Por Roberto García |
Le costaba explicar al gobierno, para el acto del próximo domingo, si la consigna central era contra el FMI o a favor del FMI. Singular desvarío, los bandos no pudieron resolver esa disputa interna. Y suspendieron la convocatoria con la excusa infantil de que no podían marchar el Día de la Madre. Antiguo el conflicto con la deuda: ya en tiempos de Alfonsín, periodo que ahora parece apreciar Alberto, la Junta Coordinadora se abrazó a una marcha con la consigna de no pagar. Fueron del brazo por la plaza, Grinspun era ministro. Y, luego, pagaron. Hasta han cambiado de pensamiento desde entonces, fueron jóvenes.
Ahora los Fernández enfrentan la misma inquietud pero con personal setentoso, gente cuya biografía empieza pasados los 30 años y que de “hacer la revolución” pasaron a hacer “la explosión demográfica” (Emilio Pérsico, por ejemplo, tiene diez hijos al menos). El hijo de Cristina decía que pagar un dólar al FMI era quitarle el pan a los niños —y los viajes de egresados, claro—, mientras el ministro Guzmán conseguía del organismo una rara promesa a las dos demandas de la vicepresidente: si alguna vez le damos más plazo para pagar a algún país, la Argentina podrá acceder a ese beneficio. Una pavada que a Cristina le gustó. En cambio, nada se consiguió hasta ahora sobre una baja a la tasa de interés por las multas y la dama sigue encerrada en negativo mutismo. Viajó Manzur como si fuera un experto, cree que ciertas relaciones le abrirán puertas para mejorar la situación argentina en el organismo. Alberto pasó el acuerdo para el año próximo y Guzmán navega en una nube personal: dijo que la brecha cambiaria no es peligrosa, no toma en cuenta el riesgo país y menos, en apariencia, la tasa de inflación. Se entiende entonces la incógnita sobre estar a favor o en contra del FMI y la suspensión del acto.
Otro enigma para la celebración: ¿había que vitorear a Cristina o a Alberto?. Otra duda fundamental que se disipó borrando la convocatoria. Otro desencuentro de los propios y el general Perón se quedó sin el recuerdo anual del 17 de octubre, como en los tiempos de la Libertadora: parece que la Lealtad no es un tema común en el oficialismo. Desconcierto también para un Presidente que se soñaba único orador frente a una de las manifestaciones más numerosas de los últimos tiempos. No habrá one man show. Y por segunda vez en un mes resigna ese imaginado baño de popularidad, ya que los mismos fogoneros que fracasaron en esta ocasión, también habían citado para una reivindicación del mandatario jaqueado 48 horas después de las Paso. Tampoco pudo ser. Los reconocidos anfitriones —grupos sociales como el Evita, Pérsico y Navarro, algunos intendentes y otros amancebados— son candidatos seriales a la frustración o no pueden cumplir lo que prometen. Y Alberto, mientras, se dedica a otros menesteres menos atrevidos, de timbrear en alguna casa, entonarse con algún payador cumbiero o pasear en sulky. Aunque el carruaje es para dos personas, no la invita a Cristina.
Si falló la convocatoria del 17, otra llega viento en popa para el 18, a cargo exclusivo de la CGT. “La vamos a hacer igual, si o si, les guste o no les guste”, fue la inicial respuesta de la central obrera al gobierno y a personeros como Máximo Kirchner, quien les pidió postergación hasta que se elijan nuevas autoridades en la calle Azopardo. No le hicieron caso y avanzaron con su proyecto de apoyo al gobierno, aunque resultara insensato cobijar dos actos con un mismo propósito defensivo y en dos jornadas consecutivas. “Lo vamos a hacer a nuestro modo, de principio a fin”, casi exigiendo invitaciones especiales a los que se quieran sumar. No van a discriminar pero observarán a cada uno de los presentes. Como en los viejos tiempos: fiesta monitoreada por el aparato sindical, sin los culatas de entonces, o tal vez más disimulados. Casi un agravio para el cristinismo esta obligada cesión a la burocracia: no figuraba en la formación de Máximo, ni hablar de la historia de Pérsico & Cía., menos en la de su madre, ahora protegida y entregada a los gordos y viejos de Lingeri a Rodríguez, de Moyano a Cavalieri, de Martínez a Barrionuevo. Como una gran cama redonda en la que Alberto, el beneficiario, resulta un voyeur. Afuera de la vidriera se han estacionado los acólitos de La Cámpora, la oficialista CTA o los bancarios de Palazzo que ya cobraron con designaciones en las listas. Al revés de los que hoy organizan el acto del lunes. Curioso final, injusto: los beneficiarios del gobierno van a la cola, cabizbajos pero empoderados, no son lo que parecía que eran. Y los que parecían enterrados o al borde de la defunción, despreciados por la viuda y su hijo, también por Alberto y Zannini, el Patria y Cafiero, aparecen a su total servicio. Y con un gentío a su favor. Claro, esperan cobrar un 25% que les resta de los fondos de las obras sociales. No todo es gratis. En la calle dirán el lunes, como la oposición, como los empresarios, como Cristina, como los grupos sociales, que el nuevo lema es modificar la beneficencia en trabajo. Atención: aterriza otra ola de subsidios.
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