miércoles, 16 de diciembre de 2020

LA GRAN DEUDA

 Por Liliana Bellone (*)
Recientemente, en Buenos Aires, un adolescente de 15 años asesinó a un ciclista para robarle la bicicleta. A partir de este terrible hecho retorna el debate en torno de las políticas de seguridad y la prevención del delito.

Sin duda alguna, la educación, junto a la distribución equitativa de la riqueza son los factores determinantes de una verdadera política social que prevenga el delito y la marginalidad.

Déficit educativo

Hace tiempo que se habla del déficit educativo en la Argentina en todos los niveles. Es un diagnóstico cierto pero se debe analizar lo que ocurre con la educación de acuerdo con un encadenamiento causal. Es necesario recordar que la implementación de Ley Federal de Educación llevada adelante por el gobierno de Carlos Menem, causó, en gran parte, los estragos que sufre el sistema educativo actual. La Ley Federal (derogada por el Congreso durante el gobierno de Néstor Kirchner), había des- regulado la educación, la dejó a merced del mercado e intentó que fuera totalmente privada. De este modo se hablaba de “gerentes” en lugar de rectores o directores, de “clientes” en lugar de alumnos, de “insumos” en lugar de pedagogía, edificios y material pedagógico. El economicismo tenía un solo objetivo: borrar toda formación humanística, crítica y científica y promover el advenimiento de meros operarios y mano de obra barata. Los resultados de la Ley Federal están a la vista: extensas franjas de la población argentina carecen no solamente de información, sino de las imprescindibles normas urbanas y civiles necesarias para la vida en sociedad. Exclusión, marginalidad, droga, violencia, rotura del lazo social y cultural, son el saldo que dejó la famosa Ley menemista.

Otro exceso de la Ley Federal fue el de pasar al ámbito provincial los colegios de enseñanza media. Había escuelas provinciales, es cierto, pero los grandes establecimientos, como los Colegios Nacionales, Escuelas Comerciales, Técnicas y Normales, dependían de la Nación, respondiendo a un concepción homogénea de la educación, igualadora y democrática. Se enseñaba lo mismo desde La Quiaca a Tierra del Fuego, los profesores tenían la misma formación en todo el país; recordemos a las brillantes escuelas Normales Nacionales de donde egresaron maestros y profesores nacionales como Julio Cortázar, Leopoldo Marechal, Néstor Groppa y tantos otros. Sin negar lo regional, la Argentina, luego de doscientos años de historia, producto y síntesis del pasado virreinal español e indígena, las guerras de la emancipación, las guerras civiles y la organización nacional, se configura como un todo, con sus variantes, es cierto, pero con un entramado de identidades, memoria e ideales comunes. Podrá criticarse la formación burguesa, enciclopedista y europeizante de la escuela argentina, sustentada sobre la ideología de la generación del 80 y su impronta sarmientina, pero esa orientación podría y debería haber sido corregida, sin destruir el sistema como tal, un sistema eficiente y económico, un verdadero sistema de relojería que produjo el más alto nivel educativo de América Latina. Este sistema educativo, en especial su funcionamiento regido por el Ministerio de Educación de la Nación podía haber sido mejorado, no desmantelado. Sus efectos estaban a la vista: grandes escritores, científicos, pensadores, se formaron en las aulas de le escuela pública argentina, fundada sobre la base de la famosa Ley1420 de Educación pública, gratuita y gradual, auxiliada por la Ley Láinez, de ayuda de la nación a las provincias. La escuela media otorgaba identidad: ser maestro, ser perito mercantil, ser técnico, ser bachiller. El menemismo introdujo los postulados del mercado, borró estas identidades con las llamadas” salidas laborales”, en las cuales la identidad se desvanece y pierde. Muy simple: los ideólogos ultraliberales querían robots, operarios, meros números para mover el mercado. Nada mejor para el capitalismo voraz y sus intereses que aliviar las identidades, borrar los límites, los principios y de ese modo instaurar la única Ley: la Ley del Mercado, o sea de la oferta y la demanda, que en su máxima expresión sujeta a políticos y gobernantes a las empresas y corporaciones económica, convirtiendo a la democracia en una simple formalidad y aun los aspectos más delicados de la condición humana como la vida, la salud, la conciencia, la paz, en mercancía a su entero arbitrio.

