Por Claudio Jacquelin
La coalición cambiemita encontró un respiro después de meses de conflicto, aunque todavía tiene por delante un camino complejo para suturar heridas, reorganizarse y construir una oferta electoral atractiva y consistente.
En lo inmediato, a la dirigencia de Juntos por el Cambio le esperan diez días o 240 horas cruciales para empezar a zanjar buena parte de las diferencias que subsisten en su seno con la presentación de las alianzas y luego de las listas de precandidatos. Sobre todo, para la decisiva provincia de Buenos Aires.
La confirmación de la precandidatura del neurólogo Facundo Manes por el revitalizado radicalismo bonaerense empezó a ordenar el tablero de la coalición, en el que la dirigencia macrista había pateado casi todas las piezas sin que nadie estuviera en condiciones de ordenarlas. Al menos pacíficamente.
Como si se tratara de un efecto dominó, esa definición desató la caída de dos postulaciones que sirvieron para apaciguar la disputa de Pro, que hasta acá ha sido el socio dominante de la alianza opositora y ahora es desafiado a dos bandas.
La resignación casi simultánea de Elisa Carrió y, fundamentalmente, de Patricia Bullrich (anticipada aquí hace dos semanas) descomprimieron una situación que sacudía el presente del partido fundado por Mauricio Macri. Además, complicaba el futuro de sus principales figuras y amenazaba con alterar la correlación de fuerzas dentro de Juntos por el Cambio. Las ilusiones de una cena triunfal en 2023 corrían serio riesgo de ser deglutidas en un prematuro e indigesto almuerzo en 2021. También la oposición sabe patear los problemas para adelante.
Ellas no son ni serán Eva Perón, pero Carrió y Bullrich presentaron la decisión de bajar sus precandidaturas como un renunciamiento histórico. Más allá de excesos del marketing político, vanidades en juego y abusos de la historia, la decisión de ambas combina la genuina preocupación por el interés general de la coalición opositora con el instinto de preservación político-personal de ambas.
El actual escenario no les ofrecía certezas de salir ilesas en este turno. Especialmente a la titular del partido macrista, cuyo objetivo central es pelear la candidatura presidencial dentro de dos años. La inclusión de algunos de sus aliados, como Gerardo Milman, en lugares destacados en las listas de candidatos opera como una compensación reparatoria o un retardador eficaz de conflictos.
Tampoco Horacio Rodríguez Larreta puede parangonarse con Juan Perón, aunque en este primer conflicto íntimo de los aspirantes al posmacrismo logró imponer su pretensión apalancado en el peso del poder político-administrativo que acumula. Apenas un paréntesis. No solo en la disputa con Bullrich.
La pax porteña que logró Larreta y que le permitirá entronizar como primera candidata a diputada nacional a María Eugenia Vidal (es un hecho) no se aplica más allá de las fronteras de la General Paz y el Riachuelo. Las redes sociales reflejaron en las últimas 48 horas la precariedad de la concordia. Arreció el fuego amigo, y no se salvó ni Heidi.
En el territorio que teñirá el resultado general de las elecciones hay demasiado hilos sueltos del entramado cambiemita. No solo de Pro.
El antilarretismo resiste
El tejido expansivo del jefe de gobierno porteño en la geografía bonaerense opera como refugio para algunos tanto como resulta un cepo para las aspiraciones de otros. En primer lugar, para Jorge Macri, que sigue resistiendo la ocupación territorial larretista por parte del vicealcalde porteño Diego Santilli. Ambos tienen el mismo objetivo a mediano plazo: ir por la gobernación. Por eso, el primo expresidencial coquetea en estos días con el redivivo radicalismo, encabezado ahora por Manes. No es el único escollo.
Debajo de los nombres más conocidos y de la disputa por los lugares expectables de la lista de precandidatos a diputado nacional se libran otras batallas tanto o más cruentas que complican las grandes definiciones. El armado de las nóminas para la Legislatura provincial y las de concejales de los 135 distritos configuran un rompecabezas difícil de resolver. Las internas de las internas de cada espacio opositor están en todo su esplendor. Macristas y radicales de cada municipio también tienen conflictos por resolver en sus propias familias.
El desafío es mayúsculo si se tiene en cuenta que Juntos por el Cambio debe renovar los 15 diputados nacionales obtenidos en la mejor elección de su corta historia en la provincia de Buenos Aires. En 2017 reunió el 42% de los votos, casi cinco puntos por encima de lo logrado en 2015 y en 2019. La última de las referencias eleva la vara de la exigencia. El Frente de Todos, con la cooptación de Sergio Massa que dinamitó la avenida del medio, sacó 15 puntos de ventaja hace dos años.
