Por Eduardo Mondino (*)
De acuerdo con el Diccionario de la Lengua Española, el término farsa significa: “Obra de teatro breve de carácter burlesco que tiene como fin hacer reír; o enredo que tiene como fin engañar o aparentar”.
La tragedia “es un género dramático caracterizado por la representación de temas graves y elevados que conducen a su protagonista a un desenlace fatídico”. Asimismo, también podemos referirnos a una obra dramática donde predominan rasgos de la tragedia griega clásica.
Nuestro país vive un tiempo donde todas estas caracterizaciones nos pueden identificar claramente, hay actos burlescos, existe el engaño, pasan hechos graves y hay desenlaces fatídicos: más de 110.000 muertos por covid.
Soy de los que piensa que esta farsa/tragedia está en el final de su recorrido y que derivará en una crisis política cuya magnitud dependerá de la insensatez e impronta de sus actuales protagonistas. Esperamos que como define el Diccionario de la Lengua Española a la farsa sea esta: “Una obra de teatro breve”.
Lo que vivimos estos días nos pone en los albores de lo que cualquier sociólogo denominaría “nuestra mayor frustración democrática”, por lo cual tenemos la obligación de superarla política, social y moralmente.
Bajo ese convencimiento escribí en este medio, el 1 de agosto, que debemos pensar la Argentina del futuro, posterior a este desgastado modelo del atraso y el derrumbe nacional. Días después participé de una conferencia de Federico Zapata, un joven politólogo que expuso su teoría del Biodesarrollismo, en donde mediante el aporte de datos y perspectivas de la economía mundial cree que tenemos posibilidades de cambiar el rumbo.
En un reciente libro de Pablo Gerchunoff y Roy Hora La moneda en el aire con una actualización de la historia económica argentina tienen una visión muy parecida sobre nuestro futuro. El Consejo Agroindustrial Argentino (CAA) presentó un proyecto bajo el título “Estrategia de Reactivación Agroindustrial Exportadora, Inclusiva y Federal” en la misma dirección.
Los tres trabajos tienen un eje común, miran los nuevos cambios en el mundo y las grandes potencialidades de Argentina para crecer y desarrollarse. Parten de una misma premisa: debemos abandonar los modelos económicos basados en ideas viejas con una matriz productiva antigua, que ya tenía dificultades a fines del siglo XX.
El actual milenio tiene nuevos paradigmas basados en la industria del conocimiento, la tecnología, la digitalización, inteligencia artificial, energías renovables y la innovación.
En ese sentido, estas tres propuestas, con las cuales siento profundas coincidencias, casi con las mismas palabras están convocando a la conformación de una nueva coalición de poder que definen como: “Exportadora, Federal y Popular”.
Y me atrevo a sumar un cuarto elemento que es un libro de Jorge Castro: La visión Estratégica de Perón, que cuenta además con la colaboración de Pascual Albanese y Jorge Raventos.
Allí nos refrescan algunos pensamientos de Perón: “En política quien no tenga cabeza para prever, deberá tener espaldas para aguantar”. Lector de los clásicos griegos, sabía que cuando Sócrates le pregunta al joven teniente Alcibíades cuál debe ser la virtud del político, éste le contesta sin vacilaciones: “La virtud del político es prever”.
Y no se trata de adivinar el futuro sino de “ver antes que los demás”, percibiendo las tendencias dominantes de la época y adecuándose a ellas.
Encuentro en todas estas propuestas un marco estratégico que define componentes que no deben faltar para lograr el éxito, pero en lo táctico falta la acción política de conformar una coalición de gobierno, no un mero amontonamiento para ganar una elección.
Este proceso no podemos imaginarlo ni como el agroexportador de la Generación del 80 (1980/1916), ni como el Estado de Bienestar del peronismo (1946/1975), ni siquiera como el modelo modernizador de la década del 90.
El mundo tenía una aceleración importante antes de la pandemia, con el desarrollo del covid-19 se tornó frenético el salto tecnológico y produjo un avance que tal vez hubiese demorado muchos años en situación normal.
El pensamiento político, en sus distintas vertientes de izquierda y de derecha, ha quedado detrás de los acontecimientos. El liberalismo y el marxismo, protagonistas de la cultura del siglo XIX y el siglo XX son hoy ideologías carentes de encarnación política. Tampoco las viejas visiones del neoliberalismo ni de la socialdemocracia son capaces de explicar lo que efectivamente sucede en el escenario mundial.
