Por Luis Tonelli
La foto del cumpleaños de la pareja del Presidente, organizado ilegalmente tras los altos muros de la Residencia de Olivos (pero hoy a tiro de las redes sociales) nos deja muchas enseñanzas y no pocas dudas. Acá, va una síntesis de ellas, en formato “memo”.
La autonomía (relativa) de la Opinión Pública respecto a los Medios de Comunicación
Mucho se habla del poder de los Medios para desatar y difundir escándalos. Que no hay nadie que resista tres tapas del Gran Diario Argentino en contra. Pero desde la llegada de Alberto Fernández al poder, desde las fuerzas opositoras, los medios críticos y las redes sociales se bombardeó al gobierno con críticas (muchas de ellas con justa razón) sobre temas muchísimos más importantes que el de una simple reunión clandestina, con efectos muchísimo más letales sobre la vida y la economía de las personas.
Sin embargo, ninguno parece haber tenido el impacto en la opinión pública que el del Cumpleaños Infeliz de Fabiola, ni las consecuencias sociales y económicas de la CuarEterna, ni la (no) negociación amañada con Pfeizer, ni siquiera el vacunatorio VIP. En ninguno de ellos prendió tanto la idea de un Juicio Político que por el “Fabiola estuvo de Fiesta”.
De los economistas se dice sardónicamente que predijeron veinte de las últimas crisis que se dieron. De los medios puede decirse que generaron mil de los menos de diez escándalos que realmente fueron importantes en los últimos tiempos.
¡¡Es la ética, gilún!!
Se habla de un individualismo rampante, de una sociedad cada vez más materialista. Se habla del imperio del dinero, y de la poca conciencia de lo público y de lo ético en el “sálvese quien pueda” actual. Sin embargo, el cumpleaños trucho no tuvo efectos ni económicos ni en la salud de los argentinos. Tampoco afectó a las inversiones ni a las relaciones con las potencias mundiales.
Una explicación plausible es que, en la complejidad de la pandemia, el núcleo duro oficialista encontraba una racionalización que los convencía y le daba un resquicio de justificación al oficialismo. “¿Hay inflación? ¿Y qué? no saben que hubo un Golpe de Estado en Birmania?” o del tipo de “¡Aquí nunca hubo colapso del sistema sanitario!” (sí, claro, pero el nivel de contagios siguió tan alto que igual tuvimos récord de muertes).
El “te invito a mi fiestita prohibida” de la Dame Fabiola exhibió brutalmente lo evidente de la violación a la ética pública del más alto magistrado público. No se necesitaron constitucionalistas, economistas y menos politólogos para que quedado claro que el Presidente había manifestado una fe en algo del que privadamente no solo descreía sino incumplía en las reglas por él dictadas. Alberto, dividió al país entre los que estaban por la vida y los que estaban por la muerte, y él, resulta qué él mismísimo Presidente, en privado, estaba a favor de la muerte. Eso se llama cinismo. “Tenemos que hacer este sacrificio por el bien de todos (pero yo, no lo hago por el bien mío).
Una posible explicación es que en los casos restantes hubo un resquicio de justificación (para seguir ilusionándose) del núcleo duro oficialista, para auto racionalizar la situación. En este caso, la evidencia fue tan brutal que no hubo posibilidad de encontrarle la vuelta ni argumentativamente, ni comunicacionalmente.
La democracia argentina actual se fundó sobre pilares éticos. Desde el punto de vista de los intereses, el peronismo tenía sus razones en pactar con los militares (los casos de transición que se tenían como ejemplares eran en los que se había dado una “negociación” entre los dos bandos, España, Brasil, todas transiciones pactadas. Raúl Alfonsín, en cambio, nos convenció que la apuesta por la democracia era de “buenas personas” y una decisión ética. Y esto ha perdurado a pesar de las catástrofes Como dice Charly “Mamá, la libertad siempre la llevarás dentro del corazón. Te pueden corromper, te puedes olvidar, pero ella siempre está”.
