Por Carlos Ares (*) |
El Flaco Sócrates llegó de madrugada al bar La Academia, Callao casi Corrientes. El foco cenital de miradas se cerró sobre él. La barba blanca era de un celeste clarito. De una, bien de langa, recogió la sábana para no barrer el piso, ni pisársela con las sandalias, se envolvió y encaró hacia la mesa. El culo no había tocado la silla cuando la Rata Rial, fiel a su estilo, a la vez que se bolsiqueaba una pila de sobrecitos de azúcar, provocó: “No hay ninguna prueba de que ella sea Pandora, la que liberó todos los males”.
“Sólo sé que no sé nada –dijo Sócrates–, pero si pagan el café cuento todo”. Aprobado el gasto, se acomodó de lado, cruzó las piernas, alzó la mano, pidió café con leche, medialunas, tostadas, queso, mermelada, uno de pan árabe de queso, jamón y tomate. “El ‘briki’ sin filtrar y sin ‘sketos’ –dijo–. Sin azúcar –aclaró–, me estoy cuidando”. El mozo murmuró: “Griego rompe huevos”.
“El verdadero malandra fue Prometeo –arrancó Sócrates–, así llamado en el sur porque prometía todo y no cumplía nada. En YouTube se lo ve mintiendo ‘un terrenito’. Años más tarde, para justificar parte de la que tenían, ella dijo que antes de los cargos públicos ya habían embolsado tres palos verdes. Se dice que apretaban gente endeudada. De los 600 millones de dólares de las regalías petroleras nunca se supo nada. En Buenos Aires se quisieron llevar la de los dioses y se armó quilombo”.
Sobreactuando, el Gato Sylvestre justificó: “Pero no la mandaron afuera, como otros. En los Pandora Papers aparecen los Bulgheroni, Galperin, Rocca, Perez Companc, Roemmers, Sigman-Gold, Werthein, Eurnekian, De Narváez”. El pistolero Baby apuntó y tiró: “Pasa que los conventos son más seguros para los creyentes”. Todo iba bien, entre jodas y chicanas de ocasión, hasta que Fanta reaccionó. “Para, pará, vos me estás diciendo que en la investigación de las offshore no aparecen las que armaron los Báez, o Daniel Muñoz, el testa y el secretario de Prometeo?”.
Chirriaron las patas de las sillas. Las bocas entraron en erupción. En el repaso de tanto afano, se llegó hasta la mención de transas casi olvidados, como Roberto Dromi, el Julio De Vido del gobierno de Menem, que liquidó las empresas del Estado entre empresarios y sindicalistas. Fanta seguía sin entender. Cada dos minutos pedía que repitieran todo otra vez, hasta las puteadas: “Pará, pará, ¿vos me estás diciendo que el choreo grande empezó en los 90?”.
Siempre le cuesta a Fanta. De pronto, le gritó a alguien que estaba en otra mesa: “¡¡¡Qué me importa que Telefe está en tanda, pará, pará!! El insólito, histérico reclamo, dejó en suspenso tacadas decisivas en el billar. Se hizo un silencio pesado, pocas veces oído. Ni pedidos a viva voz, ni el entrechocar de platos, tacitas, risas, nada se escuchó. La Rata Rial aprovechó para encanutarse los sobres de mayonesa y ketchup que vinieron con el de pan árabe.
“La verdad, muchachos –retomó Sócrates–, no me explico cómo es que se puede ser tan gil. Hace más de chiquicientos años que los vienen descansando con los relatos. El de Pandora es un mito urbano. Lo posteamos con los pibes pasados de faso y cerveza en una plaza de Atenas. Ya en la antigua Grecia era más sencillo atribuir la culpa de todas las desgracias a cualquiera antes que a los verdaderos turros en el poder. Lamento desengañarlos, pero así fue”.
Como si acabara de cobrar un plus por obediencia debida, el Gato Silvestre dijo: “Vieron, ella no es Pandora, la que abrió la caja y liberó todos los males, la fatiga, la locura, el vicio, la pasión, la tristeza, el crimen”. Sócrates asintió. “Así es, ella no liberó los males, al contrario, encanutó los bienes. Hoteles, departamentos, tierras, propiedades, depósitos, los dólares de la nena”. Con el ceño fruncido, los muchachos parecían pensar.
“Flaco –dudó Fanta–, ¿es verdad que la esperanza fue lo único que quedó en la caja?”. Sócrates se echó hacia atrás en la silla. “¿Bancás otra vuelta de café y medialunas?”. Fanta se sacó: “¡¡Pará, pará, ¿vos me estás diciendo que no sabés si también se llevaron la esperanza?!!
Sócrates puso cara como de ¿será posible este pibe? Se levantó y se fue. Sin pagar. Hizo la gran Prometeo.
(*) Periodista
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