Por Francisco Olivera
Hasta pasadas las 19 de anteayer, cuando empezaron los trabajos de soldadura, las rejas de Balcarce 50 seguían unidas por un alambre. Habían cedido horas antes, cerca del mediodía, por la presión de la multitud que finalmente entró en la Casa Rosada. El cuerpo de Maradona ya estaba en Bella Vista.
Pero esa junta metálica y precaria que aguantó hasta entrada la noche, delante de quienes todavía deambulaban por la Plaza y tiraban alguna botella por haber quedado afuera, explicaba prácticamente todo: la conmoción, el apuro y los errores de organización de una jornada histórica.
Había sido imposible atender las pretensiones de todos. Las del público, incluidos barrabravas con la entrada prohibida a los estadios y procesos judiciales pendientes; las de la familia, que quería una ceremonia corta, y las del Gobierno, preparado para un velorio de hasta tres días, hoy inclusive. La noche anterior, el personal de seguridad había acomodado todo, hasta los francos, pensando en una noche larga. De ahí los cálculos que superaban el millón de asistentes. Se dijo a las 19 del miércoles en la Casa Rosada, en una reunión entre el director de Operaciones de la Policía Metropolitana y miembros de la Federal. Por eso la hilera, que llegaba casi a Constitución, fluía lenta y con absoluta tranquilidad durante la mañana: sobraba tiempo.
Pero no siempre basta con la buena voluntad. Mientras la familia seguía inflexible en la idea de terminarlo a las 16, al mediodía, con la llegada de Cristina Kirchner, apareció la orden de despejar el salón y, por lo tanto, cortar el ingreso de gente. Fue el inicio de los incidentes. Alberto Fernández salió dos veces, primero desde el balcón y después directamente a la entrada, a intentar calmar a la multitud. No funcionó: estas aglomeraciones difieren de las de los actos políticos porque no están organizadas. Sin punteros, priman el azar y la iniciativa individual. Más sin las vallas que el Presidente ordenó sacar de la plaza no bien asumió en el cargo. Y que no solo había aprovechado Macri disimuladas en forma de rejas, sino en su momento la propia Cristina Kirchner en el modelo más funcional, conocido como free standing, que les permite a las fuerzas de seguridad parapetarse en un escalón mientras observan lo que pasa del otro lado.
En ese escenario poco preparado para lo que quedará en la historia, la despedida del Diez, sobrevino además un hecho político coyuntural, el reencuentro de Alberto Fernández y su vicepresidenta después de 38 días sin verse. Algo no tan memorable como el acontecimiento convocante, pero ilustrativo de la interna del Gobierno. Fue saludo, no reconciliación: insuficiente para revertir una frialdad que le impide al establishment soñar con una cabal salida de la crisis. No hay, dicen los empresarios, peor contexto para la inversión que un liderazgo contradictorio porque supone un estado de incertidumbre permanente.
Hasta hace dos semanas, por ejemplo, todos ellos pensaban que el proyecto de Aporte Solidario Extraordinario, ya con media sanción, había sido sepultado. Pero algo lo revivió en el camino. Y volvieron entonces consignas que no se oían desde el caso Vicentin. Todo muy incómodo para Martín Guzmán, que ve proliferar ideas que conspiran contra su propio trabajo, reactivar la economía luego de un shock de oferta. Algunas de ellas, por ahora descartadas, llegaron como consulta a oídos de tributaristas: la posibilidad de incluir, acaso en una próxima reforma, un impuesto de salida a los contribuyentes que fijen residencia fiscal en otros países.
¿Qué hizo no solo reverdecer la iniciativa de Heller y Máximo Kirchner, sino también desatender las modificaciones que entidades como la Unión Industrial Argentina les habían sugerido a los autores? En el Frente Renovador, donde más han trabajado por evitar el proyecto y mejor relación tienen con los empresarios, temen que todo haya sido una reprimenda a los cambios que Massa introdujo en el presupuesto y que obligaron al oficialismo del Senado a devolver el proyecto a Diputados con el argumento de que había equivocaciones en una planilla de obras públicas. "No existe eso -dijo a este diario un técnico desconfiado-. El peronismo no es Cambiemos: no comete esos errores administrativos".
En medio del debate público, interrumpido esta semana por la muerte de Maradona, los empresarios perdieron además a un protagonista decisivo, Jorge Brito. El banquero era, como ningún otro hombre de negocios, y a diferencia de quienes prefieren designar gerentes al frente de sus cámaras, alguien que asumía personalmente las conversaciones con funcionarios, legisladores y medios de comunicación. "Este impuesto solo agrega más elementos a aquellos que quieren irse del país", le había dicho a Infobae antes de morir hace una semana, y horas después de advertir que el Gobierno no había incluido en el texto sus recomendaciones. "El BBVA va a estar eximido y los bancos nacionales tienen que pagarlo", llegó a decirle a Máximo Kirchner.
¿Esa ley es una orden de la madre del diputado? Imposible pero necesario saberlo: auscultar el mundo de la jefa es vital para cualquier iniciativa. Acaba de constatarlo Redrado, que consiguió reunirse con ella gracias a la gestión de un tercero. Fue un gesto de cordialidad de la expresidenta, ni siquiera una disculpa, después de dos enojos significativos: la discusión por el uso de reservas que terminó con la renuncia del economista al Banco Central en 2010 y, peor, su condición de perito en la causa del dólar futuro.
Más allá de estas cuestiones personales, hay entre ambos cosmovisiones difíciles de conciliar. Es lo que suponen en el Frente Renovador, donde tampoco pierden las esperanzas: Massa viajará la semana próxima a Washington junto con el secretario de Finanzas, Diego Bastourre, y Ramiro Tosi, subsecretario de Financiamiento, para reunirse con fondos de inversión y hombres de negocios. Aunque mantendrán agendas separadas, los tres representan lo mismo: la parte del Frente de Todos que debe explicarle al universo ideas que parten del Instituto Patria. No es sencillo. En el kirchnerismo suponen que proyectos como el Aporte Solidario Extraordinario alivian a votantes afines en medio del ajuste: podrá en todo caso molestar a un segmento que pertenece a la oposición, pero el electorado propio se cultiva seis meses antes de los comicios. Son métodos de trabajo antagónicos que Alberto Fernández está obligado a cohesionar. Su desafío es conseguirlo con una solidez más duradera que el alambre que, hasta la noche del jueves, mientras él se retiraba en helicóptero y ya con Maradona sepultado, disimulaba el quiebre de la reja de la Casa Rosada.
"Que lo lleven también las hijas", acababa de aconsejar alguien a 45 km de ahí, en el cementerio de Bella Vista, al ver que varios hombres cargaban el cajón. Dalma y Gianinna, que se sumaron entonces al grupo que ya integraba Guillermo Coppola, terminaban de ser las grandes protagonistas del día. Lo más razonable desde el principio.
© La Nación
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