miércoles, 21 de octubre de 2020

¿La V de qué victoria?

Por Pablo Mendelevich

Es mejor pensar que ya no es la V de la victoria lo que hacen los peronistas cuando posan para selfies ceremoniales como la de los 75 octubres y suponer que solo están informando cuántas son las personas que gobiernan ahora el país. Sería una extraña jactancia, pero no exenta de jurisprudencia. El peronismo-kirchnerismo evoca con orgullo estereofónico a la Argentina feliz del primer Perón y a los grandes éxitos del otoño de 1973, cuando se aplicó la dualidad funcional Cámpora al gobierno, Perón al poder. Fórmula mítica. Leyenda. Es cierto, su rodamiento resultó algo imperfecto. O eso creyó Perón a los 49 días cuando decidió remover a Cámpora a través del mayordomo.

Si se piensa que el gesto es lo que parece, la V de la victoria tal vez resulta difícil de entender. ¿Cuál victoria? ¿La victoria contra el coronavirus? ¿La victoria de la larga cuarentena? ¿O en este tiempo fue vencida la pobreza y ni nos enteramos? ¿Ya todos tienen agua corriente? ¿Creció la economía? ¿Se derrotó al narcotráfico? ¿Quedó controlada la inseguridad? ¿Alcanzamos metas superiores de rendimiento educativo? ¿Se recuperó el peso? ¿Será que entramos al primer mundo, como había anunciado Menem presuroso? ¿Consiguieron conciliar el sueño los dueños de las pymes y están rebosantes de ilusión? ¿Quedó disipada la amenaza híperinflacionaria? ¿Dejamos de deber los billones de dólares cuyos vencimientos retrasados condicionarán como mínimo toda esta década? ¿Aparecieron inversores? ¿Consiguieron administrar el mercado de cambios? ¿Cada vez más empresas internacionales quieren radicarse en la Argentina? ¿Bullen las fábricas? ¿Se selló la grieta?

¿Cuál victoria?

Seamos justos, pandemia mediante algunas victorias hubo, tal vez no buscadas, pero qué da. Eso sin contar las contrafácticas, formato "si no fuera por lo que hicimos todo habría sido peor". Lo contrafáctico tiene sus bemoles enunciativos: hoy la Argentina es el país con más muertes diarias por millón y si no fuera por lo que hicimos ¿habría sido el recontra primer país?

Victorias ecológicas hubo. Y se redujeron considerablemente los embotellamientos en la Panamericana, que además de fastidio producían derroche de combustible, un costo medioambiental y económico felizmente ahorrado. Pero nada indica que la victoria celebrada se deba a eso.

La hipótesis más sólida es que la V que se multiplicó en escenarios, pantallas y camiones durante las recientes ceremonias evocativas del 17 de octubre de 1945 responde a un mero ritual de la liturgia peronista, ya en su origen una malversación, que por lo tanto no debe leerse con literalidad sino más como una disociación política. Se sabe, la V original la hacían los que habían ganado o estaban ganando o confiaban en ganar una guerra, más específicamente la Segunda Guerra Mundial. A saber, Winston Churchill y Charles de Gaulle.

Hay fotos de uno y de otro haciendo la V de la victoria en aquellos tiempos decisivos, no así de Perón ni de Evita, quienes al parecer tuvieron el buen tino de no plagiar a los líderes europeos, como sí lo harían entusiastas jóvenes sumados de súbito al peronismo durante la apertura lanussista de los setenta. "Luche y vuelve" era entonces la consigna, hoy con sonoridad de promo. Podía entenderse que el regreso del general sería victorioso (al margen de cómo lo recibieron en la vuelta definitiva), pero este año, que ni siquiera hay elecciones, hablar de victoria, o gesticularla, suena grotesco.

Churchill no hacía la V por simpatía con el peronismo. Eso se sabe no solo porque la V la hacía a medida que lo vencía a Hitler sino por lo que, según asegura el historiador Joseph Page, el primer ministro y Premio Nobel de Literatura dijo en 1955: "Perón es el primer soldado que ha quemado una bandera y el primer católico que ha quemado sus iglesias". Los muchachos peronistas no se sintieron al parecer tan perturbados por el "gorila" inglés, asociado en el imaginario mundial con una de las victorias más determinantes de la historia de la Humanidad, simplemente le arrebataron el gesto para hacerlo rito. Rito virtual. La victoria sin victoria.

Con la estética de Los Ángeles de Charlie, la foto de Alberto Fernández en la CGT, el sábado, rodeado de mujeres con barbijo que hacen la V, dice mucho sobre el presente. Los barbijos, desde luego, suministran información de época (e incertidumbre: no tenemos idea de cómo serán los próximos setenta y cinco octubres), aunque lo más moderno del cuadro es la coreografía, el presidente rodeado de dirigentes mujeres (también está la primera dama), símbolo elocuente del avance logrado en la lucha por la igualdad de la mujer y por alcanzar posiciones de poder. Un asunto fundamental. Bueno, salvando el detalle de que la mujer peronista con más poder que tenía que estar, no está. ¿O está?

"Cristina está", dijo el presidente Fernández cuando los periodistas le sacaron el tema de la (aparente) ausencia estelar, tema que no se demoró mucho porque traía un envión de un mes. Es delicado lo metafísico con los Kirchner, pero "Cristina está" fue lo que dijo el presidente. Para las almas racionalistas que creen que Cristina Kirchner no se hizo presente en la CGT ni física ni digitalmente, esto es lo curioso, no hubo ninguna explicación.

El ecumenismo del acto, que hasta contó entre los cincuenta participantes presenciales con el gobernador cordobés Juan Schiaretti y con dirigentes sindicales que supuestamente desearían un Alberto emancipado, dificulta el ejercicio de imaginar dónde se habría parado la vicepresidenta en aquella foto democratizada por los barbijos. Qué habría hecho, qué habría dicho. Puede pensarse que su eventual reaparición en público, a fin de mes, con motivo del décimo aniversario del fallecimiento de su esposo, de algún modo responderá a estos interrogantes, porque la obligará a teatralizar tanto su vínculo con el presidente como con el resto de la colorida paleta peronista. Pero hay una importante diferencia: ese será un acto suyo, el del 17 de octubre no era suyo.

Quizás para que su quédate en casa no sonara tan estricto hizo un tuit alusivo a la conmemoración: "Que la lealtad a las convicciones, al pueblo y a la Patria sigan inalterables en tiempos de pandemia. Con la misma pasión y con la misma esperanza". Obsérvese que habla de lealtad a las convicciones cuando todos están pendientes de la otra lealtad, la vertical, hoy por hoy, con gobierno de dos, el asunto más importante de la política argentina. Si bien se dirigía al universo peronista no aclaró a qué convicciones se refería. Justo cuando Zulemita Menem, pura sangre representativa del peronismo neoliberal, anuncia que la están preparando para ser candidata a algo en 2021, presuntamente con el patrocinio de la líder.

Claro que la política es gestual, eso no es una exclusividad peronista. El problema, quizás, es cuando los símbolos se vacían por completo de contenido y la autocelebración apuntala una percepción aislada de la realidad. Fernández aseguró en la CGT que del lado peronista no hay odio. Se podría discutir. La falta de victoria no. Con volver no alcanza.

© La Nación

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