Por Javier Marías |
Algo llamativo de las actuales “izquierda” y derecha es que han perdido el interés por captar a los ciudadanos corrientes y “oscilantes”, que son los que otorgaron mayorías absolutas al PSOE y al PP en su día. O bien piensan a cortísimo plazo, sólo en mañana. O están tan enamoradas de sus imágenes que sólo les importa acicalarlas para que las admiren sus devotos y nadie más. Una y otra han olvidado a la gente desapasionada y guiada por el sentido común.
Éste, obviamente, varía mucho, pero se define por oposición: no entra en él cuanto al común de las gentes parecen chifladuras o aberraciones. Y sin embargo, tanto nuestra derecha como nuestra “izquierda” (más la segunda, que es falsa izquierda y de ahí las comillas) están dedicadas a encadenar disparates y a enajenarse a los votantes variables. Como si nunca más fuera a haber elecciones…Buena parte de esos votantes ya no depositarán en la urna una papeleta del PP ni de Vox —tal vez ni de Ciudadanos— mientras asocien a estos partidos con la corrupción; con la defensa del franquismo o su tibieza ante él; con zafias tramas de espionaje con espías zafios; con el favorecimiento a la Iglesia que registra incontables terrenos e inmuebles sin derecho ni justificación; con la liberación de todo el suelo para edificar (regalo de Aznar) y la especulación consiguiente; con el destrozo del patrimonio paisajístico y monumental; con el hostigamiento a las artes y a los creadores; con la visión de “orwellismo” antes de tiempo y por doquier; con las ventajas a los pudientes y el abandono de las clases media y baja; con la privatización de la sanidad y la educación y más, que obliga a pagar dos veces a la población y deteriora lo público; con la lenidad ante unos militares retirados dispuestos a fusilar a mansalva… No terminaríamos. Hay millones de personas “apolíticas” que perciben la injusticia y el daño de todo eso.
A esas mismas personas les repele la actual “izquierda” por igual, y ya no votarán al PSOE ni a Podemos ni a Más País ni a Compromís mientras los identifiquen con abusos y chaladuras. A esa gente corriente le revienta que se ataque la Constitución y se la desvirtúe a hurtadillas (y encima para adular a Bildu y a ERC y al señorito Iglesias, que patalea a diario y, como a los niños inaguantables, se le da cuanto exige para que se calle… un minuto); que se hagan campañas contra el Jefe del Estado y se lo insulte o ningunee; que se propugne una “plurinación” para halago de independentistas, concepto vacuo que en ningún otro país de la UE (salvo Flandes arcaico) se entendería ni aceptaría; que se proteja a los okupas en detrimento de quien con esfuerzo se compró un piso y lo ve usurpado; que se quiera nacionalizar cualquier cosa, más que nada para inflar los bolsillos de los gobernantes; que Educación sea responsabilidad de una soberbia; que se suban impuestos no a las rentas más altas sino a todas encubiertamente, como si Hacienda no recaudara sin pausa; que se contraten legiones de asesores “amigos” hasta multiplicar el coste de la Administración (en esto no se diferencian de la derecha); que se hostigue a la cultura; que haya dos Presidentes, uno con 35 escaños escuálidos, y no obstante mande más. Esa gente corriente está harta de promesas incumplidas, de las rasputinadas del Vicepresidente con su zarina Pedro, que lo complace hasta resultar servil. Tampoco le gusta que TVE se convierta en una franquicia de la Sexta con íntimos e ínfimos esbirros de Iglesias, ni las calles pintarrajeadas (Barcelona es testigo). Tampoco votará a una facción que impone por ley que, si Dwayne “La Roca” Johnson mañana dice “sentirse” mujer, pase a serlo a todos los efectos sin más trámite. (En Inglaterra ha sucedido: un violador reiterado ingresó en una cárcel femenina por sus “sentimientos”, con el gran resultado —para él o ella— de que allí violó a varias reclusas.) O que permite que críos de poca edad “elijan” si son varón o mujer. Todo eso, a esa gente corriente, le parecen meras locuras de mentes averiadas y retorcidas, y no está por la labor de que el país lo rijan paranoicos —curas y monjas franquistas de ahora— que ven agresión en una mirada, que revisan la historia sin saber lo que cada época fue, que pretenden controlar la información y aun las ficciones, o saltarse las reglas a la polaca o la húngara o a lo Trump, sean del poder judicial o del Código Penal.
Esa gente no quiere sujetos como los de la derecha y la “izquierda” actuales. Ni fanáticos ni chorizos. Ni exaltadores de Franco o de ETA ni de Maduro y Castro. Le desagrada el desdén hacia los mayores de cada facción. La chulería de Lastra y Ortega Smith, de Iglesias y Montero Menor, ¡de Otegi!, la altanería de Cayetana Álvarez y las lenguas toscas y trumpianas —mentira tras mentira viperina— de Rufián y Echenique. A estos políticos, ¿no les interesan los votos futuros de quienes suelen inclinar la balanza? Tremendo error, y la prueba de que unos y otros gobiernan sólo para sus feligreses y jamás para el conjunto. Pero sobre todo es un absoluto desprecio a la mayoría de los ciudadanos que sencillamente piden educación, moderación, elemental sensatez, y abominan de los desvaríos y los venenos.
© El País Semanal
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