Por Carlos Ares (*) |
Esta es la Catedral de los Perversos. Como pueden observar, las gárgolas, del francés gargoullier, así llamadas por el gorgoteo que hacía el agua de lluvia al pasar por los conductos, lavan todo lo que se acumula en los peajes. Sobresalen casi un metro de las paredes del templo rosa para que los retornos, las coimas, la inundación de guita negra que recauda la secta, se disperse hacia los testaferros sin mojar a ninguno de los responsables. Es importante que no se pierda una moneda empresarial, ni se humedezca la estructura sindical, los cimientos de la fe.
Con el incesante afano, adornan para tapar la corrupción a la vista de los infieles. Las gárgolas tienen cabezas de animales con la boca abierta, sedientos de más. En la pared que mira al sur pueden ver las que representan a la fauna patagónica. Las garras sobre las que se apoya la máscara de un típico De Vido rastrero. Las zarpas curvas que utiliza el osito Báez para cavar las cuevas donde depositan la miel los temibles Pingüinos Trans, así llamados porque la trans-portan en banda. Aves rapaces que picotean en todos los terrenos.
En la pared norte, culo al ídem, bajo el lema inscripto en el frontispicio que dice “Actuar es mentir”, se reconocen las máscaras trágicas de los que interpretan la ficción del relato. Brieva, Echarri, Mercedes Morán, Gerardo Romano, Grandinetti, Sbaraglia, Cortese, Dupláa, Roly Serrano. Colgados al cuello llevan videos de YouTube donde ellos dicen “Con los jubilados, no”, “Con el FMI la patria está en peligro”. Es una condena bíblica. La propia voz les recuerda todo lo que ahora callan. El ajuste a los jubilados, el acuerdo con el FMI, el robo de vacunas, el hambre, la desocupación, los muertos a causa de la represión en Formosa, Santiago del Estero, Tucumán, Chubut.
En los laterales, este, oeste, es lo mismo. Alicia Castro o Victoria Donda, Boudou o José López, Moyano o Gerardo Martínez, Massa o Máximo, Recalde o Cafiero, Zamora o Manzur, Ishii o Espinoza, Scioli o Solá, Fernández o Fernández. Casi no hay diferencias entre ellos. La cabeza que asoma en la esquina es la del temible Alperovich, un pájaro violador que debió ser expulsado de la secta pero fue protegido por la virgen del Senado. Se estima que todos estos monstruos corresponden a un período histórico reciente. Fue hacia mediados de los 90, durante el menemismo, cuando la mayoría aprovechó la liquidación del Estado para comenzar la recaudación de guita pública. Observen el detalle en común. Todas esas figuras tienen un parche en el ojo izquierdo.
Entremos. Silencio, por favor. Los militantes están en misa. No se les permite dudar, opinar, criticar, ni siquiera pensar, si es que algo les hace ruido. No metan los dedos en la llaga infectada por el pasado. No se persignen. Nadie bebe agua bendita. En la pila mean el diezmo. El que tenga algo para confesar se calla, reparte, o se queda afuera. Hablar es pecado. La lengua solo se usa para lamer. Si el ritual les aburre, lean. Aquí tienen el catecismo con las veinte verdades para entretenerse.
Al terminar la ceremonia, después de que adoctrinen, abusen de los pibes para la liberación, se coman las miguitas, se tomen todo el vino, el monaguillo de bigotes va a recitar las promesas. Tiene un tono de voz que evoca al de Peperino Pómoro, el personaje que hacía Fabio Alberti en Cha cha cha. Respiren profundo, piensen en otra cosa. No traten de contener la risa porque es peor, van a terminar explotando en una carcajada. Escriban en un papelito cualquier deseo que tengan, se lo hacemos llegar. No pregunten nada. Les dirá lo que quieran oír.
Si alguno está interesado en ser un fanático converso de estos perversos, a la salida puede inscribirse en el seminario sobre cómo bajar línea sin contestar hechos. Una vez que se saben el dogma de memoria, les dan consignas para repetir, una estampita de la Santa, un rosario de puteadas a la derecha, al neoliberalismo, una pechera con la cruz, y una descripción de la pobreza. Así saben qué es. Tienen que empezar de abajo, haciendo pequeños favores para poder aspirar después a los altares dorados. Confíen en el misterio. Si los perversos siguen ahí, por algo es.
(*) Periodista
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