Benjamín Nolasco Toro
Por Nelson Francisco Muloni
Creador insaciable, llenando su “excedido cielo” con las ansias de su alma, se ha ido para siempre Benjamín Toro, dormido vaya a saber en qué mares, como su trilobite, que tanto lo sorprendía por su inmenso viaje desde el oleaje de los siglos hasta la puna. Había nacido el 17 de enero de 1939.
Benjamín Toro fue aquel amigo de hacer amigos y de disfrutarlos ante un vino de risas, recuerdos y poemas. Su andar tranquilo, con algunas hojas de papel y un buen libro bajo el brazo, siempre dispuestos al apunte certero o a la primera palabra del poema. Si risa fácil ante el encuentro de un amigo y la sencilla anécdota para desenvolver la primera charla, hicieron del “Negro” Toro una necesaria presencia para solventar alguna pena entripada.
Como periodista, fue un compañero grato, amable y siempre dispuesto a dar lo mejor de sí, ya sea como “cablero” de noticias en los diarios o como jefe de Prensa en la Universidad Nacional de Salta. El trabajo diario, con Benjamín Toro, era el disfrute de una jornada tranquila y alegre.
Dispuesto siempre a abrir los horizontes de la creación, Benjamín Toro, creó el Grupo Poético Presencia, junto al escritor Carlos Hugo Aparicio, desde donde se dio impulso a muchos de los poetas de los años ’60, que después integrarían aquella estupenda recopilación del poeta Hugo Roberto Ovalle, Poesía de Salta-Generación del ’60.
Toro integró, además, varias muestras antológicas realizadas por otros poetas como Walter Adet y José Fernández Molina y obtuvo el máximo galardón para poetas éditos en la provincia de Salta además de recibir la Faja de Honor de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores).
Entre algunas de sus obras poéticas figuran Excedido cielo, El otoño y sus rostros, Cauce y remolino y De orilla a orilla, además de algunos cuentos, creaciones todas que impregnaban el aire en cada encuentro con los suyos, sus afectos, su barrio y, como siempre, sus amigos.
Recorrió toda la provincia llevando su poemas. Viajó a Jujuy, a Tucumán, a Buenos Aires y siempre, siempre, junto a sus amigos poetas, como alegre y respetuoso homenaje a la amistad y a la poesía.
Y así, de seguro, será recordado Benjamín Nolasco Toro, como el poeta sencillo que nunca “dijo una plegaria pero Dios lo escuchaba”.
El trilobite
Poema de Benjamín Toro
Bajo la mina de oro
siglo XX, de Potosí, en Bolivia,
dormía su último sueño
el trilobite
Estaba todavía
atado a la sorpresa,
y la muerte, con el tiempo,
lo fue haciendo una piedra
por adentro y afuera.
Quién iba a creer
que el mar lo dejaría olvidado
a semejante altura,
entre el sol, viento y tanta ausencia.
Él, ahora, es un miedo dormido
como una costra de la vida.
Su duro corazón
echa de menos las mareas
y las salobres venas del océano.
Todavía guarda la memoria
del oleaje que lo llevó a la puna,
cuando era luna llena
y las aguas
regresaban al cielo.
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