jueves, 2 de julio de 2020

La irracionalidad colectiva en tiempos de la pandemia

Tragedia aérea de Tenerife, en 1977
Por Daniel Krauze

En 1977, Jacob van Zanten era uno de los pilotos más experimentados de KLM y el rostro publicitario de la empresa, cuyo eslogan hacía alarde de su envidiable puntualidad. Durante un vuelo de Ámsterdam a las Islas Canarias, Van Zanten se enteró de que una bomba había explotado en un expendio de flores dentro del aeropuerto al que se dirigía, obligándolo a aterrizar en Tenerife, junto con varios otros aviones. Van Zanten rápidamente se dio cuenta de que llegaría tarde a su destino.

Además, de mantenerse estacionado por más de cinco horas, el piloto tendría que obedecer un protocolo de descanso, legalmente obligatorio para todo capitán de KLM. Eso implicaría desembarcar a la tripulación en Tenerife, donde la aerolínea tendría que encontrarles alojamiento para despegar al día siguiente. Para Van Zanten, el capitán insigne de la aerolínea más puntual del planeta, esto conllevaría una mancha inaceptable en su ilustre carrera, de modo que rellenó el combustible de su 747 y se preparó para despegar, aunque un banco de niebla había descendido sobre la pista, impidiéndole ver más allá de 300 metros delante de su cabina. Tras comunicarse con la torre de control y recibir una autorización distinta a la que buscaba (la torre autorizó la ruta, mas no el despegue), Van Zanten aceleró. De repente, entre la bruma, apareció otro 747, de la empresa Pan Am, detenido a la mitad de la pista. Van Zanten intentó alzar el vuelo. La punta del avión logró evitar un impacto frontal, pero la parte posterior del fuselaje despedazó al avión detenido. Todos los pasajeros a bordo del vuelo de KLM fallecieron, junto con 335 del vuelo de Pan Am. Exceptuando los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, el desastre de Tenerife es la mayor tragedia en la historia de la aviación.

La historia anterior abre el libro Sway: the irresistible pull of irrational behavior, escrito por Ori y Rom Brafman, quienes, a través de estudios y casos reales, desmenuzan las muchísimas formas en las que opera la irracionalidad. El escenario que los Brafman presentan no es alentador. Por eso es una lectura indispensable, sobre todo en momentos cuando la cordura parece escasear. Desde que empezó la cuarentena no he dejado de pensar en él.

Los Brafman utilizan a Van Zanten para explicar el concepto de aversión a la pérdida, en el que una persona o un grupo toma una decisión en aras de no sufrir una pérdida evidentemente menos significativa que el riesgo que corren. La tragedia de Tenerife es escandalosa, pero eso no significa que en nuestra rutina no haya casos como el del piloto holandés. Sway explica que la decisión de Van Zanten no es distinta a pasarnos un alto cuando la luz está en amarillo. De haber llegado a las Canarias con éxito, Van Zanten habría mantenido su expediente intacto; de fracasar, acabaría con la vida de todos sus pasajeros. Al cruzar un semáforo en amarillo, la ganancia potencial son unos minutos. De ocurrir un accidente, lo que nos estamos jugando es la vida misma. La ganancia potencial es diminuta; el riesgo es inmenso. De cualquier manera optamos por arriesgarnos. Todos hemos sido Jacob van Zanten.

Ahora llevemos la aversión a la pérdida al contexto de la actual pandemia. Aun con todas las advertencias, hay gente que parece preocupada por mantener una agenda social activa, perdiendo de vista lo evidente. Lo que ganamos al organizar un bautizo, una fiesta o una comida es una tarde de estar con nuestros seres queridos; lo que está en juego es no solo nuestra salud, sino la de quienes nos rodean. Estamos dispuestos a jugarnos todo por una tarde, así como Van Zanten estuvo dispuesto a arriesgar su vida y la de sus pasajeros por cuidar su reputación y la de KLM. Preferimos no tolerar treinta minutos de incomodidad por culpa de un tapabocas, aunque el riesgo sea enfermarnos de Covid; preferimos no pasar un año encerrados y aislados de nuestros seres queridos, aunque eso implique morir en 2020, a guardarnos este año y después gozar a esa misma gente durante lo que nos quede de vida.

Por supuesto, hay quien no tiene otra alternativa más que salir durante la pandemia para poner pan sobre la mesa. Poco hay de irracional en buscar la supervivencia. No obstante, muchos tenemos la fortuna de poder trabajar desde nuestra casa sin salir. Esa franja de la población es quien debe leer Sway. Después de todo, como comprueba el libro, la irracionalidad a menudo puede ser letal.

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