lunes, 15 de febrero de 2021

Horizonte

 Por Manuel Vicent

Si durante una travesía por mar te sorprende una borrasca y empiezas a marearte, he aquí algunos consejos que deberías seguir para no echar la papilla por la borda: trata de olvidar el oleaje y el propio barco en el que navegas; levanta la mirada, fíjala en un punto del horizonte y concentra en ese punto tu mente imaginando mares en calma, bahías azules y playas doradas. ¿Quién no tiene en su memoria un puerto feliz donde refugiarse? 

Aquel mar de la infancia contigo desnudo a pleno sol con el gorro de tela blanco construyendo un castillo en la arena; el mar de la niñez en el que te sentiste héroe al desafiar las olas por primera vez; el mar de la adolescencia y la bicicleta que te llevaba a la playa y a todos los mares del sur que señalabas con el dedo en el atlas; el mar de los 20 años, cuando descubriste que la isla del tesoro era aquella terraza donde ella te esperaba con el pelo empapado al salir del agua.

Si en una travesía la tempestad levanta una mar arbolada, en plena zozobra primero temerás morirte y luego aun peor, temerás no morirte, como se advierte en los libros de navegación. En ese caso también el patrón del barco podría marearse. Lo sabrás si en lugar de dar las órdenes tajantes e inapelables en presente de indicativo, comienza a darlas en subjuntivo: habría que ponerse el salvavidas, sería bueno hacer dos rizos en la mayor.

Este episodio es similar a la congoja, al vómito y a la confusión que produce la pandemia. En este caso sirve el mismo consejo: no atiendas al oleaje de cifras de muertos, a la curva de contagios, a las órdenes condicionales que te dan los políticos, fija la mirada en el futuro, concentra tu pensamiento en los días felices que en tu imaginación están todavía por llegar en otros veranos.

¿Quién no es capaz de levantar los ojos sobre la extensión de tantos féretros y ver una radiante salida del sol en el horizonte?

© El País (España)

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