Por Roberto García |
Subió la acción de la dama en el mercado por apenas una cita oral, un elogio. Como si Warren Buffett la hubiera recomendado para tenerla en la cartera de los postulantes a ganar. Sin embargo, no fue Buffet, sino Cristina, quien levantó la figura de Cecilia Todesca como el faro de Alejandría: suficiente mención para convertirla en eventual sucesora de Martin Guzmán (ministro que, para cumplir los ritos de la permanencia en el cargo, ahora hasta se acopla a los actos de campaña como si fuera un militante peronista de toda la vida).
Solo encomios se permitió la Vicepresidente, poco afecta a los halagos, con su colega de género y vicejefe de Gabinete: “Fue clara Cecilia al explicar la caída del salario real en el país: es culpa de Macri y del coronavirus”. Una frase de dulce miel para sus propios oídos: le otorga sentido al argumento electoral de responsabilizar al enemigo hasta del fusilamiento de Dorrego. Aparte de la favorable cita, más de uno imaginó otra ofrenda: la viuda de Néstor impone el altar de Todesca mientras reclama fastidiada la ida de funcionarios que no funcionan, de Cafiero a Vitobello, de Moroni a Biondi, incluyendo en la leva al imperturbable Guzmán. Empezó el coro de adoración a la candidata, el cambio de marquesina.
Conjetura errónea. Ya antes de asumir Alberto Fernández había invitado a Todesca a presidir el Banco Central o el ministerio de Economía, cumplía con alguien del equipo que lo había acompañado. Pero la economista rechazó las dos propuestas bajo la excusa de que no le gustaba manejar una dotación numerosa de empleados, se incomodaba aun controlando una sola persona. Raro, pero atendible. Con más especificidad, se comentó que ciertas cuestiones de poder le provocaban síntomas de ataques de pánico, tipo sudor o problemas respiratorios, vacilaciones o angustia, una aspirante al Prozac. Al parecer, indicios de ese problema se le aparecieron luego de algunas reuniones con gente del Fondo Monetario Internacional.
Para Alberto, la negativa de Todesca fue un golpe: la consideraba, junto al malogrado Emmanuel Álvarez Agis, los dos más inteligentes de su equipo de campaña en el orden económico. Tampoco se podía ocurrir en el descarte la elevación de Matías Kulfas: la viuda de Kirchner lo tiene entre ceja y ceja desde que escribió un libro objetando numerosas medidas de la administración Kicillof. Imperdonable esa crítica. Además, con la deserción a esos puestos superiores Todesca, hubo que anotar otro apartamiento: Martin Abeles, consultor de quien sería luego Presidente y ex secretario de Coordinación económica entre el 2006 y el 2009, al que le achacan coincidencias en su momento con Martín Lousteau o autoría de las retenciones móviles que provocaron la rebelión del campo, también prefirió quedarse con su sinecura en la Cepal y no desplazarse a un prominente cargo en el gobierno. Comprensible: es el esposo de la citada Todesca, el matrimonio no quiso arriesgar la huevera en una misma canasta, nunca se sabe lo que duran las designaciones en el gobierno. Sería una sorpresa, por lo tanto, que la actual vicejefa de Gabinete ascendiera en el escalafón. A ella no parece interesarle la mejora, a pesar de que encaja en el perfil cristinista, efigie política con quien se siente identificada: ambas disponen de una misma condición, una enorme capacidad para explicar lo inexplicable. Así lo piensan algunos economistas.
Si Cristina sacudió las aguas del mercado con su preferencia por Todesca, otro tipo de agitación produjo la declaración de uno de sus más fanáticos Parrilli boys, Jorge Ferraresi, ex de Avellaneda, hoy titular del ministerio del Hábitat, encargado de revelar una infidencia. Según confeso, con la actual Vice trabajan para conservar 8 años en el poder a Alberto y, luego, sucederlo con Axel Kicillof. Una forma de establecer una fórmula moderna de dinastía, todo en familia. Faltan los matrimonios amañados. Vino a decir lo que Cristina anticipó ante un grupo de intendentes hace muchos meses y que, ahora, el mandatario pone en duda al boquear con su impericia luego de la divulgación de la fiesta del cumpleaños de su compañera Fabiola. Un proceso impresionante de deterioro con gobernadores, sindicalistas, empresarios y público en general: inimaginable que una sola persona se haya enredado con tantos desaciertos. Si hasta agotó el número de próceres en la Argentina con Sarmiento para compararse, deberá recurrir a héroes del exterior para satisfacer su ego. En su universo se reconoce la necesidad de cambios de protagonistas y nadie puede explicar un último fenómeno: la favorable reacción en los mercados. Se duda si responde a la concreción de acuerdos con el FMI (una noticia vieja con el ingreso de los Deg’s) o porque los operadores han advertido que el gobierno se puede deshacer en las próximas elecciones. No contribuye con gambitos Fernández al distinguir “delito” de “error”, al prometer donaciones y jurar que es inocente. Como todos los presos de este mundo. Si hasta los peluqueros le faltan el respeto: ocurrió cuando uno de los participantes del festejo, objetó la constitucionalidad del decreto firmado por el Presidente. Justo al profesor de Derecho.
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