Por Isabel Coixet |
Son muchas las personas que, habiendo sorteado circunstancias igual de dramáticas, salen reforzadas de la experiencia con el conocimiento profundo de que la vida no tiene sentido,
pero para seguir viviendo hay que encontrar alguno. Admiro a esas personas: siempre he sentido, desde que era muy pequeña y leía cosas sobre los campos de concentración, que si yo hubiera estado en uno
no habría perdido cinco segundos preguntándome por el sentido de la vida, porque hubiera estado tan llena de rabia y deseo de venganza que cualquier otra cosa me hubiera parecido fútil. Pero no sabemos
cómo reaccionaremos ante situaciones extremas hasta que llegamos a ellas. Y en una situación extrema estamos a años luz, por supuesto, de la que tuvieron que pasar seis millones de judíos.
Una situación que está poniendo a prueba nuestra capacidad de aguante y en la que más de muchas veces al día nos sorprendemos sintiendo algo así como
un ‘sálvese quien pueda’, mezclado con el convencimiento de que estamos todos en el mismo barco. Para las personas con ansiedad, que es mi caso, las informaciones contradictorias dadas por personas que se
supone deberían saber qué está pasando, unidas a lo que a mí me parece una persistente ceguera institucional sobre cómo y cuándo se dan los mensajes, son suficiente motivo para desencadenar
crisis día sí y día también.
Boris Cyrulnik afirma que es la primera crisis sanitaria del mundo en la que se prima la vida de las personas antes de cualquier otra variable. Con permiso del hombre que divulgó
la resiliencia, yo veo que lo que aquí y ahora se está primando es, una vez más, una especie de simulacro de responsabilidades. Tengo la impresión de que el Gobierno español y los gobiernos
autonómicos están tan habituados a sacudirse responsabilidades que están paralizados por el miedo a tomarlas. Y estar gobernados por seres pusilánimes, sin ninguna preparación ni vital ni
profesional para las crisis, es la mejor receta para el desastre. Por no hablar del papelón del tipo que era rey de España hasta hace un rato, que, como cualquier súbdito que se precie, mete la mano en
la caja a lo grande. Nos va a hacer falta mucha resiliencia en este curso que empieza. Y como decía mi tío Enrique, el sevillano, una jartá de aguante.
© XLSemanal
0 comments :
Publicar un comentario