Sin arrepentimiento. “No debió ocurrir” dijo, como si hubiese sido
un fenómeno natural.
Por Sergio Sinay (*)
Primero la negación total. “La fiesta no existió”. Después, ante la prueba indesmentible, la negación a medias. “No es lo que tú crees” (como dicen en las series y películas quienes son sorprendidos desnudos en la cama en plena relación sexual adúltera). Luego la mentira. “Es una foto trucada”. Más tarde la aceptación mentirosa. “La fiesta existió, pero solo pasé a saludar”.
Posteriormente el uso de su propia pareja como escudo humano: “No fui yo, fue ella”. Tras eso, frente a lo flagrante, el enojo patético con los mensajeros. “Miserables”. Inmediatamente la aceptación a regañadientes y sin arrepentimiento ni vergüenza. “No debió ocurrir” (como si hubiese sido un fenómeno natural o una acción exógena debida los astros). Hasta ese momento jamás apareció la palabra “perdón” o alguna mención a los muertos, a los deudos, a los amenazados, a los tratados de “idiotas” por transgredir lo que él y sus amigotes quebrantaron sucesiva y alegremente. Todo esto más de un año después de haber ocultado el hecho imperdonable. Pero la cadena de indignidades no cesó ahí. Continuó con la argucia de que “al no haber contagios no hubo delito” (consigna repetida por su valet en la jefatura de gabinete), ignorando de un modo perverso que lo legal no siempre es legítimo desde el punto de vista moral, aun cuando, como lo señalaron connotados juristas, el delito existió. Entre las últimas estratagemas, mientras corre la cuenta descendente electoral, apareció la promesa de donar parte de su sueldo a un instituto de investigaciones epidemiológicas como farsesco pedido de perdón. Aparte de que ya hay vasta experiencia sobre la inconsistencia de sus promesas, es un falaz perdón por lo negado, por lo ocultado, por lo tergiversado. Perdón tardío por lo imperdonable.
Convocado por su patrona para encabezar un proyecto de impunidad quedó convertido, en el peor momento para ese mismo proyecto, en un descascarado mascarón de proa carente de autoridad moral y con una autoridad formal reducida a mínimos. El escritor y conferencista británico Kenan Malik, señala en una columna escrita para The New York Times el 5 de diciembre de 2016 que el sostén de la verdad es la autoridad de las fuentes y la confianza que estas despiertan a partir de su conducta. Y el filósofo, poeta y activista social italiano Franco “Bifo” Berardi recoge esta idea en su reciente ensayo titulado La segunda venida para afirmar que no hay verdades ontológicas (que sean tales por su mera existencia), sino que el criterio último de verdad es ético, político y estético. Depende de valores, de contextos y de formas. De un pacto moral. La verdad brutal de este caso (una bacanal grotesca en los salones del poder mientras la peste, la muerte y la devastación económica, social y psíquica avanzaban sobre la sociedad) mostró ausencia de una mínima escala de valores, torpeza política y vulgaridad en la forma.
Lo que siguió a partir de ahí, es decir el festival de excusas, mentiras y berrinches de falsa ofensa, confirmó otras de las lúcidas y sombrías reflexiones de Berardi. “El poder ha dejado de ser sinónimo de razón y de ley, escribe el pensador italiano. El poder ya no impone silencio. Al contrario, el poder es hoy el amo del ruido. El ejercicio del poder se basa en la simulación y la hiperestimulación nerviosa”. Y agrega: “La nueva arma discursiva del poder es la shitstorm”. Esta (cuya traducción literal es “tormenta de mierda”) es una práctica consistente, según la define el diccionario Oxford de lengua inglesa, en crear controversias violentas mediante el uso de un lenguaje emocional y ofensivo. Se usa para ocultar verdades, atacar a adversarios, destruir reputaciones e imponer mentiras. Para ser exitosa necesita de receptores y repetidores fanatizados, de una opinión pública en la cual haya desaparecido el pensamiento crítico y de personas envueltas en redes de autoconfirmación. Se trata, dice Berardi, de un asalto emocional al cerebro, inhibiéndolo de pensar. Si el discurso del anfitrión de Olivos y el de su mandataria encuentran eco será porque estas condiciones están creadas.
(*) Escritor y periodista
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