domingo, 22 de agosto de 2021

“El pez por la boca muere”: por qué Cristina Kirchner y Alberto Fernández hablan sin ton ni son y están arruinando la campaña oficial

 Por Marcos Novaro

“Poné orden donde tengas que poner orden y no te pongas nervioso”, le mandó Cristina Kirchner sin avisar, con tono más de patrona que de compañera, en el acto de Isla Maciel. Al día siguiente volvieron a estar juntos, fuera de programa, en La Plata. Seguramente, en la desesperación por hacer olvidar esa deslucida actuación. Pero las cosas no les salieron mucho mejor: siguieron cavando la fosa en que han metido a la campaña oficialista.

Cristina, en ese segundo acto al hilo, interrumpió a Alberto Fernández para hacer acotaciones intrascendentes, lo retó por tomar agua del pico de la botella y pareció estar ella tan nerviosa como ya desde antes estaba él, en vez de haber logrado calmarlo; el Presidente por su parte agregó a la ristra de despropósitos políticos y comunicacionales que acumula en los últimos meses una insólita incursión en el rubro cantautor de letras sensibleras: “si me caigo mi levanto, el secreto es seguir cantando…” recitó, queriendo emocionarnos.

Además, está por anunciarnos, en cualquier momento, que va a ser papá. ¿Imagina que así nos conmoverá tal vez un poco más que con su infantil estribillo? Seguir poniendo a Fabiola en el centro de la escena, ¿puede ayudarlo, o lo sigue complicando? ¿Y si en vez de seguir recurriendo a la sensiblería probara con poner algo más de esmero en gobernar? Hasta Máximo Kirchner se lo reclamó, también en público, esta semana.

Sucede que tampoco la cosas pintan bien para el oficialismo en los rubros de gestión. El recambio en Desarrollo Social sigue trayendo problemas. Las tensiones con los movimientos sociales, tanto los oficialistas como los opositores, están en auge, y en medio de la campaña corren el riesgo de salirse de control por primera vez desde que el FdeT llegó al poder. Siempre sucede que en los períodos electorales esos grupos aprovechan para aumentar la presión extorsiva sobre los funcionarios, lo que esta vez viene aderezado por datos de pobreza pavorosos, el cambio de manos mal manejado en el ministerio, versiones que echa a rodar La Cámpora de que van a sacar del medio a las organizaciones piqueteras en la distribución de los planes y, como si no bastara con todo eso, la decisión de Cristina de invalidar la mayoría de las listas que estos grupos presentaron para competir en las internas del FdeT bonaerense.

Mientras tanto, el Tesoro no logra financiar con deuda más que una porción de lo que necesita gastar para sostener el “plan urnas”, así que la emisión monetaria se ha ido acelerando, con el consecuente impacto sobre el dólar y los precios, que siguen moviéndose hacia arriba en la previsión de que todo va a complicarse hacia fin de año. Con lo que aseguran que ese mal pronóstico finalmente se cumpla. El lema de la campaña oficial, “estamos saliendo”, se contrapone con la percepción muy difundida de que seguimos pataleando en el barro, sin nada firme de donde agarrarnos, y lo que tenemos por delante no es mejor.

Para completar el panorama, sigue sin perforarse un piso muy alto de muertes diarias, por encima de las doscientas, debido a la pandemia; muertes que encima el oficialismo tiene cada vez más difícil naturalizar y hacer olvidar. Así lo reveló la “marcha de las piedras” organizada esta semana por sus deudos, y a la que el gobierno por un lado descalificó, por ser supuestamente una “manifestación de odio” (no se entiende por qué después de semejante insulto a la ciudadanía, y en particular a las 110.000 familias que han perdido a algún ser querido, Ricardo Foster sigue siendo asesor presidencial), y por otro quiso torpemente deglutir, apropiándose de las piedras y prometiéndoles un destino de mausoleo que no acordó con nadie.

Así, cada desacierto se superpone al anterior, acumulando más y más decepción con el gobierno: el último, insólito, es la anunciada distribución gratuita de pasajes a turistas extranjeros, cuando aún miles de argentinos siguen varados por las limitaciones para volver al país, y un porcentaje mínimo de nuestros ciudadanos van a poder disfrutar del turismo este año. Si tan desesperados están por conseguir algunos dólares más, podrían dejar de limitar las exportaciones, medida que igual ya fracasó como intento de frenar los precios.

El nerviosismo oficial, que afecta indisimuladamente a sus principales cabezas, se origina y a su vez realimenta, más allá de todos estos problemas específicos, en un drama más general que lo enemista con la opinión pública: la idea de encarar una “campaña de la alegría” no prendió. Al contrario: está más bien generando un efecto boomerang en muchos votantes que no creen haya nada que festejar. En parte porque fue mala idea desde el principio, en parte porque se instrumentó con muy mal tino: Cristina hablando de 2015, en tono melancólico; Alberto anunciando que recién los dos años que quedan van a poder contarse como “su mandato”; el resto hablando pestes de Macri y sin mucho para agregar; en suma, apenas manotazos que combinan mal la defensa y el ataque, y en conjunto no llevan para ningún lado.

Las encuestas no sorprenden, por tanto, cuando muestran paridad con la oposición entre los votantes bonaerenses, un golpe contundente en el ánimo de los votantes en general a raíz del Olivosgate, y un desacople cada vez más patente entre el discurso pretendidamente esperanzador de los candidatos oficiales y un ánimo persistentemente preocupado o directamente desesperanzado del electorado.

Clima que la reacción maníaca de los máximos dirigentes oficiales agrava: hablan todo el tiempo, dicen lo primero que se les ocurre, y no se dan descanso para reflexionar y recuperar una mínima templanza.

Cristina y Alberto se han vuelto, de este modo, los excluyentes protagonistas de la campaña, la propia y la ajena. Devaluando el rol de quienes encabezan sus propias listas, y que tienen el problema agregado de no ser demasiado conocidos. Aunque precisamente por eso los pusieron ahí: para mostrar apertura a nuevas figuras, y que ayudaran a cierto refreshing de la imagen gubernamental, cuyos protagonistas hasta aquí acumulan mucha imagen negativa y desgaste. Una operación que también se frustró con esta mezcla de devaluación y desorden que introdujo el protagonismo desordenado del presidente y su vice.

¿Cómo sigue esta historia? Habrá que ver. La oposición también tiene lo suyo. Justo cuando el oficialismo le estaba haciendo su mejor campaña imaginable, decidió reincorporar a Mauricio Macri a la discusión, y reabrir la pelea interna, con un debate que puede escalar sobre la oportunidad o no de hacer un debate entre sus candidatos en competencia.

Reincorporar a Macri puede tener algún sentido como señal hacia el núcleo duro de JxC, y también como forma de desmentir que se lo esté “ocultando”, porque los aspirantes a reemplazarlo estén “arrepentidos” o “avergonzados” de su gestión. Pero dosificar esa participación va a ser muy complicado, y ofrece una oportunidad invalorable al gobierno de cambiar el eje: dejar de estar él solo bajo los reflectores, pelándose consigo mismo.

© TN

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