicado a la prensa.
Pero supongamos que mañana cerramos un acuerdo. ¿Qué onda? Hagamos de cuenta que el FMI nos regala la deuda enterita. ¿Llamamos a un debate para ver en qué gastamos los dólares que hoy no tenemos?
Y la futurología sigue ahí, como si nada. Y eso que no saben las cosas que tuvimos que escuchar pero que nadie se atrevió a publicar, como que Alberto tenía el boleto picado, que Cristina se va en marzo, más tardar mayo, que en diciembre vuela todo por los aires.
Apuestan a conclusiones futuras en un gobierno en el que el hijo de Cristina Fernández dice que el dinero del FMI debe usarse para paliar la pobreza, donde Alberto Ídem dice que el capitalismo global ha fracasado y donde Sergio Massa tira que “los argentinos queremos resolver la deuda con el FMI desde la lógica de pagar creciendo”.
La de siempre: aplicar en política conceptos que no existen en la vida cotidiana. Andá a decirle al banco que vas a pagar la tarjeta como vos querés. Andá a decirle al banco que se joda por financiarte más de lo que ganás. Lamentablemente, al frente de nuestros acreedores no tenemos a ninguna Mercedes Marcó del Pont para que nos dé un trato preferencial que no le da a ningún otro.
Las leves, tenues señales del Albertismo también se manifestaron en la convocatoria a la Plaza de Mayo con motivo del Día de la Democracia sin participación de otros espacios políticos. No vaya a ser cosa que se empañe el hecho de que ganaron perdiendo el 10 de diciembre de 1983. Y mientras todos los futurólogos celebraban “el gesto de poderío” de Alberto al invitar a los sindicatos, apareció la tía Cristina cuando estaban por servir el asado, y atrás de ella el nene con su agrupación política. La CGT se bajó. Cuánto liderazgo.
Máximo Kirchner es otro a quien los futurólogos nos vendieron como un tipo de gran peso en el armado de poder. Perdió en todos lados. También dijeron que sabe hablar y mandó a la oposición a “levantar el culo y ponerse a trabajar” con la ventaja de haber mantenido el CUIT virgen hasta los 40 años. Como la peli, pero sin tanta gracia. Luego nos vendieron a un gran armador y tuvieron que regalarle el PJ bonaerense para que se sienta útil.
El volumen político también llegó de la mano de Martín Soria al ministerio de Justicia. Alberto quiso demostrar que Soria no es tan cristinista al decir que su hermana votó a favor del desafuero de Julio De Vido. Algo así como decir que Gioja es un gran ser humano porque tiene una hija monja.
Ocho meses se tomó Tincho en visitar la Corte Suprema. Su principal función es mantener un lazo político fluido entre ambos poderes para articular políticas judiciales. ¿Qué hizo estos ocho meses? Forrear al Poder Judicial y hablar de un lawfare que, con tantos sobreseimientos, es como hablar de cuánto le queda de vida al Walkman.
Y no crean que fue a visitar a la Corte porque le recordaron que tenía que mover las cachas, sino que lo hizo tras enterarse de que el máximo tribunal tiene cocinado un fallo que declara inconstitucional la composición actual del Consejo de la Magistratura. ¿Qué hizo Tincho? Cuestionó que la Corte se haya tomado 16 años para resolver un planteo que les llegó recién en 2015. Cínico o idiota, no hay tercera opción.
Por suerte, la oposición se fortalece con la pelea radical. No hay mucho para explicar porque no hay mucho que se pueda entender. Una reunión de la Juventud Radical que es destrozada por una barra, una pelea que terminó a los golpes o casi –depende de a quién escuchemos– y entre las preguntas que surgen es por qué se están peleando los mandamases cuando nadie le puede contar las costillas a nadie, salvo que aparezca de vuelta Ernesto Sanz. ¿Quién puede arrojar la primera piedra, el exministro de Economía de Cristina, el gobernador jujeño cuyo bloque le votó todo a Alberto –incluso la quita de coparticipación a la opulenta Buenos Aires– o el exgobernador mendocino que armó la transversalidad con Néstor Kirchner y colocó de vicepresidente a otro ex gobernador mendocino?
Los futurólogos dicen que el problema de los radicales es el internismo y el ego por quién llega a la presidencia. Otros –más serios– hablan de falta de voluntad de poder. Y yo creo, humildemente, que es otra cosa: no hay voluntad de gobernar. Voluntad de poder les sobra y muchos se sienten más seguros como eternos opositores o detrás de cámara.
Por lo pronto vemos algo en lo que el kirchnerismo es realmente bueno y no me refiero a quedarse con lo ajeno o administrar mal cada una de las áreas de gobierno: levantarse rápido. Pasó en 2009, pasó en 2013. Cada vez que los kirchneristas pierden una legislativa, festejan. Ganan en la derrota, se hacen dueños del amor odiando, de la alegría enojados y pasan por arriba todo resorte institucional. Son los maestros de la máxima de las elecciones: siempre tiene más responsabilidad el que gana que quien pierde. En base a eso, a tirar fruta y romper todo que lo único que importa es conservar el Poder por el Poder mismo y no otra cosa. Mirá si van a ser personas comunes, mirá si van a tolerar salir a la calle y que nadie los reconozca.
Entre tanto, Cris picó en punta en el arte de la convalidación por la negativa. Aunque en su vida lo haya leído, actuó como salida de los ensayos de Umberto Eco, quien sarcásticamente aseguraba: “Tener un enemigo es importante no solo para definir nuestra identidad, sino también para procurarnos un obstáculo con respecto al cual medir nuestro sistema de valores y mostrar, al encararlo, nuestro valor. Cuando el enemigo no existe, es preciso construirlo”.
En el acto por el Día de la Demo Gracia, Cristina destruyó al adversario y puso en su lugar a un enemigo. También comparó el golpe de Estado de 1976 con “la noche que volvió en 2015”, solo que esta vez no hicieron falta militares “si no jueces con toga y medios hegemónicos”.
Por si hiciera falta, la que durante la dictadura hizo de todo menos combatir al régimen, se victimizó y comparó con los desaparecidos porque “ahora te persiguen judicialmente”. Bellísimo. Como broche de oro, el mismo día en que Guzmán logra un primer intercambio ameno con el FMI, Cristina le dice a Alberto que le pague al Fondo con la guita que encuentre en paraísos fiscales y que no dé el brazo a torcer. Luego le ordenó que convoque a los representantes de la oposición para que se comprometan. Le faltó pedirle un cortado con dos de manteca. ¿El mensaje? Relato para las masas y negociación, o prender fuego todo y dar clases de economía al mundo mientras el universo financiero se prepara para un colapso de la economía norteamericana. Elige tu propia aventura.
¿Qué contesta el desautorizado serial que tenemos por Presidente? Que los que tomaron la deuda son “sinvergüenzas” y que él no le tiene miedo a que el FMI “le suelte la mano”.
Y tiene razón: yo también tendría mucho más miedo a que Cristina me suelte la mano.
© Relato del Presente
0 comments :
Publicar un comentario