Por Nelson Francisco Muloni |
Al llegar, lo recibió el director para anunciarle que a la noche sería la transmisión inaugural y que debía estar presente en el hotel en uno de cuyos salones
se iba a realizar la ceremonia en cuestión. Ansiedad, angustia, humedad en las manos y un papel con dobleces tan irregulares como su propia inseguridad. Lo sacó del bolsillo de su pantalón para leerlo
antes de emprender el regreso. “Mucha suerte, hijo”. Lo había escrito su padre porque ese día tenía la última reunión con el director de la radio para confirmar su relación
laboral con la empresa.
Era 6 de junio de 1970. Y yo era aquel muchacho de veintiún años.
Ese día comencé a andar de tecleo en tecleo creando boletines informativos de tres minutos y leyéndolos de turno en turno, de logro en logro, de sueño en
sueño, a medida que los días iban adornando un sendero que nunca tendría final “así que pasen cincuenta años”, parafraseando a García Lorca, y estrechándonos a los
propios versos de una epopeya que apenas fue vivir.
Cincuenta años. Y estamos, aún. Ya no como entonces. Con más dudas y menos esperanzas, quizás, pero todavía un poco enteros, un poco ya lejanos...
Estamos así porque hicimos, digo, un oficio de nubes, un derrotero de urgencias y de amigos, de esforzadas cotidianidades, de nunca acabados miedos, de nuevas y viejas radios, de asombrosos y queridos diarios, de realidades
sombrías y renaceres luminosos.
Seguir por seguir a pesar del medio siglo, porque la sangre exige que no nos quedemos sin latidos. Pero, además, seguir porque importamos como hombres y mujeres que construimos
y deconstruimos, que tiramos todo abajo para edificar quién sabe qué mejores horizontes. Conocer la vida por dentro y por fuera, de un lado y del otro, como quitándonos una camisa vieja para ponernos la
nueva del amigo generoso, como quien se quita una pena para adornarse con una alegría. Y al revés...
Y ahora, cincuenta años después, en este 6 de junio de 2020, sin dictaduras pero con pandemias, con libertades pero con encierros, con un mundo que confunde tecnología
con bienestar y transgresión boba con revolución, venimos a levantarnos, a erguirnos cincuenta años más viejos pero con el corazón altivo y menos temeroso que entonces, a sabiendas que el
camino sigue aunque no seamos nosotros los que sigamos en él.
No voy a cometer la injusticia de nombrar a los que me acompañaron, de los que aprendí y a los que, simplemente, admiré en mi hechura porque podría olvidarme
de algunos que no merecerían ese fuga de mi memoria. Porque, caramba, han pasado cincuenta años de oficio pero también han sucedido cincuenta años de mi propia vida. Y la de ellos. A todos, por
eso, mi recuerdo, mi agradecimiento y mi corazón.
© Agensur.info
Un abrazo muy grande Nelson, enorme Hombre del Oficio del mensaje la proclama la denuncia y todo eso de la Palabra Libre.
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