Por Carlos Ares (*) |
Como senador, Menem tenía fueros. Gozó de libertad hasta el fin de sus días.
En 1995 la corrupción hacía metástasis. Roberto Dromi, el Julio de Vido de Menem, encargado de privatizar las empresas del Estado repartía entre grupos, sindicatos y distribuía peajes. Néstor Kirchner, gobernador de Santa Cruz, se llevó 600 millones de dólares por YPF. Lázaro Báez, entonces gerente del banco provincial, le manejó las cuentas. Hoy solo quedan 10 mil dólares.
El pase mágico de Cavallo, un peso un dólar, cegaba toda crítica. Menem fue reelecto con casi el 50% de los votos. Veinte años pasaron hasta que le juzgaron por primera vez. Condenado a siete años de cárcel por contrabando de armas, apeló la sentencia. La Cámara se tomó cinco años para estudiar el caso. En 2018 decidió absolverlo porque había transcurrido demasiado tiempo desde que fue acusado. El fallo no aclaró quiénes, jueces o fiscales, eran responsables por el cajoneo del expediente.
Juzgado y absuelto por una cuenta no declarada que tenía en Suiza. Condenado otra vez en 2015 por pagos ilegales con fondos reservados, apeló a la Cámara, luego a la Corte Suprema, que aún – 2020– no resolvió. Juzgado por la venta, en 1991, del predio de la Sociedad Rural en cien millones de dólares menos de su valor real, fue absuelto también en 2018 porque, otra vez, había transcurrido el “plazo razonable”.
Todavía tenía un proceso pendiente. Estaba acusado de ser el “instigador” del atentado, ya probado como “intencional”, que en 1995 –hace 25 años– hizo explotar la fábrica militar de Río Tercero para borrar las pruebas del contrabando de armas. El estallido mató a siete personas, causó heridas graves a otras trescientas y destruyó parte del vecindario. El juicio no tenía fecha de comienzo.
Las cuentas impagadas con la Justicia se van a cremar o enterrar con su cuerpo. Los representantes de la clase política que lo encubrió le rendirán tributo. Velatorio en el Congreso. Duelo nacional. Bandera a media asta. Discursos. Tal vez, además de consignar la liquidación de empresas del Estado, el alzamiento carapintada, los hechos políticos, las decisiones económicas de su gobierno, los indultos, en unas pocas líneas las necrológicas harán mención a los juicios, las condenas, las promesas incumplidas, las frases desopilantes, las palabras deshonradas.
Las víctimas, los muertos, los desempleados, los empobrecidos, los que ya no tendrán reparación alguna, solo serán recordados por parientes y amigos.
Daniel Muñoz, el secretario de Néstor Kirchner, acusado de lavar 70 millones de dólares, se fue sin pagar. Antes de morir dijo que esa fortuna no era suya.
A la Justicia se la representa como una mujer con los ojos vendados y una balanza en la mano, porque se supone que todos somos iguales ante la ley, sin excepciones ni privilegios. Basta crecer y vivir un poco para saber que eso es mentira. Si sos un empresario o un sindicalista con capacidad de extorsión, si tenés o tuviste algún tipo de poder, un cargo público de diputado o senador para arriba, ministro, gobernador, vice o presidente, la ley se quita la venda y te mira con cariño.
Si acaso te filman en un convento, te ven armado y escondiendo un bolso con 9 millones de dólares de la política, como dijo José López, el segundo de De Vido, en el Ministerio de Obras Públicas, no tienen más remedio que detenerte un tiempito. Pero si reservás el 10% de lo que te llevaste para pagar abogados caros que tienen buenos contactos, aún cuando seas un indefendible como Boudou, Báez o De Vido, no vas a terminar rancheado con otros cincuenta muchachos en un pabellón para veinte presos comunes. Eso no. De última una celda vip hasta que en poco tiempo te vas con domiciliaria. Una vez afuera, por las dudas te sacás la foto haciendo la V de la victoria con dos dedos.
El Pata Medina, el Caballo Suárez, Balcedo, Cristóbal López, Fabián de Sousa, Carlos Kirchner, el primo de Néstor, D’Elía. Y siguen las firmas. Todos en casa, libertad o muerte salen o se van sin pagar.
Una persona que se declara inocente quiere que la juzguen cuanto antes para limpiar su buen nombre y honor. Cristina o Báez, los empresarios acusados de pagar coimas, los funcionarios que se la pidieron. Hacen todo lo contrario. Presentan recursos, quieren amnistía, indulto, denuncian persecución política, embisten contra la Corte Suprema, pretenden reformar la Justicia para nombrar a jueces amigos. ¿Por qué aceptan vivir bajo la sospecha de que son culpables de robo, corrupción, latrocinio? ¿Por qué no presentan las pruebas de que hicieron tamaña fortuna en blanco y sanseacabó? Como diría Máximo Kirchner.
(*) Periodista
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