Hogares escuela

Una institución educativa fundamental debe ser rescatada, sobre todo en estos momentos de gran crisis social, económica y cultural: los HOGARES ESCUELA, esos espacios de enseñanza-aprendizaje que contienen al niño. Esta sería una gran inversión, sustentada ya por la existencia y experiencia de los Hogares Escuela de la Nación, en su mayaría ideados por Eva Perón, y que fueron desmantelados y olvidados. Los edificios existen a lo largo y ancho del país. Hay que remodelarlos y adecuarlos. Se debe retornar a ese proyecto de manera remozada y con las tecnologías actuales.

Formación docente

La formación docente se redujo, a través de la famosa Ley Federal, a impartir cursos dentro de la tecnología educativa , a veces arancelados, a los docentes y se descuidó la formación de maestros, ya que aparecieron instituciones de nivel terciario privadas donde se otorgaba (y donde se otorgan) títulos con escasa o nula exigencia. La formación de los maestros y profesores DEBE ESTAR A CARGO DEL ESTADO Y CONTROLADA POR ESTE, tal como ocurría, por ejemplo, en décadas pasadas cuando las egresadas de los colegios religiosos (cuya calidad fue altamente probada) debían mostrar sus competencias, a través de exámenes, en la Escuela Normal, para obtener el grado de Maestro/a Normal Nacional.

También las Escuelas Normales otorgaban los títulos de Maestro Normal Regional, con orientaciones más específicas según las necesidades de las provincias y competencias que tenían que ver con las industrias locales, artesanías, agricultura, avicultura, apicultura, vitivinicultura, etc.

La revisión de la formación de maestros y profesores para todos los niveles es un punto estratégico en el mejoramiento educativo, junto a la orientación general del sistema que debe centrar su atención en lo humanístico, científico y solidario, con conciencia continental e histórica, de lo que surgirá la selección de contenidos básicos. Si bien estas cuestiones tienen que ver con una concepción política e ideológica de país, tiene que ver también con cuestiones eminentemente pragmáticas, como lo es la determinación de que todas las carreras docentes pertenezcan o sean supervisadas por la universidad.

Por otra parte, el Estatuto del Docente y la Incumbencia de Títulos, de hegemonía nacional, establecía claramente la función y los alcances de los diplomas docentes, de los profesorados provinciales y nacionales, técnicos y artísticos, etc. La des-regulación de estas matrices trajo a las aulas la improvisación y la confusión, surgidas de una compleja gama de ofertas brindadas por institutos privados de dudosa solvencia y con escaso control. No se trata de denostar la educación privada, por el contrario, debe reconocerse el papel que las instituciones privadas cumplieron en la educación, pero siempre dentro de una concepción general de acuerdo con los intereses y la identidad de la nación.

Sin duda el primer ataque contra la educación pública fue llevado adelante por el gobierno militar del Proceso desde 1976 a 1983, lapso en que comenzó una política claramente elitista en pro de la educación privada, con los consabidos cómplices intelectuales de universidades privadas y de los medios.

Y por fin la universidad, que, si bien es cierto resistió lo embates, se vio debilitada por el exilio de muchos de sus mejores profesores, por el terrorismo de estado y la censura del proceso. Poco a poco fue cediendo ante la fuerza de los prejuicios y de los aires falsamente modernizadores. La universidad pública, ese gran logro de la Reforma del 18 y luego del gobierno del General Juan Domingo Perón que la hizo gratuita, comenzó a sentir el influjo de la debilidad del sistema educativo general, ya que la universidad no es una isla y no solamente recibe a los jóvenes egresados de la escuela media sino que recepta los mensajes sociales e ideológicos de la época. De este modo, alumnos mal preparados, con carencias esenciales, comenzaron a llegar a sus aulas y se debió sacrificar el nivel académico.

La nación debe recuperar de manera urgente el timón de la educación, hacerse cargo de los costos y avanzar al ritmo de lo que será la única salvación de los pueblos: su formación humana, científica, crítica, y su conciencia histórica. Para ello es necesario retomar los fundamentos y objetivos de la llamada instrucción pública y luego avanzar con miras más amplias a la conformación de un sistema educativo de excelencia, de acuerdo con la época. En suma, es la hora de una Revolución Educativa.

(*) Poeta, narradora, ensayista y crítica literaria. Profesora en Letras. Obtuvo en 1993 el Premio Casa de la Américas de Cuba por su novela “Augustus”. Este año fue distinguida con el Premio “Novelas Ejemplares” de la Universidad Castilla La Macha y Editorial Verbum de España por “El libro de Letizia. Novela de Capri.”

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