Por Javier Marías |
Desde el PP de Aznar, al que combatí en incontables artículos en esta misma página, no había habido en el Gobierno un partido tan irritante y cínico como Podemos. Veamos algunas cuestiones.
1) Según contó Carlos Cué en este diario, el 27 de enero se reunieron en el Congreso, durante horas, cuatro representantes del PSOE y seis de Podemos para “calmar las aguas de la coalición”. El reportaje es interesante, y deja claro que el punto de partida y llegada de los socialistas fue, en resumen: “No podéis ser oposición y Gobierno a la vez. Tenéis que elegir”.
A la vista está que la advertencia de la formación mayoritaria se la pasó por el forro —acéptenme la expresión, por precisa— la minoritaria; porque a los pocos días el Vicepresidente Iglesias se puso del lado de Putin y de su esbirro Lavrov y les dio la razón al afirmar que en España no hay “plena normalidad política y democrática”, por la situación de Puigdemont y Junqueras, equiparable a la del envenenado y encarcelado opositor ruso Navalni. Si Iglesias cree eso, no se entiende que ejerza un cargo privilegiado en nuestra deficientísima democracia, en vez de dimitir con un portazo. En el fondo me temo que acertó en su diagnóstico: imposible que haya hoy mucha normalidad democrática si un alma nítidamente totalitaria como él es el tercer representante de la nación.2) Unas fechas más tarde, Podemos, con gran prisa, registró un borrador de “ley de protección de la libertad de expresión” que pretende legalizar cabalmente el enaltecimiento del terrorismo (se supone que también del yihadista, vigente y causante de brutales matanzas en Europa y España), la humillación a las víctimas, las ofensas a la religión (sólo a la católica, se entiende), al Rey y a los demás altos cargos del Estado. A Podemos le preocupa enormemente la libertad de expresión de quienes incurren en los —todavía— delitos mencionados, pero no está dispuesto a proteger a quienes los critican a ellos.
3) Todo lo contrario. Desde sus inicios han atacado repetidamente a los medios, y hasta han hablado de nacionalizarlos o arruinarlos (como hizo en Venezuela su mentor Chávez). Incluso contra la Sexta han arremetido, que los ha mimado y catapultado (Iglesias omnipresente en su pantalla), cuando uno de sus periodistas ha osado reprocharles muy levemente algo. Tienen ahora un libelo que, entre otras proezas trumpianas o putinescas, señala con nombre y apellido a informadores y columnistas críticos con ellos, y azuza a sus jaurías de redes sociales para que los acosen y hostiguen. Siempre organizaron campañas tuiteras contra quienes se atrevían a censurarlos, al modo de Falange Española en los años 30, sin descartar sus difamaciones.
4) Como no tengo por completamente idiotas a los gerifaltes de Podemos (bueno, a bastantes sí, a qué negarlo), no puede ser que no reparen en sus brutales contradicciones e incongruencias. Luego éstas se deben al cinismo.
5) El mencionado documento de Cué daba un detalle revelador, que al parecer ha pasado inadvertido. En esa reunión entre socialistas y podemitas hubo reproches. En lo tocante a la libertad de expresión, el más escandaloso fue el siguiente: la Ministra Irene Montero, cercanísima a Iglesias y por él nombrada, se quejó a Adriana Lastra de una ofensa: “Ha habido militantes del PSOE que me han criticado abiertamente en redes sociales”. Va de suyo que Montero pretendía que la parte socialista del Gobierno prohibiera que la criticaran… no ya otros ministros, ni secretarios de Estado, ni presidentes autonómicos, ni destacados dirigentes, sino… ¡sus militantes! Que yo sepa, tener carnet de un partido no ata, ni obliga a nadie a callarse, ni a obedecer cualquier directriz de la formación a la que pagan cuota. Los militantes son ciudadanos como cualesquiera otros, con derecho a opinar lo que les parezca, y hasta a injuriar a altos cargos, según el borrador de Podemos.
6) “Ah, pero no a nosotros. Y a la consentida Ministra mucho menos”. Es de suponer que, dada la proximidad, su Vicepresidente estará de acuerdo con este revelador reproche. De mandar Podemos “plenamente”, es fácil imaginar el destino de la libertad de expresión. A la manera de Putin, Xi o Maduro, la habría para ellos y sus amigos sumisos. Para nadie que se les opusiera.
7) Sorprende —por inusitada— la delicadeza con que le contestó Adriana Lastra, lo cual demuestra que ella y su jefe, Sánchez, tratan a sus coaligados con suavísimo y atemorizado guante de seda. “Nosotros tenemos miles de militantes”, le dijo; “no podemos impedir que un grupo de feministas critique a Podemos, pero nadie autorizado lo ha hecho”. Con ello admitía implícitamente que a alguien “autorizado” no se le permitiría una crítica a la intocable Irene Montero. Eso, mientras Iglesias y sus servidores Echenique, Belarra, Asens y otros varios atacan día sí y día no a las Ministras de Defensa y Economía, Robles y Calviño, al propio Sánchez veladamente, y abiertamente a la democracia española que ellos hoy representan y “defienden”. Pero hay más, y no más espacio. Así que quizá continuará otro domingo.
© El País Semanal
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