Por Laura Di Marco
En el arranque de 2003, cuando aún faltaba mucho para el big bang del universo cambiemita, el sociólogo Juan Carlos Torre acuñó una nueva categoría
de argentinos: los huérfanos de la política de partidos, en alusión a las clases media y media baja que, con la implosión de la UCR, habían perdido su representación política.
Aquel déficit fue el que vino a reparar, en 2015, la construcción de Cambiemos.
Sin embargo, después de más de 100 días de cuarentena, asoma, con timidez, una nueva camada de carentes. Huérfanos
en modo pandemia. Es el fenómeno que explica, en parte, la caída de entre 10 y 15 puntos en la aprobación de Alberto Fernández, registrada durante el último mes por la mayoría de las
consultoras, que, sin embargo, ubican la imagen positiva del Presidente en un alto 60 o 65 por ciento. Mariel Fornoni, de Management & Fit, lo describe así: "Son personas que, aunque no habían votado
a Alberto Fernández, al principio de la pandemia le reconocían liderazgo porque Cristina no aparecía. Y además, porque le valoraban la moderación". Dos activos que al Presidente se le
fueron escurriendo en el último mes.
Dicho de otro modo: se trata de una porción del electorado que en su mayoría votó poskirchnerismo y posmacrismo y que va perdiendo la imagen de certidumbre que,
en los primeros tiempos del Covid, había atesorado de Alberto Fernández. ¿Sabrá realmente para dónde va?, es una de las muchas preguntas que rondan a los nuevos huérfanos. En los brotes
de malhumor presidencial registran, con desilusión, que su carácter es bastante parecido al de su socia política. Más aún, visualizan con mayor nitidez el enorme poder de Cristina detrás
de la figura de Alberto. Dudan de su promocionada moderación. ¿No será una trampa? Ahora descreen de que los 100 días de cuarentena se hayan utilizado, efectivamente, para preparar al sistema de salud
frente al temido pico de contagios. Empiezan a diferenciar la pandemia de la cuarentena. Es decir, el Covid de la respuesta política extrema que asumió el Gobierno y que, entre otras cosas, generó, en
abril, un desplome histórico del 26,4 por ciento de la actividad económica, una de las caídas más estrepitosas de la región. ¿Cuánto tiempo nos tomará remontar este desastre?
"La factura por el derrumbe económico se la van a pasar al Presidente -define Fornoni- porque, además, él se encargó de dejar en claro que el confinamiento duro fue su decisión".
Un flamante universo que empieza a tener más miedo de lo que pueda hacer el Gobierno con sus vidas que del propio virus. "El hartazgo empieza a ganarle al miedo", resume
la politóloga Matilde Ollier.
También parecen haber vuelto los viejos vicios kirchneristas de modelar la realidad a gusto del poder, con encuestas llave en mano. Una encuestadora comprada por La Cámpora
registró, inmediatamente después de los últimos anuncios presidenciales, casi un 80 por ciento de adhesión, en el Amba, a la renovada extensión y dureza de la cuarentena. Lo llamativo del
sondeo fueron sus preguntas direccionadas, del estilo: ¿usted está de acuerdo con las decisiones del Presidente (en torno a la pandemia) o con las de Trump y Bolsonaro, que generaron miles de muertos?
La incertidumbre se intensifica con la opacidad de las estadísticas oficiales sobre salud pública. Si, por ejemplo, buscáramos contrastar las muertes por Covid-19
con la tasa de letalidad que dejó la gripe A en 2009 o 2010, nos encontraríamos con la nada misma. La radiografía de aquel virus, que irrumpió en el gobierno de Cristina, se perdió en el
túnel del tiempo, como los fondos de Santa Cruz. Probablemente como producto del ajuste, tampoco la gestión de Adolfo Rubinstein brilló por la reconstrucción estadística. Los últimos
números disponibles de decesos por influenza y neumonía generan mayor confusión aún: en 2018 fallecieron 32.000 argentinos a raíz de estas enfermedades -es decir, un promedio 16.000 a mitad
de año-, contra alrededor de 1300 muertos por Covid.
Por fuera de los núcleos duros kirchnerista y macrista, habita la mitad de la sociedad argentina, golpeada económicamente y alejada de la política. Son los que definen
las elecciones. No quieren a Cristina; tampoco a Macri. Hoy se identifican con la moderación, pero ¿qué puede pasar en unos meses, cuando la crisis económica se deje ver en toda su dimensión?
¿Mutarán los incipientes huérfanos a una solución antisistema, del estilo "que se vayan todos"? Es un peligro real, que dependerá de cuánto tiempo lleve lograr que la economía
se mueva de verdad y no solo en el relato o la mente del Presidente.
© La Nación
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