El bicoalicionismo sigue hoy vigente, aunque haya dudas de la vitalidad que pueda representar para una sociedad agobiada por los problemas. La apuesta de Florencio Randazzo por atraer al electorado que alguna vez votó a Massa sin importar dónde estuviera, pero que también optó en 2015 por los candidatos cambiemitas, es hoy una auténtica incógnita que atraviesa (e inquieta) a todos los espacios.
Ese reto opera, al mismo tiempo, como aglutinante y como combustible para las disputas dentro de Juntos por el Cambio. Nadie quiere resignar lugares expectables en las listas, pero ninguno quiere arriesgar bancas por peleas que deterioren la oferta electoral definitiva. Obviamente, eso complica, además, la construcción de una identidad, así como el eje discursivo de la campaña. Definir los trazos finos de la oferta electoral que presentarán es una urgencia impostergable para la que abunda la ausencia de concierto.
Todo augura que en los próximos días las conversaciones adquirirán ritmo frenético. La subida al escenario de Manes y las bajadas de Carrió y Bullrich empezaron a despejar el horizonte y reposicionaron a los actores. El radicalismo no quiere desaprovechar el envión que le dio la confirmación del neurólogo y aspira a poner condiciones.
Sin embargo, la visibilidad mediática y la popularidad de la que Manes goza en ciertos círculos informados no implican un nivel de conocimiento masivo que pueda traducirse hoy en votos seguros. El potencial parece difícil de discutir, pero, hasta que lo validen las urnas, es una conjetura. Nada garantiza un triunfo en una elección primaria. Por eso, en el entorno de Larreta advierten, de cara una interna, que Pro gobierna distritos que representan el 23% del padrón provincial, contra el 7% de los que tienen intendentes de la UCR. El “operativo bajar el precio y la espuma” está en marcha.
Los argumentos y los números hacen difícil un acuerdo rápido y llevan a los radicales a quejarse de sus socios macristas por no aceptar que Manes encabece una lista de unidad bonaerense.
“Juntos por el Cambio es una coalición sin reciprocidad. Hasta acá el radicalismo siempre se avino a acompañar a los candidatos de Pro que mejor medían. Ahora ellos se resisten a hacer lo mismo con nosotros. Eso pone en crisis la coalición a futuro”, alertan. Si vis pacem, para bellum (si quieres la paz, prepárate para la guerra), dirían los romanos.
Por eso, no está dicha la última palabra. Los diez días (o las 240 horas) que restan para el cierre y la presentación de las alianzas serán cruciales para la definición que se producirá dentro de tres semanas cuando se inscriban la lista o las listas de precandidatos que irán a las PASO. Serán conversaciones ríspidas. No solo se ponen en juego aspiraciones para los cargos por disputarse este año. También se juegan las ambiciones por el premio mayor que estará en juego en 2023.
Ataques tempraneros
En una época en la que el futuro se ha vuelto aún más imprevisible de lo que la Argentina solía ofrecer, el tránsito de los próximos dos años supone una aventura mayor para cualquier aspirante presidencial. Por lo pronto, solo 24 horas después de haberse lanzado al ruedo político, a Manes ya empezaron a rayarle el vehículo recién sacado de la concesionaria. No fueron sus rivales internos. Un sitio identificado con el kirchnerismo reflotó viejas definiciones y adscripciones políticas poco afines al radicalismo que hoy se dispone a representar y una antigua actuación profesional presuntamente antiética o algo más.
En la UCR bonaerense intentan convertir el ataque en una fortaleza. “La aparición de Facundo altera el statu quo y permite ampliar las fronteras de Juntos por el Cambio. Eso le preocupa mucho al oficialismo y sale a atacarlo”, argumentan los radicales que impulsaron a Manes a ser candidato.
Es un hecho que la precandidatura del neurólogo puede cambiar el eje del debate. El oficialismo ya no tiene como rival solo al macrismo, al que imputa todos los males presentes (y futuros) para absolverse de sus muchos errores actuales y pasados tanto como para disimular las diferencias de proyectos, visiones y ambiciones que existen en su espacio.
También es un hecho que se trata de una prueba de fuego para medir el grado de sensibilidad epidérmica de alguien acostumbrado a recibir trato de celebridad. El larretismo ya mira con rigor de dermatólogo y disfruta con malicia política cada embate sobre Manes.
Mientras, el espacio que conduce el jefe de gobierno porteño admite que el radicalismo lanzó una oferta atractiva y procura cerrar filas con todos sus alfiles adentro del tablero. Está obligado a armar las listas más competitivas en todos los distritos, pero antes que nada en la provincia de Buenos Aires, primera escala de su proyecto mayor.
Es el test de liderazgo que debe enfrentar Larreta. La presencia (o la interferencia) de Macri ya no es una excusa. Se esperan diez días de ruido y vértigo.
© La Nación
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