Por Gustavo González |
Una aclaración inicial: dejar de tratar al otro como un demonio para pasar a escucharlo como una persona, no garantiza que luego se consigan acuerdos. Lo que garantiza es un nivel mínimo de madurez sobre el cual será más fácil pretender acuerdos. Seguirá habiendo distintos modelos e intereses en pugna, pero desatanizando la relación al menos se lograría que esas diferencias signifiquen, simplemente, eso.
Hay una Argentina agrietada que no quiere morir y, otra Argentina que quiere creer que haciendo algo distinto a la confrontación extrema de la última década, habrá posibilidades de conseguir resultados distintos.
La Argentina agrietada incluye a políticos, intelectuales, periodistas y empresarios, que no pueden, no saben o no quieren salir del círculo vicioso de la polarización. En privado, incluso, la mayoría reconoce las secuelas dañinas de la grieta, pero le atribuyen a un otro maligno la culpa de que exista.
Después están los que, no solo se asumen como protagonistas de ese duelo, sino que lo toman como un enfrentamiento sanador. Una lucha en contra del mal que recién se resolverá con su eliminación.
El mal es Cristina y todo lo que ella representa. Y el mal es Macri y todo lo que él representa. Ambos sectores enfrentados están convencidos de que, sin la eliminación política del que está enfrente, el país no tendrá futuro. Por eso se ven a sí mismos como parte de cruzadas emancipadoras y ven al otro como militantes a sueldo de oscuros intereses.
Y también están los que se saben parte de un negocio. Son los que entienden que gritando, insultando y demonizando conseguirán más votos o más rating. Algo de razón tienen: aunque pescan en una pecera cada vez más chica, es una pesca segura. Ésta es una de las trabas concretas para salir de la polarización: hay miles de familias que viven de ella.
FMI. Cada semana tiene lugar un nuevo match. Es probable que quienes están inmersos sinceramente en estas cruzadas no logren tomar distancia para ver lo que resulta. O para pasar sus certezas por un mínimo filtro crítico que les haga preguntarse si es realista creer que todo lo que hace su bando está bien y todo lo que hace el otro está mal. Y solo se permitan reconocer algún error propio, si lo compensan inmediatamente con un “Ah, pero Macri…” o un “Ah, pero Cristina…”.
El gráfico de la columna muestra, apenas, los espejos invertidos de ambas Argentinas en los últimos días.
La reciente gira presidencial fue uno de los nuevos motivos elegidos para el enfrentamiento mediático. Unos, la comunicaron como un éxito absoluto. Los otros, como un hecho poco trascendente y sin resultados.La mención en el documento final del G20 de los sobrecargos del FMI a los países en dificultades fue considerado por los unos, como un apoyo explícito al Gobierno. Y por los otros, como puro humo, porque el texto no dice nada concreto.
La realidad es que recién se sabrá si los intentos del Gobierno para eliminar los sobrecargos son exitosos (ahorrando unos mil millones de dólares anuales) cuando el
FMI lo acepte.
Y si bien es verdad que el G20 no apoyó explícitamente la quita de sobrecargos, la sola inclusión del tema en el documento de los países más ricos del mundo es un mensaje al Fondo. El texto dice: “Nuestros ministros de Finanzas esperan con interés que se siga debatiendo la política de sobrecargos en el FMI.”
Esto es: hubiera sido mejor que el G20 pidiera explícitamente por la eliminación de las sobretasas, pero el texto es lo más parecido al tipo de apoyo que este organismo puede dar. Así es. Ni blanco ni negro, un gris complejo como la realidad.
Inversión. Otra de las interpretaciones polémicas sobre el resultado de la gira fue el acuerdo de inversión de US$ 8.400 millones para la producción de hidrógeno verde. ¿Un signo de confianza en el país o un invento para que el Presidente trajera una noticia positiva? La verdad, como suele pasar, está en el medio.
Lo cierto es que esta historia comenzó el 8 de noviembre de 2020, cuando el ex rugbier Agustín Pichot llamó a su amigo Francisco Meritello, por entonces secretario de Medios, para decirle que Andrew Forrest, presidente de Fortescue y uno de los cien más ricos del mundo, quería invertir en el país para producir hidrógeno verde y estaba dispuesto a viajar de inmediato para presentarle el proyecto a Alberto Fernández. Fernández estaba en Bolivia, pero respondió que lo recibiría a su regreso.
Forrest llegó junto a Pichot y otros directivos, pero solo pudo ver por zoom al Presidente, ya que éste debió permanecer aislado por haber sido contacto estrecho de Beliz, contagiado de covid en el viaje a Bolivia. En el zoom, Forrest hizo un pedido específico: no quería intermediarios ni interferencias en la relación. Lo que se habría entendido como un pedido de que no aparecieran extraños que pudieran pedir o impedir cosas.
Desde entonces, Beliz y Kulfas llevaron adelante la relación, en consulta con gobernadores y representantes de países especializados en el tema, como Alemania, Japón y Corea del Sur.
Entonces, ¿la inversión será una realidad gracias a una gestión eficiente o es otra fi-cción de una administración a la que nadie le invertiría un peso?
Hoy no hay respuesta segura. Sí es correcto que el país tiene condiciones propicias para esta producción, que Fortescue es una subsidiaria de Fortescue Metals Group, el cuarto productor de hierro del planeta y que se sabrá rápido si este plan es o no serio: el acuerdo contempla una primera inversión de US$ 1.200 millones el próximo año en Río Negro a modo de prueba y, según su resultado, se efectuará –o no– la inversión restante de US$ 7.200 millones hasta 2028.
¿Sucederá? Se empezará a saber en 2022.
Deuda. Los políticos y comunicadores de la grieta rehúyen, consciente o inconscientemente, a las zonas grises de la razón. Ya sea por lo complejo de buscar la información, de confrontar las certezas con la realidad o por entender que sus audiencias no les perdonarían cuestionar sus prejuicios.
¿La reunión en Roma entre Guzmán, Beliz y las autoridades del FMI indica que el Gobierno está dispuesto a un acuerdo? ¿O todo lo contrario?
Los datos confirman que el encuentro existió y que duró 12 horas. Eso (más las citas anteriores) al menos indicaría que los funcionarios recibieron la orden de alcanzar un acuerdo.
Pero esto no garantizará que ocurra, más allá de los consejos de la mayoría de los economistas y del propio Guzmán.
De hecho, uno de los líderes del FdT, Máximo Kirchner, cuestiona el derecho del FMI a cobrar una deuda que considera política (“otorgada para apoyar la candidatura de Macri”).
¿Entonces todas las negociaciones son “pour la galerie” y habrá default? Probablemente, lo que es “pour la galerie”, son las declaraciones del cristinismo en plena campaña.
Aceptar la complejidad de cada tema sería reconocer lo difícil que es el camino a la verdad. Y hay oficialistas y opositores que no están dispuestos a hacer el esfuerzo.
Es posible que la duda sea la jactancia de los intelectuales, pero las certezas absolutas y cerradas que cada semana salen de la grieta, garantizan el camino más seguro a la ignorancia.
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