Por Nicolás Lucca
Estoy bien, gracias. ¿Usted, licenciada? Vengo de caravana, de joda, de boliche en boliche me gusta la noche, me gusta el bochinche, la dicha en movimiento, livin’ la vida loca, toda la noche hasta que salga el sol tocando en una banda de reggaeton sin parar, pasame más tinto que se vino la pachanga. Básicamente, de gira con Sabina que, por desgracia, no tiene la noche de Joaquín. Jodona, pero no tan fiestera como el resto del gabinete, que también tienen sus propias formas de darnos diversión.
Resulta que encontré en el exterior a miles de pequeñas empresas dedicadas a la producción homologada de autopartes de autos clásicos y antiguos. Se las puede encontrar en cualquier plataforma de ventas por internet del extranjero. Pero ninguna puede llegar a mi casa porque la Aduana debe “proteger la industria nacional de autopartes”. ¿Qué autopartista argentino hace un espejo retrovisor de un vehículo que dejó de fabricarse en 1970? Ninguno. La norma, hecha por bestias de la oratoria nacionalista, oculta el detalle de querer evitar que se fuguen divisas. Veinte dólares en mi caso. A eso nos han reducido.
El martes me puse a buscar vuelos a Roma para una capacitación. Más allá del detalle del 100% de impuestos nacionales sobre el costo del pasaje, me encontré con que tengo que viajar un mínimo de 30 horas por la escasa frecuencia de viajes. Ah, y además, el pasaje queda sujeto a una disposición administrativa de Santiago Cafiero que es imposible de adivinar. Me bajé del viaje. Y eso que me lo pagaban. ¿Cómo les explico a los mecenas que tendrían que gastar el dinero y puede que llegue a destino bajo el papado de Francisco III?
¿Sabe qué es lo peor, licenciada? Solo mencionar estas cosas me hacen sentir el rey del White People Problem. Pero luego pienso que 800 dólares en un aéreo ida y vuelta, hace tan solo unos años, podía pagárselo cualquier persona que trabaje la cantidad de horas que yo trabajo por semana. Y al que venga a decirme que no tengo de qué quejarme o que perdí perspectiva de la realidad, lo emboco. No puedo no pensar que, si yo me empobrecí de esta manera, ni quiero ponerme en los zapatos de alguien sin laburo o de un changarín.
Pero es que no quiero que se corran los ejes, licenciada. ¿Recuerda cuando yo pedía que la corrupción no nos tape que el kirchnerismo gobernó como el orto? Bueno, ahora estoy casi en la misma. El mayor problema que tiene Alberto con el temita de la fiesta de Olivos es que no puede dejar que el tema siga vigente como si nada. Le vendría al pelo para tapar que, además, gobierna como el orto, que no hay un área del gobierno que pueda dignarse de mostrar algún resultado. Nadie recuerda quiénes son los ministros más allá de dos o tres nombres y, por si fuera poco, solo administran el devenir de los días.
Molino Cañuelas convoca a acreedores, por el cierre de exportaciones hay cada vez más personas sin laburo y ya nos acostumbramos tanto a la violencia del delincuente promedio que en Palermo usaron a una mujer de escudo humano en un robo y seguimos nuestro día como si nada. Y, si presta atención de noche, podrá escuchar un desfile de gritos y lamentos que provienen de todos los pacientes psiquiátricos que los distintos gobiernos abandonaron en la calle a su suerte. Entretenimiento nocturno gratuito.
Si vuelvo al tema del espejito que quise traer del exterior, fíjese que eso puede parecer una pelotudez pero demuestra qué tan afuera de todo estamos. O sea, en materia económica no se puede ni sacar veinte dólares del país para que no se funda nadie. Uno creería que la mejor forma de contrarrestar eso es atrayendo inversión directa, pero ahí va Alberto el internacionalista a cagarse en todo lo que pregonó respecto de Venezuela. ¿Quería una salida institucional? Ahí está la comunidad internacional, con sus amigos mexicanos, los europeos y casi todo Occidente, en un logro que Alberto debería festejar: un documento para elecciones libres, constitucionales y transparentes. A Alberto eso le pareció “intervencionismo extranjero”. Hasta el Papa quedó atónito.
Nuevamente el hombre critica lo que no pregona. ¿Cómo calificaría usted que el exinquilino de Tolosa Paz apoye a un candidato en Bolivia días antes de las elecciones? ¿Y cuando fue a Chile a darle consejos a la oposición? ¿Recuerda que saludó al actual presidente peruano cuando todavía no se sabía si había ganado? Lo mismo hizo con Biden. Y no hizo falta ninguna foto filtrada para que nos enteremos, lo cual hace sospechar que el tipo merece el premio al más porteño de la historia: lleva la contra a todos por llevarla aunque coincida y el mejor negocio que se puede hacer con él es comprarlo por lo que sabe y venderlo por lo que cree que sabe.