La foto es el mensaje
Da nada valieron los power points, los discursos, las chicanas, la presencia en todo momento de los críticos en la televisión, los twiters sardónicos. Una foto que tenía gente reunida cuando no tenía que estarlo, en una reunión organizada en Olivos, y con la presencia de la pareja (sub) presidencial tuvo el efecto demoledor de varios quilotones de chicanas convencionales.
Backward Induction
El tema se conoce en las ciencias sociales como el de Inducción Retrospectiva, pero que bien queda decirlo en inglés. O sea, la G.E.N.T.E. y tutti quanti dicen “si me mintió en esta cosa tan simple, tan evitable, en este error no forzado, entonces me estuvo mintiendo siempre”. La foto tiene un efecto demoledor sobre la voz pública y la autoridad presidencial
Alberto fue víctima de la típica sensación de impunidad, y la falta de responsabilidad de otros que ocuparon cargos similares. Es que la democracia combina dos elementos contradictorios: la necesidad de ingenuidad ciudadana y la astucia de la lucha por el poder. Pero la fiestita de cumple fue una idiotez del poder y algo que él más ingenuo de los ciudadanos no podía sino darse cuenta de cómo venía la mano.
No me importa tu pasado
Hay algo conmovedor. Así como la opinión pública reaccionó en efecto dominó por esta foto, en las elecciones muchos creyeron en que Alberto Fernández superaría sus inconsistencias discursivas que alertaban de su predisposición al verso. Pero la gente no cambia mucho, y menos respecto a sus defectos funcionales con su zona de confort. Gabriela Monchosvky publicó en La Nación varios meses antes de la llegada de Kirchner al poder como él había gobernado autoritariamente Santa Cruz, cosa que después repitió en su presidencia para todo el país. Alberto no hizo más que lo que hizo siempre. Lo que es que necesitamos creer en la purificación de la persona por medio de una elección mayoritaria. La verdad, que esto es una simple ilusión, La presidencia no es solo un mandato, es una posición de poder implacable. Y se sabe, “al poder no se le rinde homenaje sino abusándo de él”. No digo quien me lo dijo porque van a acusarme, como hacen, de gorila.
El escándalo como “sistema cerrado”
Y entonces parecer renacer la esperanza de la oposición, como cada domingo de Orlando Marconi (si, ya tengo las dos dosis aplicadas). Tienen motivos para alegrarse, porque una grieta se ha formado en la grieta gracias al fuego amigo de la artillería oficialista. Pero esta es solo una posibilidad para que avance la caballería y consolide la infantería. Si la oposición no se activa y aprovecha inteligentemente esta posibilidad, mandará la inercia. En estas épocas de complejidades inauditas resulta natural que se configure un sistema con cada evento importante que se cierra sobre sí mismo. El aumento de la pobreza no lleva naturalmente a un estallido social. Un escándalo no lleva necesariamente a perder las elecciones. Si no el voto en la Argentina tendría fluctuaciones que no presenta ni ahí. Un sistema tiene que irritar al otro, diría Luhmann, Niklas
¡Ay, Alberto!
Y como reza el manual de electioneering, traidor es el que pierde, y si Alberto pierde los traiciona a todos los peronistas. Así que el peronismo, por un lado, tiene que apretar la soga con los dientes, aunque venga puchada en inmundicias y rodearlo a Alberto (también para que no siga metiendo la pata). Y, por supuesto, que la ex presidenta en ejercicio electo de la vicepresidenta se queje en público con un ¡Ay Alberto!, poné por favoooooor en orden lo que tengas que poner (o sea, ¿pegarle un correctivo a la pobre Fabiola, la Primera Dama que quería Vivir, como sugirió Anibal Fernández como posibilidad fáctica?).
No vaya a ser que por un presidente que mete la pata se vayan a perder las elecciones que vienen.
© 7 Miradas
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