sábado, 6 de febrero de 2021

Camino a una nueva etapa de polarización electoral


Por Enrique Zuleta Puceiro

De no mediar una sorpresiva "suspensión por única vez" de las Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), en apenas cinco meses el país político se verá arrastrado a una nueva espiral de polarización política, similar a las sufridas en los últimos años, al menos desde la crisis política de los años 2000.

A juzgar por la parsimonia en las consultas la suspensión de las internas puede llegar a prosperar. El sistema nació y se desarrolló hasta ahora como un "invento argentino", fruto de un pacto de conveniencia entre el gobierno de Kirchner y la conducción radical.

 Jamás contó con la aceptación de una opinión publica siempre recelosa de las alquimias institucionales de los partidos y del costo astronómico de los procesos electorales. Por su parte, la dirigencia política nunca logro acreditar en la práctica sus supuestas ventajas.

 Casi no tiene defensores, no cuenta con antecedentes comparados ni opiniones expertas que avalen su continuidad. Los últimos gobiernos anunciaron su derogación, aunque sin llegar a concretarla, animados probablemente por el secreto propósito de lograr alguna ventaja adicional.

Sin embargo, el engendro institucional parece haber cumplido con un objetivo inicial: el de estimular e incentivar la bipolarización de la competencia política y obstaculizar la emergencia de terceras fuerzas políticas potencialmente riesgosas para el gobierno de turno y su ocasional oposición. 

Al mismo tiempo, la vigencia de las PASO ha terminado también de liquidar los mecanismos de democracia interna de los partidos, obturando las tendencias naturales de cambio generacional y blindando en el poder a las conducciones surgidas de la crisis del 2001.

A estas alturas, conviene preguntarse si, más allá del interés y la decisión estratégica de los principales contendientes por preservar y profundizar la "Grieta", existen en el país condiciones objetivas para ese tipo de procesos.

Una observación de la información empírica acumulada a lo largo de los últimos casi 40 años de vida democrática impone una respuesta negativa.

La evidencia disponible indica que el cuadro de afinidades políticas de la Argentina real se expresa en un mapa plural y diverso, muy diferente del que se pretende desde las usinas estratégicas de las campañas del Gobierno y la oposición. 

Los estudios especializados hablan de una sociedad en la que están representados casi todos los clivajes y alineamientos ideológicos y político-culturales que cabría identificar en las sociedades europeas. Sin embargo, sobre ese mapa de pluralismo y heterogeneidades se superpone otro mapa muy diferente, más parecido al de los sistemas políticos altamente polarizados y con tendencias hoy a la constitución de coaliciones dominantes.

Se diría que la argentina es una sociedad diversa y heterogénea, que expresa una realidad fragmentada más bien "a la europea" que, sin embargo, apenas se ve reflejada en el mapa de sus alineamientos electorales. Este opera como un espejo deformante, que proyecta la imagen de dos conglomerados o "movimientos" más bien amorfos, escasamente diferenciados entre sí, exponentes ambos de una común ideología vagamente igualitarista, con diferencias programáticas casi mínimas, que apenas pueden observarse en algunas de las facciones extremas que se manifiestan en los extremos del arco partidario. El Frente de Todos, por ejemplo, es una coalición integrada por 19 partidos; en tanto que la oposición integra más de media docena de formaciones aún más heterogéneas.

Ambas coaliciones comparten un propósito común de llevar a la sociedad a niveles de polarización extrema, a través de un empleo intensivo de recursos regulatorios, y de una crispación cada vez mayor en los estilos, las formas, el lenguaje y los temas de la competencia electoral.

¿Qué nos dicen los diagnósticos actuales, en este mes de enero en el que sólo podemos percibir sordos ruidos de corceles y de aceros, sin mayores signos exteriores de beligerancia abierta del tipo de la que seguramente nos desbordara en pocos meses?

Preguntados por su afinidad política actual, los integrantes de la muestra nacional del Monitor de Tendencias Económicas y Sociales elaborado por la consultora nacional OPSM sobre 1200 entrevistas directas en todo el país, la distribución de afinidades indica que un 32,1% se declara independiente de toda orientación política, un 11,4% se declara tan lejos de la política como para poder opinar, y un 4,7% hasta rechaza la pregunta. 

Esta distribución de respuestas indica que una mitad del electorado (48,2%) se verá en pocos meses forzada a una polarización artificial, a pesar de su declarada voluntad de prescindencia.

En la mitad restante de la sociedad, la fragmentación es parecida a la registran la mayor parte de las democracias pluralistas actuales. Un 12,6% expresa simpatías por alguna de las formas tradicionales del PJ, un 11,2% opta por alguna de las orientaciones en que se divide la UCR, un 10,2% declara su afinidad por el peronismo kirchnerista, y un 5,5% por el tipo de peronismo que expresa hoy el presidente Alberto Fernández. El liberalismo de centro logra un mínimo 6,7%. Y Un 2% opta por el socialismo, un 1,3% por la socialdemocracia y un casi inexistente 0,5% por la izquierda tradicional.

Este es el cuadro de preferencias políticas de la Argentina real. Una sociedad que confiesa sus afinidades naturales, sintiéndose ajena a las provocaciones extorsivas de la política, las corporaciones, los medios y toda otra instancia promotora de la polarización.

 Una sociedad que al mismo tiempo está lejos de rehuir compromisos. Preguntado por su posición frente al Gobierno o la oposición, un 31.6% del electorado confiesa su afinidad por el primero y un 22,7% por los segundos; en tanto que un 44,1% se niega a confesar una posición, desde una actitud de absoluta prescindencia. 

A su vez, consultados por la posición frente al peronismo, un 47,9% se manifiesta opuesto y un 36,7% con algún grado de proximidad; en tanto que un 15,4% reclama prescindencia. Interrogado por su proximidad a las grandes opciones electorales actuales, un 25,5% se reconoce interpretado por el FdT y un 16,6% por Juntos por el Cambio, frente a un contundente 50,2% que rechaza a ambas opciones por igual.

Desde estas convergencias y divergencias, la intención de voto a diputados guarda una sugestiva independencia. Un 24% votará al oficialismo, un 19,2% lo hará por JxC, un 7,2% por alguna nueva opción del centro derecha, un 4,1% por Consenso Federal, el 4,3% por alguna fuerza de izquierda y 9,3% no sufragará. Un 32% se niega por el momento a optar

La polarización extrema está lejos de ser un rasgo natural del sistema político argentino. Es más bien un resultado artificial, derivado de la pretensión de la política de conformar una arena política susceptible de ser operada desde la perspectiva de las campañas electorales. 

Los costos de esta distorsión profunda en las condiciones de la política están fuera de toda duda. Urge recuperar una perspectiva que permita generar condiciones para una mejora sustancial en la calidad de las instituciones políticas. Repensar la política desde esta orientación hacia la calidad institucional surge como una prioridad urgente e indispensable.

© El Cronista

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