Por Fernando Laborda
El eje de la campaña electoral de la coalición kirchnerista es bien claro: responsabilizar de todo lo malo a Mauricio Macri y machacar con el nombre del expresidente cada vez que sea posible. En las últimas horas, el oficialismo sumó entre los portadores de ese mensaje al propio ministro de Economía, Martín Guzmán.
Sin embargo, las críticas que este funcionario le formuló ayer a Macri y a su política de endeudamiento del país no tuvieron ni por asomo la repercusión que hallaron los grotescos cuestionamientos que le disparó, desde un aula, una profesora de La Matanza al líder de la oposición.
Al margen de la pobreza de sus fundamentos, de sus exabruptos evidentes, de sus abusos de autoridad y del maltrato que prodigó a alumnos que pretendían cuestionar al actual gobierno nacional, la profesora Laura Radetich, docente de Historia en la Escuela María Eva Duarte de Ciudad Evita, y jefa de Historia y Geografía del Instituto Superior de Formación Docente 2 de Abril, aprendió bien el libreto ideado por los estrategos de la campaña del oficialismo.
En el video viral que muestra el vehemente intento de adoctrinamiento de sus alumnos, la docente acusa a Macri con argumentos parecidos a los que se escuchan en dirigentes kirchneristas y hasta sin un mínimo cuidado por elementales reglas gramaticales. “Se llevó la tarasca él y sus amigos (sic)”, expresó la profesora Radetich. Su mensaje es afín al de quienes, desde el Frente de Todos, invitan a la ciudadanía a creer que el millonario crédito stand by del FMI que contrajo el gobierno de Macri terminó en los bolsillos del exmandatario y sus amigos. Como si esos fondos, que rondaron los 44 mil millones de dólares, no hubiesen sido destinados a pagar vencimientos de la gigantesca deuda pública que, por cierto, aumentó durante la gestión macrista, pero que también se incrementó en los tiempos en que gobernó su antecesora, Cristina Kirchner.
La vicepresidenta de la Nación, en su afán por victimizarse frente a las causas judiciales en las que se encuentra procesada, ha dicho que sufre una persecución judicial impulsada por grupos financieros que se beneficiaron con el endeudamiento estatal. Según su particular relato, con el que coincide la docente Radetich, la deuda tomada por Macri fue parte de una conspiración para que grupos de poderosos, amigos de Macri, se quedaran con los millonarios desembolsos del FMI.
Ayer, al hablar ante la Comisión Bicameral Permanente de Seguimiento y Control de la Deuda Exterior de la Nación, el ministro Guzmán sostuvo que el endeudamiento en moneda extranjera entre diciembre de 2015 y diciembre de 2019 –período en que gobernó Macri– creció en 100.000 millones de dólares. En el mismo sentido, el titular del Palacio de Hacienda consideró que “tomar deuda en moneda extranjera es el mayor daño que se hace en la intrusión de la soberanía para decidir las políticas públicas” y que “cuando se toma deuda con el FMI, el problema es aún mayor”.
No señaló el ministro de Economía de Alberto Fernández que las tasas de interés por los créditos asignados por el Fondo Monetario se ubican entre las más bajas del mercado internacional, ya que rondan el 4% anual. Es decir, que son casi cuatro veces menores que las tasas de los créditos que contraía el gobierno de Cristina Kirchner con el de la Venezuela chavista o que los préstamos que durante los años anteriores estuvo tomando la Argentina.
En su presentación ante el Congreso, Guzmán mostró una placa sobre la evolución de la deuda bruta de la administración nacional, según la cual esta ascendía a 222.703 millones de dólares al término del mandato presidencial de Cristina Kirchner, en diciembre de 2015, y a 320.630 millones de dólares a la finalización del gobierno de Macri, en diciembre de 2019.
Tiempo atrás, Alfonso Prat-Gay, exministro de Hacienda durante la primera parte del gobierno de Macri, brindó otras cifras. Señaló que, durante los ocho años de gestión presidencial de Cristina Kirchner, la deuda pública pasó de unos 137.000 millones de dólares a unos 257.800 millones, con un incremento de casi 121.000 millones, en tanto que, a lo largo de la presidencia de Mauricio Macri, solo se incrementó en alrededor de 55.000 millones de dólares, hasta los 313.200 millones.
Otros trabajos destacan que, más allá del incremento de la deuda pública registrado en uno y otro período, hay que considerar el aumento del stock de letras del Banco Central emitidas en ambos gobiernos y la variación de las reservas internacionales del Banco Central.
En tal sentido, especialistas como Manuel Solanet destacan que el stock de letras creció durante los dos períodos presidenciales de Cristina Kirchner en el equivalente a 7500 millones de dólares, por lo que superó en diciembre de 2015 los 25.000 millones de dólares, al tiempo que en igual lapso las reservas del Banco Central se redujeron en 37.435 millones de dólares. De acuerdo con su cálculo, el balance neto de la gestión cristinista arroja, sumando el crecimiento de la deuda y la pérdida de reservas, un saldo negativo de casi 108.000 millones de dólares.
Siguiendo este mismo razonamiento, durante la presidencia de Macri, cuando el stock de pasivos remunerados del Banco Central terminaron en el equivalente a 21.000 millones de dólares y las reservas internacionales cerraron con un aumento de 18.690 millones, el balance neto fue negativo en 60.310 millones de dólares. De este modo, fue menor al del período cristinista, aunque en cuatro años y no en ocho.
Lo cierto es que lo que correspondería medir no es tanto la deuda acumulada, como el aumento del gasto estatal y del déficit fiscal. De poco sirve exhibir un menor endeudamiento público si, en su lugar, se recurre a una enorme emisión monetaria, que provocará más inflación, o a más impuestos.
Tanto la deuda como la emisión monetaria y los excesos en materia impositiva son una consecuencia y no la verdadera causa del problema argentino, que no es otra que su desequilibrio fiscal crónico.
Claro que, en medio de la campaña electoral, al oficialismo le seguirá conviniendo hablar de la deuda, para desviar la atención de la inflación, que es el impuesto más regresivo y el que más castiga a los sectores más vulnerables de la población.
© La Nación
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