miércoles, 23 de septiembre de 2020

Macri, ¿reinvención o jubilación?

Mauricio Macri

Por Laura Di Marco

Desde que abandonó el poder, Mauricio Macri viene trabajando en un libro testimonial en el que narra su experiencia como presidente no peronista en un país cuyo software parece haber sido configurado con una creencia que Alberto Fernández acaba de exponer con sinceridad brutal: "El peronismo es la Argentina misma", dictaminó, entrevistado por una radio ultra-K.

Justamente, en las muchas horas de conversación con el exministro Pablo Avelluto y Hernán Iglesias Illa, Macri reflexiona sobre el experimento que le tocó protagonizar y ensaya respuestas a una pregunta de fondo: cuál es el verdadero obstáculo que le impide a la Argentina arrancar. Sus entrevistadores creen ver en Macri una reinvención durante el proceso: de candidato a mentor del espacio opositor.

La quita de los recursos a la ciudad no solo violentó la relación entre la ciudad y la Nación, sino que, al contrario de lo que podría conjeturarse, ayudó a sanar las heridas aún abiertas en la relación entre Macri y Larreta, que eran muchas y de larga data. Macri le venía reprochando al jefe porteño su estilo opositor, la cercanía con Fernández y la demora en abrir la economía porteña. Un íntimo amigo de Macri, exfuncionario, lo explica: "El problema no era tanto Horacio, sino su entorno fernandecista, que lo empujaba a suponer que Fernández podía ser un aliado o que el peronismo porteño había llegado al poder. Esa ilusión se quebró cuando Alberto los traicionó". Las suspicacias del entorno macrista apuntaban, concretamente, a la "pata peronista" de Juntos por el Cambio -con Santilli a la cabeza- y se potenciaron al máximo con las declaraciones de Emilio Monzó que ligó al expresidente con una palabra letal: jubilación. La saga se aceleró. Jorge Macri le saltó a la yugular: "Emilio ya no forma parte de este espacio", dictaminó. Monzó se queja en silencio: "Lo puse [a Macri] como estadista, como hombre de consulta; no hablé de jubilación. Lo que digo es que, para sanar la grieta, no debe ser candidato, igual que Cristina".

El jueves 10 de septiembre, después del zarpazo fernandecista, Larreta tuvo su 17 de octubre: una conferencia de prensa que hizo estallar las mediciones de rating. Tres días más tarde, y después de meses de mutismo, Macri rompió el silencio con una columna en La Nación. ¿Una marcada de cancha a su antiguo delfín? Larreta no lo ve así. Más aún, en su entorno aseguran haber recibido señales de Macri bendiciendo su cada vez más obvia carrera presidencial hacia 2023. Cerca del jefe porteño hacen conjeturas: "Mauricio se ve cada vez más en el espejo de Cristina, que logró poner a Alberto como presidente". Efectos colaterales de la radicalización albertista.

¿Necesita Larreta ser ungido por su antiguo jefe? Un incondicional macrista lo resume por la negativa: "Al que se oponga a él le va a costar. No sé si lo puede ungir, pero lo puede arruinar".

¿Macri se reinventa como una suerte de mentor de la oposición colocándose por encima de las diferencias o, por el contrario, despliega esa estrategia para resguardar su futuro electoral? En la oposición, nadie puede responder a esta pregunta con certeza. El macrismo puro abona la primera opción; el resto de la coalición -con Larreta y Vidal, incluidos- duda. No son pocos los que creen que a Macri le costará mantener el liderazgo que anhela si no es a través de una candidatura. El dilema es más estructural: la dificultad de la política argentina para asignarles un lugar constructivo a los expresidentes. Basta mirar la historia reciente, desde el 83 en adelante, para corroborar esta hipótesis.

Los que dudan de que Macri acepte el altruista rol de consultor razonan así: "Con la bronca que los porteños le tienen al kirchnerismo, ¿no arrasaría si se presentara en la ciudad?". Desde el corazón del macrismo puro, no dudan: "Mauricio empezó a jugar en otra liga".

La fragilidad del gobierno a apenas nueve meses de su asunción también fue un catalizador del acercamiento entre Macri y Larreta.

Los argentinos amanecemos, cada día, con una difusa sensación de alarma. Según la consultora Isonomía, el 58 por ciento de la sociedad cree que el país está peor que hace un año y otro porcentaje importante piensa que lo estará aún más en 2021. Flota un miedo inespecífico: "algo" va a pasar, pero no sabemos muy bien qué. ¿Lenta agonía asintomática o muerte súbita? Después de las tierras, la segunda expropiación -tal vez, la más grave- es la de la esperanza.

© La Nación

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