Por Carlos Gabetta (*) |
Pero ese personaje, que en la vida civil solo pasaría por un multimillonario autoritario y excéntrico, ocupa el cargo de presidente de la primera potencia mundial, en un
momento de grave crisis planetaria y enormes transformaciones políticas, sociales y culturales debidas a los avances científicos y tecnológicos.
Esto último representa tanto la posibilidad de concretar un mundo en paz, democrático e igualitario, como la de que la humanidad se extinga o torne a la Edad de Piedra
tras una guerra nuclear, química y bacteriológica y/o por el cambio climático.
Un analista de CNN dijo de Trump que “es muy preocupante que un conspirador ocupe la más alta autoridad del país”.
Esto, luego de que Don Donald, violando todas las reglas y antecedentes, insistiese en que las elecciones por correo, obligadas por la pandemia, serían fraudulentas y que habría
que postergarlas. Ocurre que está muy por debajo de Joe Biden en las encuestas y una postergación le permitiría aspirar a lograr una vacuna, atribuirse el mérito y recuperar adhesiones.
Pero Don Donald, a quien sigue apoyando un enorme sector de la población esencialmente blanca, xenófoba, racista y misógina (¿remember el macartismo?), no solo
amenaza con violar las reglas democráticas de su país. Sus diatribas anti-China, la potencia que hoy amenaza con desplazar a EE.UU. del primer lugar y es además su principal acreedor, son la segunda baza
de su estrategia. Fiel a su estilo, “llegó a acusar a China de la muerte de George Floyd, porque el afroestadounidense asesinado por la policía tuvo Covid-19 que vino del PC Chino, consumía fentanilo,
un opioide que dice llega desde la misma nación, y que nunca accedió a un empleo fabril porque la industria se fue al país asiático”. (https://bit.ly/30Xo2kz).
La última afirmación es clave: “la industria se fue al país asiático”. Cierto, pero los capitales de EE.UU. van allí, como a tantos otros
países, porque obedecen las reglas del capitalismo: menores costos, mercados prometedores, etc.
Lo que subyace en el hecho de que personajes como Trump, Bolsonaro, Johnson y tantos otros, con las variantes del caso, estén donde están, es la competencia mundial entre
las grandes potencias, en un contexto de crisis generalizada. Todos ofrecen lo mismo en mercados saturados, empobrecidos o pobres desde siempre.
Casi todos están endeudados y en crisis fiscal y lo estarán aún más en la pospandemia, mientras despunta la preeminencia de las potencias ex socialistas.
Las comparaciones con la crisis de 1929 y sus consecuencias son inevitables, porque son evidentes. No es Febo el que asoma en el mundo occidental, sino un fascismo aggiornado.
Respecto al discurso de Trump, Susan Glaser dijo en The New Yorker que “Es el de un aspirante a dictador. Es peligroso incluso si no va vinculado a ninguna acción. Y quienes
creen que no habrá acciones posteriores no han estado prestando atención”.
Después del cierre intempestivo de un consulado chino en EE.UU. y la consecuente réplica china, Hu Xijin, el editor jefe de Global Times, diario oficioso del Partido Comunista
Chino, publicó un llamamiento “para que la nación construya más misiles nucleares, a medida que enfrenta desafíos de seguridad sin precedentes por parte de Estados Unidos.” (https://bit.ly/3jJxbGa).
El horror en perspectiva. No obstante, el republicanismo igualitario también asoma con fuerza en el mundo, aunque por ahora en pañales y sumido en la confusión.
Tema para otra nota.
(*) Periodista y escritor
© Perfil.com
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