Y la semana terminó nuevamente y al pasar por la Mesa contra el Hambre vi un cartelito que decía “Cerrado por Pandemia”. ¿No recuerda la Mesa? Hermoso proyecto tribunero con el que Alberto se hizo el Churchill de la alimentación antes de asumir la presidencia y terminó en choluleo.
No me encontré ni a Marcelo Hugo ni a Narda. Tampoco tuvimos noticias de Estela de Carlotto, de Agustín Salvia del Observatorio Social de la UCA ni de Adolfo Pérez Esquivel. No lo encontré a Monseñor Carlos Tissera de Cáritas, ni a Daniel Funes de Rioja de la UIA. Faltaron sin aviso Esteban “Gringo” Castro, de la CTEP, Sonia Alesso de Ctera, Roberto Baradel de Suteba, Eduardo López de UTE, Carlos Achettoni de la Federación Agraria, Dardo Chiesa de la CRA, Gustavo Vera, María Cher y su papá Rubén Cherñajovsky, la nuera de Ernestina Herrera de Noble, Juan Vasco Martínez de la Asociación de Supermercados Unidos, y Rosario Altgelt, CEO de LATAM. ¿Recuerda a LATAM? Qué plato. Vacío.
No nos cruzamos con ninguno de ellos en los comedores de esta semana. Tampoco salieron a repartir comida. No sé cómo andará esa mesa contra el hambre pero quizá tampoco haya podido adaptarse a Rappi y tuvo que cerrar, quién sabe.
Y todo esto pasó entre el lunes y el viernes de esta semana.
Es cierto que en la Argentina es difícil aburrirse, no veo por qué habría que desmentir a la jodona de Sabina Frederich, aunque puede que la ministra haya confundido tanta balizas de patrulleros con las luces de un boliche. Pero siento algo extraño, como si me obligaran a estar de fiesta permanentemente. ¿Recuerda cuando era adolescente? ¿No hacía caravana? Ya sabe, eso de pasar noches enteras sin dormir. Bueno, llega un punto en el que siempre hay uno que dice “qué está abierto a esta hora” y otro que se quiere ir a dormir por más joda que le propongan.
Imagine lo siguiente:
Hay una planta depuradora de agua, pero el responsable de mantener su seguridad no se calentó o no tuvo el presupuesto para reparar el alambrado. Puede ser ambas, eh. Ahora sumemos un chico de 8 años de edad con retraso madurativo que pasea a la deriva junto a sus hermanos. Agreguemos que los vecinos de la zona se cansaron de advertir a las autoridades por la situación de los chiquitos que lejos se encontraban de estar a cargo de sus padres, dos tipos arruinados por las adicciones a drogas de la calidad que pueden conseguir en esa paupérrima situación de marginalidad. ¿El resultado? El nene apareció muerto en un piletón.
Eso no se encuentra en el primer mundo, doña. O sí, pero no tan seguido. Porque el caso de este chiquito podría haber ocurrido en cualquier lugar donde alguien no hace lo que le corresponde. Pero que tanta gente se cague en lo que le tocaba hacer, es difícil. Imagínese de cuánta gente hablamos que los padres de esa criatura ya no estaban en condiciones de criar chicos y así y todo rifaron la suerte. ¿No le divierte? ¿No le causa gracia que la pobreza estructural ya tenga tantas generaciones que considera normal vivir así porque no recuerdan al último que tuvo algo de dignidad en un país que en 1974 tenía una pobreza del 5%? ¿Ni una sonrisa?
A mí tampoco.
Hay una realidad difícil de digerir y que quedó a la deriva en la última sesión que tuvimos: el lugar que ocupa el periodismo en todo este divertimento. Usted me dio a entender que le resultaba difícil de dimensionar que fuera tan barato conseguir el favor de un colega, que no lograba comprender cómo es que en la mayoría de los casos no se usa dinero en sobres, sino tan solo el acceso a primicias, que a veces huelen a pescado podrido desde la otra parte de la ciudad.
Para profundizar y que entienda mi cansancio, hice los deberes y le traigo lo siguiente: la mayoría de los periodistas que se oponen a un gobierno la pasan mejor durante ese gobierno al que se oponen. Suena duro, lo sé, pero a las pruebas me remito. Si miro dentro del ámbito del antikirchnerismo la mayoría quedó colgada de la brocha tras el 10 de diciembre de 2015. Todavía me encuentro con algún que otro lector que me dice “qué bueno que hayas vuelto” como si yo me hubiera ido a algún lado. Y la verdad es que por mi página no pasaban ni a pedir monedas.
Imagínese en el mainstream. Los que tenían las de ganar, los más veteranos, los ya instalados, pudieron sostenerse no sin algún que otro contratiempo. Yo terminé arriba de un Uber.
En la parte de adelante.
Del lado del conductor.