La Iglesia Católica ensaya un replanteo de su doctrina social para adecuarse a los nuevos tiempos. Todas las fuerzas políticas en el mundo afrontan fuertes debates internos para redefinir su identidad de cara al futuro.
La Argentina no puede escapar a este desafío.
Eso requiere un profundo cambio cultural en la sociedad, hace dos décadas que vivimos un proceso de desestructuración colectiva y eso modificó la composición social de nuestra comunidad, no somos lo que éramos.
Con lo cual debemos construir esta nueva coalición de poder que transversalmente deberá representar a los actores y sectores políticos, económicos, gremiales, educativos, intelectuales y sociales de la Argentina actual.
Necesitamos integrar a los factores económicos del cambio ligado al conocimiento, la tecnología, la industria y la exportación, como también los sectores populares y vulnerables que hoy empiezan a percibir que el clientelismos de los planes no los sacará nunca de la pobreza.
Porque mientras el colectivo social se descomponía, hubo sectores que estructuraron sus privilegios (que no querrán dejar) por lo cual este proceso es en simultáneo: realizando amplios acuerdos y a su vez desmembrando nichos económicos/políticos corruptos.
No habrá salida sin fricción, sin costos, no busquemos caminos fáciles y rápidos cuando se requiere conformar una estructura de poder que reemplace a la actual. Entonces para qué seguir buscando la utopía de un acuerdo “entre Todos”, si algunos no quieren estar y no deben estar. Debemos conseguir una Argentina para todos, que es lo relevante.
La Italia de la post guerra construyó la Nueva República (“República Democrática fundada en el Trabajo”. Art. 1 de la Constitución de Italiana) con un 70% de acuerdos de su sistema político: la Democracia Cristiana y Frente Democrático Popular (no participaron ni los fascistas, ni los ultra liberales ni la ultraizquierda). Lograron consolidar una Nación para todos los italianos que fue cofundadora de la Comunidad Económica Europea y sigue hoy ocupando un rol importante en la UE.
Entiendo que esta coalición en nuestro país, desde lo político debe tener un perfil contra-hegemónico, debe representar el principio constitucional de ser Democrática, Republicana y Federal.
Su conformación, que deberá exceder al sector político, tiene que contener acuerdos básicos, consistentes y sustentables en el tiempo. Como ser:
Estamos de acuerdo que con inflación, seguiremos teniendo más pobres, coincidimos que el asistencialismo permanente quiebra la cultura del trabajo.
Somos conscientes que debemos recuperar una educación de calidad y excelencia y que la inversión en el desarrollo científico y tecnológico es imprescindible.
Tenemos claro que el hacinamiento en los conglomerados urbanos profundiza la marginalidad, con lo cual debemos planificar un reordenamiento demográfico urgente.
Sabemos que tenemos sectores de alta competencia en el plano exportador y que debemos incentivarlos a la mayor producción para generar divisas y trabajo genuino, consecuentemente debemos hacer una reforma tributaria.
Hemos comprendido que si el Estado tiene déficit permanente, el endeudamiento es inevitable o su “hermana” la emisión genera inflación.
Tal vez debamos debatir el proceso de reindustrialización en el marco de nuevos avances tecnológicos, y cómo reconstruir nuestra matriz productiva, que hace más de una década que no genera empleos. Deberemos establecer principios generales en materia de subsidios que todos los países y economías del mundo tienen.
No es necesario explicar que la globalización requiere apertura al mundo y un marco de relaciones internacionales vinculados a nuestra cultura occidental y a nuestros vecinos sudamericanos.
Si la mayoría de los argentinos pensamos casi igual, en estos temas centrales, construir esa nueva oportunidad para nuestra Nación no es una quimera. Es una posibilidad cierta y posible pero requiere de una consistente voluntad política, pero también un compromiso colectivo de la sociedad.
No perdamos más tiempo en fotos y videos bochornosos, pongamos energía e inteligencia en aprovechar lo que el escenario mundial nos está ofreciendo para volver a tener una Argentina del progreso.
En 1968, cuando todavía el tema de la globalización no se vislumbraba en el horizonte, en su libro La Hora de los Pueblos, Perón nos señalaba: “En el mundo de hoy la política puramente nacional es una cosa casi de provincias. Lo que importa es la política internacional que se mueve desaprensivamente por dentro y por fuera de los países”.
(*) Exdefensor del Pueblo de la Nación
© Infobae
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