Por Loris Zanatta (*) |
Pues sí, soy yo el autor del "Populismo jesuita" que molestó a Rafael Velasco, superior provincial de los jesuitas de la Argentina y Uruguay, en La Nación del 19 de enero. ¿Quién sino podría "sanatear", según deja traslucir con un chiste medio gastado? Lo siento. Y me sorprende: el libro salió hace ocho meses en Italia, pero aún es inédito en la Argentina, donde la editorial Edhasa lo publicará en unos meses. ¡No pensaba que se lo atacaría aun antes de salir! Gracias por el lanzamiento publicitario: no hacía falta.
Me acostumbré: cada vez que critico a la Iglesia Católica, como hice en mi última nota, recibo un "torpedo". Nunca viene al frente, siempre por el costado; nunca responde a mis críticas, solo intenta desacreditarme. El que me arrojó el padre Velasco, sin embargo, es el más flojo jamás lanzado y cayó muy lejos del blanco. Una de dos: o no leyó el libro o no lo entendió. ¿Por qué si no me imputaría cosas que no digo o incluso lo contrario de lo que afirmo?
El principal cargo es definir "populistas" a las reducciones jesuitas del Paraguay. ¡Es "intelectualmente deshonesto", me increpa! ¡Es un "anacronismo", se indigna! ¡La noción de populismo no existía en esa época, concluye! Olvidemos la ofensa, vayamos al grano. Yo no escribí que las reducciones fueron "populistas", que los jesuitas son "populistas". Sostengo y creo demostrar de manera convincente que los populismos latinos del siglo XX -peronismo, castrismo, chavismo y otros- son "jesuitas" en el sentido de estar influenciados por la herencia jesuita. Es decir, lo contrario de aquello por lo que se me acusa. ¡Ningún "anacronismo", mucha calumnia! Sería bueno dialogar, discutir, confrontar hechos e ideas. Pero sin insultar la inteligencia ni distorsionar las ideas. Algunos católicos italianos, para que sepan, han criticado el libro, otros me han agradecido.
A decir verdad, muchos autores más importantes y famosos aplican la noción de "populismo" a tiempos remotos. Isaiah Berlin la utiliza en sus escritos sobre los filósofos del romanticismo, Antonio Escohotado,analizando las sectas ebionitas del siglo II, sectas cuyo espíritu mesiánico y antimoderno nunca pasa de moda. Podría seguir. No hay nada malo ni anacrónico en eso: el "populismo" no es un evento específico, sino un concepto creado por las ciencias sociales para explicar una "familia" de fenómenos históricos. Por mi parte, prefiero limitar su uso a la época contemporánea y lo escribí de mil maneras: para mí el "populismo" implica la "soberanía popular", concepto ajeno al mundo hispánico del siglo XVII. Tanto es así que en el libro distingo entre la "época de lo sagrado", la de las reducciones y la "época secular", aquella en la que madura la soberanía del pueblo y se desarrollan los "populismos".
Lo que argumento y explico es que los populismos latinos identifican, a veces de forma explícita y otras indirecta, en los principios éticos y sociales de las reducciones jesuitas un modelo válido para nuestro tiempo, una alternativa realista a los sistemas democráticos liberales y a las economías de mercado; que cultivan una idea sagrada de la política y una noción mítica de "pueblo" que encuentra inspiración y alimento en la historia de la cristiandad colonial y de la Compañía de Jesús; que son, en definitiva, "religiones políticas", formas seculares de un antiguo imaginario religioso. Sé que algunos religiosos argentinos encuentran "intelectualmente perezosa" la categoría de "populismo", pero "perezosos" y algo "provincianos" -nunca diría "deshonestos", no ofendo- son ellos: el mundo académico mundial lleva décadas debatiendo "populismos" y "religiones políticas".
El padre Velasco primero intenta apocar el aporte jesuita a la teología de la liberación y luego presume de la resistencia de sus cofrades venezolanos y nicaragüenses a los regímenes de Maduro y Ortega. Sobre el primer punto: la teología de la revolución y la utopía armada provocaron profundas divisiones entre los jesuitas, en la Argentina y en toda América Latina. En el libro menciono a varios teólogos jesuitas radicales, podría agregar muchos más. Mejor no revolver esa dramática historia, pero negarla es imposible. Sobre el segundo punto: admiro mucho la valiente oposición de los jesuitas a las dictaduras chavista y sandinista. ¡El libro habla de eso y lo explica! También tuvieron cierta responsabilidad en su ascenso, pero olvídalo. Esto no quita que uno de los ideólogos de Hugo Chávez, padre Jesús Gazo, fuera jesuita; que jesuita fuera el fundador del evitismo, Hernán Benítez; que jesuita hasta la médula fue la visión del mundo y la formación de Fidel Castro. Para dar ejemplos. No es casualidad, es un hilo rojo, el hilo que sigue mi libro.
Para evitar ese tipo de malentendidos y controversias, en la introducción escribí: "No todos los populismos latinos son jesuitas, no todos los jesuitas son populistas". Y luego: hay "jesuitas hostiles al populismo jesuita y populismos inconscientes de sus remotas raíces jesuitas". En las conclusiones fui aún más claro: "Los populismos jesuitas no son la religión católica, la Iglesia Católica, la Compañía de Jesús. Son sus productos más o menos directos o legítimos, pero los "padres" son solo parcialmente responsables de lo que los hijos hacen". No hay peor sordo que el que no quiere oír, peor crítico que el que tiene prejuicios.
(*) Ensayista y profesor de historia en la Universidad de Bolonia, Italia
© La Nación
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