Por Fernando Savater |
Todo eso podría haber justificado la utilización de la fuerza en su detención, incluso un disparo de advertencia, no ese ametrallamiento. Sólo el odio racial
explica tal desprecio a la vida de un ciudadano.
Otro caso en paralelo: el asesinato en Zumárraga de Manuel Indiano, concejal del PP, tiroteado en su modesta tienda de chucherías por tres sicarios de ETA: también
seis tiros en la espalda, esta vez mortales. Aquí no hay ninguna explicación basada en el comportamiento de la víctima, un ciudadano ejemplar con su mujer embarazada de siete meses, ni siquiera su adscripción
política (que podría merecer antagonismo electoral, pero nunca fusilamiento).
No debemos engañarnos con fábulas históricas o mitos subversivos, este crimen tiene tan poco que ver con la revolución como el de Blake con la defensa de
la ley. Es pura xenofobia, nombre culto del racismo: de eso va esencialmente el separatismo. Una ideología en sí misma violenta, aunque todos los racistas no lo sean.
Lo inquietante es que en EE UU gobierna a través de Trump y en España de los “moderados” apoyos de Sánchez. Hace veinte años mataron a Indiano,
pero aún nuestros racistas feroces no condenan el atentado: les va bien así.
© El País (España)
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