Que el kirchnerismo volviera al poder vino como un soplo de aire fresco hacia nuestros egos alicaídos. Y muchos no sabrán de qué disfrazarse cuando finalice este carnaval carioca de muerte, incompetencia, cinismo, miseria e impunidad. Es que ya se lo dije: el grueso creemos que nosotros somos importantes y no nuestro oficio, que lo que importa es quién dice las cosas y no las cosas que decimos. Nos divierte putear a Frederic por decir que vivir en la Argentina es divertido.
Mire, tengo un amigo holandés que vino a perfeccionar a Buenos Aires sus estudios de comunicación sobre América Latina. Sí, en otros países los periodistas se recontra capacitan. Y no se fue nunca más, salvo para saludar a los padres. “Acá es imposible aburrirse” me dijo una vez y hablaba respecto de su trabajo. Imagínese dar las noticias políticas en Holanda. “Buen día, hoy también está todo normal”. Llevan cinco meses sin lograr formar gobierno y la tapa del día es la última foto de la familia real antes de las vacaciones. Hubo un poquito de diversión con el asesinato de un periodista de investigación criminal y quieren colgar de sus partes íntimas a la titular de Relaciones Exteriores por la lentitud en la evacuación de personal afgano.
¿Se imagina tener esos problemas acá? No logramos que regresen los argentinos que se fueron a los Estados Unidos, imagínese tener que evacuar a mil personas desde Kabul. Y ojalá estuviéramos en condiciones de poder estar sin gobierno un día, al menos.
Al entender a mi amigo holandés también nos entendí a nosotros. Necesitamos de una clase dirigente que crea que ellos son el problema y la solución al mismo tiempo. Y los medios son reflejo de la clase dirigente: cuanto peor es la política, peores son los medios de comunicación pero más redituable resulta. No falla.
Imagínese lo que será de redituable vivir en el caos anárquico disfrazado de orden institucional que contamos con ocho señales de noticias para 45 piojosos millones de argentinos. Y todas esas señales concentradas en la Gran Ciudad. En Estados Unidos, por poner un ejemplo, son tres los grupos de noticias audiovisuales. Tres.
¿Puede creer que con tantas señales de noticias en la Argentina solo hubo dos clases de muerte desde marzo de 2020? Por Covid y por inseguridad. La segunda de vez en cuando. ¿Violaciones a derechos humanos? Imposible. ¿Muertos por suspender tratamientos? Jamás. ¿Catástrofe psiquiátrica? Mejor no hablar de ciertas cosas.
Y ahí veo cómo pasan los años y cada vez tengo más amigos o conocidos amigotes en distintas listas políticas. Los veo y no los entiendo. O sí los entiendo y me da una cosa que no sé cómo explicar. Lo viven como si emprendieran. Y lamentablemente, en la Argentina, donde cada banca legislativa tiene los mismos empleados que una Pyme, donde algo de guita entra solo por participar, es lógico que vivan la política como un emprendimiento, una empresa perfecta en la que los costos de mantenimiento los pagan otros. ¿Preparados para la política? Puede ser. Y ese es todo un tema: hablamos de prepararse para la política y no de prepararse para la función pública. Y no, no es lo mismo. Debería, pero en la Argentina no es lo mismo.
Creo que llegué a ese punto en el que me aburrí de estar de joda. Me cansé. Y por cansancio incluyo todo, desde el circo político hasta los animadores del circo. Ya me hicieron saber desde el día uno que no pertenezco. Como un idiota hice todo lo posible por pertenecer. Al pedo, ¿sabe? Haber entrado en el negocio de grande y sin haber pisado el academicismo dogmático de la comunicación, se paga. Terminé a las puteadas contra la nada, como si me encontrara en la puerta de un boliche que detesto, indignado porque no me dejan entrar.
Y a esta altura solo quiero cagarme de embole; que las únicas estrellas sean los artistas, los deportistas y que nadie reconozca a un periodista por la calle porque no somos necesarios. Quiero que desaparezca ese pony.
Quiero cagarme de embole porque pude planificar un viaje para dentro de dos años porque sé que me va a costar lo mismo y no tener que vivir la diversión de no poder planificar el día de mañana.
Quiero aburrirme, vivir el bodrio de contestar un mensaje en la calle sin cagarme de risa porque un amigo de lo ajeno se llevó mi teléfono. No quiero reír más mientras intento decir que “por suerte solo me robó”.
Quiero que mi única diversión sea tener que pensar cómo reinventarme en un país en el que no pasa nada porque ningún político se cree mesías, porque las instituciones trascienden a los nombres de las personas que las integran, porque los gobernantes saben que tan solo son administradores temporales del Estado y no sus dueños. Quiero estar tan al pedo como para preocuparme del medio ambiente. Quiero que mi mayor preocupación sea llegar a viejo con salud.
Quiero que me aburra el ruido del silencio.
No quiero más marchas.
No quiero más.
Quiero aburrirme.
No saber en qué gastar mi paz mental.
En fin. ¿Qué está abierto a esta hora?
© Relato del Presente
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