Victoria Donda
Por Pola Oloixarac (*)
Desde el punto de vista político, era fundamental que se sancionara la ley del aborto no tanto para "empoderar" a las mujeres, sino para empoderar a Alberto. Aunque haga lo posible por disimularlo, Alberto Fernández se encuentra prácticamente abortado de su propia presidencia; al cabo de un año, su gobierno se revela como esencialmente nonato, debido al poder de decisión de una mujer.
"Tu gobierno, mi decisión", parece decir Cristina en cada una de sus epístolas, como si sus cartas fueran plazas llenas y ella estuviera en el centro de todo, arengándolo sin corpiño con el pañuelo atado en la cabeza. Por eso, si en 2020 Alberto no había logrado dar forma a su modelo productivo, al menos dejaría su marca en el aspecto reproductivo.
Sin embargo, las demandas feministas no se agotan en una ley: se trata de honrar los derechos de las mujeres que pueblan el suelo argentino. Por este motivo causó especial revuelo el caso que involucra a Victoria Donda, titular de INADI, y las acusaciones que la enfrentan a su empleada doméstica, que devino en una denuncia por malversación de fondos públicos. El peronismo, que goza jactándose de ser el Hernán Cortés de los derechos, el Gran Conquistador de la justicia social, de pronto tenía una feminista en funciones captada in fraganti despreciando los códigos primordiales que son emblema de Perón y Evita.
Según los chats y audios de Whatsapp, Donda le ofrece un puesto en el INADI a su empleada doméstica, para ella y su hermana. La empleada trabajaba en la casa de Donda desde 2007, unos 14 años, pero sólo fue puesta en blanco hace 4; en esos 4 años, Donda le pagó 5.000 pesos por mes, sin ningún aumento. Es decir que, en la Maison Donda, durante el gobierno felino de Macri no existió la inflación. La trama se afea a medida que Donda intenta embellecerla; dice que no le aumentó "porque cada vez trabajaba menos"; también que le ofreció trabajo en el Estado "como a muchos otros". Donda tampoco le habría pagado el último año, cuando las trabajadoras domésticas tenían prohibido trabajar por la pandemia pero los empleadores estaban obligados a pagarles igual. Como suele ocurrir en los casos de violencia, lo que no se escucha es la voz de la mujer víctima: tenemos que inferirla de las respuestas de Donda y los abogados. En un comunicado, Donda declara esto una fake news y nos invita a mirar sus proyectos e ideas. Veamos.
Aunque es una declarada feminista, Donda votó en contra de la prisión efectiva a los violadores en 2017; no sabemos si llegó a ofrecerles también un plan o un carguito en el Inadi, al verlos tan necesitados de amor y empatía. Donda avala el impuesto a la riqueza que impulsa Máximo, el muchacho que no puede explicar el origen de la suya. Como funcionaria, Donda no pareció interesarse por los casos de derechos humanos violados durante el aislamiento, que incluyen muertos a manos de la policía y mujeres encontradas ahorcadas en comisarías por violar la cuarentena. Tampoco conocimos su posición ante los derechos vulnerados de Solange y Abigail, dos casos que sacudieron a la opinión pública: Solange Musse, la joven enferma de cáncer que no pudo despedirse de su padre por las restricciones policiales, Abigail, la niña que tuvo que ser cargada a pie por su padre para ir a su tratamiento médico. Podemos inferir que Donda apoya trivialmente las causas cercanas a la izquierda y calla en las que pueden complicar al gobierno. La pregunta aflora: ¿para qué sirve tener funcionarias que velan por los derechos humanos siempre y cuando no compliquen al poder de turno, es decir al propio partido?
Donda es activa en zooms "contra el odio", hasta ahora el concepto más complejo promovido por la intelectualidad que circunda a Alberto. A veces, Donda interviene por escrito en medios, donde plantea, por ejemplo, que "no es lo mismo la discriminación que sufre una mujer de sectores medios que vive en una ciudad, que la que violencia sufrida por una mujer migrante trabajadora doméstica". Su artículo publicado en Infobae se titula "un llamado a ennegrecer las políticas públicas" y en esto no puede negarse la consistencia de la funcionaria: como deja en claro la denuncia de su propia empleada boliviana, Donda parece fuertemente comprometida con el ennegrecimiento en su práctica privada.
