Por Manuel Vicent |
A lo largo de la historia la estética ha sido compatible con la crueldad más abominable, de modo que es posible imaginar a Virgilio
y a Horacio departiendo por la vía Apia sobre la cadencia métrica de hexámetro sin que les importara que en las veredas del camino hubiera esclavos crucificados a merced de las aves carroñeras y
a Dante Alighieri enhebrando tercetos áureos en medio de la peste de Florencia.
Se tiene por cierto que las guerras y hecatombes de la humanidad impulsan el desarrollo de la ciencia y de la tecnología, pero ninguna gran tragedia ha servido para refinar la
sensibilidad humana servidora del arte. Los sociólogos se preguntan si vamos a salir mejores de esta pandemia.
Si se tiene en cuenta que en la evolución del espíritu el ser humano es un mono todavía a medio cocer, tal vez del coronavirus saldremos mucho más técnicos,
pero igual de egoístas, idiotas, generosos, torpes, perplejos, crueles y piadosos.
Sin duda, a raíz de este apagón planetario la técnica digital le habrá doblado el codo de una vez al mundo analógico y la vida humana comenzará
a funcionar definitivamente como una aventura virtual.
Pero si un día a causa de un ataque diabólico se produjera el colapso definitivo de las redes, la ciencia y la tecnología quedarían anuladas y puede que entonces
en medio de la oscuridad tuviera que levantar la voz un ciego declamando: canta, diosa, la cólera de Aquiles, para empezar la historia de nuevo por Homero.
© El País (España)
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