domingo, 15 de noviembre de 2020

Guzmán a lo Macri

Por Gustavo González

Los últimos datos muestran que la actividad económica cayó el 11,6% con respecto a un año atrás. Hace un año, la Argentina atravesaba una crisis que haría caer el PBI en 2,2%. Y hace dos años, el PBI ya había caído otro 2,5%.

Si todo sale como está previsto, 2020 terminará con una histórica caída de entre el 12 y el 14% del PBI. Casi un 20% de derrumbe económico en tres años. Difícil no entender esto como la peor crisis de la historia.

En los últimos meses, la pobreza trepó al 40,9% y el desempleo, al 13,1%. Solo en el primer semestre se perdieron medio millón de trabajos formales y un millón de informales. CAME calcula que 60 mil pymes cerraron o están por cerrar: son entre 600 mil y 800 mil puestos de trabajo menos.

Todo, en medio de un temor global que frena el consumo y aleja el futuro.

Sin embargo, en las últimas semanas Martín Guzmán interpretó que el país ya está en condiciones de comenzar a hacer un ajuste fiscal.

Nunca en el país un ajuste en medio de una crisis, resultó bien. Al contrario, siempre la terminó profundizando.

Keynes no. El ministro de Economía siempre se mostró muy cauteloso con las cuentas públicas. Discípulo del keynesiano Nobel Joseph Stilgitz, se podría decir que es el menos keynesiano de los keynesianos. Tras las primeras semanas de pandemia, el país había invertido solo el 1% del PBI para paliar sus consecuencias, uno de los gastos más bajos del mundo es ese momento.

Durante esas primeras semanas, dediqué varias columnas a mostrar cómo el capitalismo no había encontrado otra forma de salir de las recesiones que la pensada por Keynes. Él entendía que, frente a las crisis, las políticas correctas de resguardo fiscal debían dejarse de lado, recurriendo al gasto público, incluso más allá de los ingresos disponibles. En estos meses, la mayoría de los gobiernos entendió lo mismo, más allá de sus diferencias ideológicas.

Y, de hecho, a medida que la crisis económica se fue profundizando, Guzmán fue flexibilizando su posición inicial. Tras dos meses de cuarentena, el Gobierno había llevado aquella inversión fiscal al 5%. Este viernes, ante una consulta con el Ministerio de la Producción, se informó que ese gasto ya rondaría los 7 puntos.

Claramente fue ese esfuerzo fiscal el que consiguió que el país no estallara. Ese esfuerzo estuvo representado por cuatro mecanismos fundamentales: 1) El IFE, que aportó $ 10 mil cada mes y medio a 9 millones de personas. 2) Los ATP, que aportaban una parte de los salarios de más de 3 millones de personas que trabajan en unas 330 mil empresas cuyas producciones están semiparalizadas. 3) Créditos empresarios con tasas subsidiadas y bajos requisitos. 4) Moratorias y beneficios impositivos de la AFIP para empresas y particulares.

Pero, imprevistamente, Economía acaba de decidir un ajuste en medio de la crisis.

Les retiró el IFE a 6.500.000 personas y los ATP, que se iban a extender hasta diciembre, se acaban de cortar para la mayoría de las empresas.

El informe de octubre de la UIA que ayer dio a conocer PERFIL indica que el 57,5% de las empresas producen menos que el año pasado (40% con caídas superiores al 25%) y el 62% factura menos que hace doce meses (43% con bajas mayores al 25%).

Con aumento de costos y salarios de más del 20% (aún por debajo de la inflación) y empresas que facturan menos del 25%, la ecuación es letal.

La tercera herramienta que usó el Gobierno para paliar la recesión fueron los créditos Fogar, con tasas del 24%. Ahora, los nuevos créditos para la emergencia tienen tasas de entre el 27 y el 33%. Con el agregado de que solo podrían tomarlos firmas con bajo riesgo crediticio. Una condición habitual en épocas de normalidad, no de pandemia.

La cuarta herramienta, la de las contemplaciones impositivas, aún se mantiene.

Macri sí. El ajuste se da en el marco de las negociaciones con el FMI para reestructurar US$ 44 mil millones de deuda. El Gobierno proyecta para este año un rojo fiscal del 7% y de 4,5% para 2021, aunque algunas fuentes señalan que la pretensión del ministro sería llevarlo al 3,5%.

Bajar a la mitad el déficit en doce meses es una misión plausible en una economía en franco crecimiento. Pero en medio de un crack mundial, puede ser extremadamente peligroso.

En la Argentina (el Presupuesto plantea crecer un magro 5,5% en 2021 después de caer 20 puntos en tres años) la estrategia de ajustar en medio de una crisis nunca dio resultado. Al contrario, siempre terminó profundizando la crisis de la que se pretendía escapar.

El ejemplo más reciente es el de Mauricio Macri. Tras una tenue recuperación económica en 2017, se obsesionó con el objetivo de alcanzar rápido el déficit cero. Avanzó en esa dirección y en 2019 prácticamente lo consiguió. Eso sí, en lugar de crecer, la Argentina siguió cayendo.

La operación había sido un éxito, pero el paciente murió. Y el macrismo, además, perdió las elecciones.

Cuando en el Gobierno decían que si Macri hubiera seguido, la situación social hoy resultaría mucho más compleja, se basaban, con cierta lógica, en suponer que el ex presidente siempre privilegió el déficit cero por sobre cualquier otra variable socioeconómica.

Pero ahora es el peronismo el que adjura del keynesianismo. Tiene a su favor que los economistas que antes aplaudían a Macri por su ímpetu fiscalista son los mismos que ahora celebran a Guzmán por su viraje ortodoxo.

Hasta hoy, el Gobierno contuvo con inversión pública un estallido social. Que es lo que aconseja el propio FMI.

Consejos del FMI. Es cierto que una economía seria no puede dejar de tener en cuenta la sustentabilidad de las cuentas públicas y los costos futuros de las medidas del presente. También es cierto que el trayecto de la emergencia a la sustentabilidad requiere un delicado equilibrio que solo puede ser sencillo para los ignorantes.

Nadie dice que sea fácil, pero incluso el último informe de octubre del propio FMI marca la razonabilidad del camino a seguir transitando. Dice esto:

• “Aumentar el gasto podría ayudar a reactivar la actividad económica tras el derrumbe de la economía mundial más brusco y profundo de la historia.”

• “Un aumento de la inversión pública equivalente al 1% del PBI podría fortalecer la confianza en la recuperación e incrementar el PBI en un 2,7%, la inversión privada en un 10% y el empleo en un 1,2%.”

• “A medida que disminuyen los confinamientos y pasan a ser más selectivos, los gobiernos deben garantizar que no se retiren las ayudas demasiado rápido.”

• “Cuando los riesgos sanitarios disminuyan, el apoyo debe pasar de proteger las relaciones laborales a ayudar a los trabajadores a encontrar nuevos empleos, ayudar a empresas viables aunque aún vulnerables a reabrir y promover una transformación estructural hacia la economía pospandemia.”

Salir del cementerio. No existen indicios reales, ni en el mundo ni en la Argentina, de que la crisis esté en vías de ser pasado. Lo que existe es un país que aún convive con miles y miles de nuevos infectados por día y cientos de nuevos muertos.

Lo que sí existe son ciudadanos-fantasma que volvieron a recorrer las calles con miedo al contagio, al consumo, a endeudarse, a la desocupación, a la pobreza.

Es mejor que la muerte de los cementerios en plena cuarentena. Pero aún no es vida.

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