Hay que establecer algunas diferencias: Viki Donda no es Pampita. No se trata de una empleada despechada contra una estrella escotada. La telenovela de Donda la explotadora es un espejo de la saga Triaca, y ambos parecen diseños malévolos de un sádico dios estatal: el ministro de Trabajo que mantenía en negro a su empleada, la feminista a cargo del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo que negrea a una mujer boliviana, "no blanca", en edad de jubilarse. Macri no despidió a Triaca en el acto, esperó un par de meses para sustituirlo. En su momento, decían de Macri lo mismo que de Alberto ahora: "el Presidente no te mata cuando estás herido". Pero Alberto ya salió a decir que, para él, Donda no obró mal y sólo "quiso darle una mano a alguien". Esto se explica quizás porque Alberto es un novato en el feminismo, y por eso no repara en algo más denso: la cultura de servidumbre de la mujer latinoamericana y su problemática relación con el feminismo local. El feminismo vernáculo parece más interesado en importar el concepto de raza de Estados Unidos ("ennegrecer", interseccionalidad, "identidad marrón") que en pensar concretamente que si hay pibas manifestando en las plazas es porque hay otras, invisibles, ocupándose de la casa y la familia. La sirvienta latinoamericana es un problema que el feminismo latinoamericano burgués debe trabajar como prioridad, porque es una práctica que conecta a todas las clases sociales y la precarización de estas mujeres es prevalente en los sectores medios, como al que pertenece Donda. Aunque se fogoneen la deconstrucción y los micromachismos, el caso Donda pone en liza el problema real del feminismo y ese update de la esclavitud que es la sirvienta latinoamericana. Esa persona amorosa que "te cuida, te quiere" y, por lo tanto, lo que hace no se considera realmente trabajo. Tal vez por eso Donda le ofrece un plan: piensa en que, en rigor, ella no trabaja, y con un plan puede seguir no trabajando. Si Donda no tuvo mala intención, entonces parece desconocer las condiciones de trabajo de las mujeres "no blancas" apenas blanqueadas, lo que parece conflictivo con su trabajo en INADI.
Lejos quedaron los suaves días de verano cuando Viki se paseaba por las playas bonaerenses junto a Alfonso Prat-Gay, el economista más hot que supo acariciar la centroizquierda (en esa época, en el espacio UNEN, de Lila Carrió). En short y bikini, Donda dejó en claro que tenía un buen par de cualidades para la política: un estilo suelto para conectar con los votantes, y cierto perfil rebelde que podía resultar atractivo para la juventud de clase media. Donda no apunta al segmento de, digamos, una Magario: su target son los sectores medios. De hecho, hace poco estrenó una agrupación "En Común" destinada a seducir a los porteños junto a Víctor Santa María (el Citizen Kane de los medios kirchneristas) y el actual ministro de Educación Trotta. Trotta ha dado muestras contundentes de su compromiso con la ignorancia a nivel nacional, dejando fuera del sistema educativo a millones de chicos con su política de un año de escuelas cerradas, y si uno sólo se informara leyendo Página 12, nunca se enteraría del caso de Donda y su empleada. Hay equipo.
Donda parece operar bajo la fantasía de que es un hada del bien, que reparte cargos y planes como sortilegios a quienes tienen la suerte de conocerla y caerle bien. Un hada que irrumpe como la feérica Fabiola bajando del helicóptero vestida de Frozen en el Chaco de tu vida. Sus defensores no la ayudan. Según ellos, haber sido víctima del Estado de la dictadura convierte a Donda en una víctima absoluta; cualquiera que ose cuestionarla estaría automáticamente del lado de los genocidas.
Como un hada estatal, Donda estaría siempre un poco más allá de la justicia de los hombres. Sin embargo, podría plantearse justamente lo contrario. Precisamente porque Donda ha sido una víctima del Estado de la dictadura, es que el restablecimiento del estado democrático debería contarla como una aliada en la transparencia de las instituciones. Pero Donda llega a la gestión pública en un momento del peronismo donde, como en el menemismo, ya no parece necesario fingir demasiada decencia en el manejo del Estado. Sólo queda encomendarse a que los dioses del relato hagan su magia.
(*) Escritora. Autora de Las teorías salvajes, Las constelaciones oscuras y Mona
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